Una frazada innecesariamente corta

Todo lo que sube finalmente baja, dicen las leyes de la física e incluso quienes tienen experiencia en los mercados bursátiles. Sin embargo, esos principios no son aplicables a la presión tributaria en la Argentina: nunca desciende, incluso cuando afecta a sectores económicos o empresas que no contabilizan ganancias sino pérdidas. Una de las explicaciones de este fenómeno es que, con el exuberante aumento del gasto público a lo largo de la era kirchnerista, a nivel nacional no hay recursos genuinos que alcancen. La prueba es que, en lo que va de este año electoral, el ritmo de expansión del gasto primario (42%) supera en 12 puntos porcentuales a la recaudación total, pese a la presión tributaria récord. Como la frazada siempre queda corta, el Tesoro debe recurrir a la “maquinita” del Banco Central y, últimamente, al endeudamiento de corto plazo a altas tasas para cubrir el bache fiscal. Por consiguiente no existe margen – ni voluntad política- para reducir impuestos ni retenciones a la exportación. Y, por si fuera poco, con la emisión de pesos el Estado nacional recauda un impuesto inflacionario que no coparticipa con las provincias. El caso de las retenciones es ilustrativo de esa falta de flexibilidad. Reaparecieron durante la crisis económica de 2001/2002, cuando el tipo de cambio se había catapultado tras el colapso de la convertibilidad, como una forma de divorciar los precios internos de los internacionales (alimentos, energía y materias primas), que también habían iniciado un ciclo de subas récords. Pero ahora, con condiciones diametralmente opuestas (atraso cambiario en la Argentina y caída de precios internacionales), se mantienen en el mismo nivel de entonces. Incluso, pese a la recesión de Brasil y la devaluación de su moneda frente al dólar, así como la crisis rusa. Como gravan los ingresos de los exportadores y no sus utilidades, al final terminan agravando las pérdidas de rentabilidad. Por esta razón, el economista Miguel Bein, asesor de Daniel Scioli, cobró notoriedad hace un par de meses cuando propuso no esperar al cambio de gobierno para eliminar las retenciones a todas las economías regionales y el trigo. Su argumento era que el sacrificio fiscal implícito en esa medida resulta exiguo en comparación con el perjuicio que provocan a los productores. No sólo esa propuesta no tuvo eco. Ahora, tras la decisión de Cristina Kirchner de integrar la única fórmula presidencial del Frente para la Victoria con Daniel Scioli y Carlos Zannini (alter ego de CFK), está en duda si el economista continuará como asesor del candidato. O, cuando menos, si sus recomendaciones tendrán algún peso en caso de que el FpV se imponga en las elecciones. Por lo pronto, los mercados reaccionaron en los últimos días como si la estrategia del oficialismo fuera “Scioli al gobierno, Cristina al poder”. En otras palabras, prevén más continuidad que cambios en la actual política económica a partir de 2016, aún cuando el agravamiento del desequilibrio fiscal, la escasez de dólares, el atraso cambiario y las distorsiones de otros precios relativos no permiten que sea sostenible en el tiempo, sin riesgos de mantener la estanflación, el freno a las inversiones y la creación de empleos privados. Con esta salvedad, igualmente resulta útil repasar el último informe mensual del Estudio Bein, datado el 9 de junio, porque incluye una de las pocas propuestas alternativas publicadas hasta ahora para mejorar indirectamente el tipo de cambio real por la vía fiscal (sin maxidevaluación) a través de la eliminación de retenciones y mejoras de los reintegros a la exportación. Y compensarlo con crédito externo y una reducción de subsidios “mal direccionados” a la energía y el transporte, especialmente en el área metropolitana de Buenos Aires (AMBA), la de mayor número de votantes. O sea, un intento de estirar la frazada sobre las producciones regionales que, con la actual estrategia económica, aparece irremediable e innecesariamente corta. Según el informe, el total de ingresos por retenciones proyectado para 2015 equivaldrá al 1,4% del PBI y a menos de la mitad del gasto en subsidios (3,7%). En 2010, esas proporciones eran prácticamente idénticas (2,6% del PBI). A su vez, las retenciones a las exportaciones representarán el 5,2% de la recaudación total de impuestos, cuando hace cinco años significaban más del doble (11,1%). En dólares, el 5% de retención aplicado en 2014 a las exportaciones de todas las economías regionales ascendió a U$S 667 millones, que representaron apenas el 0,5% de la recaudación total. En el caso específico de las frutas, el ingreso fue de sólo U$S 57 millones, menos de una décima parte. “Evidentemente, pretender seguir sosteniendo la presión tributaria sobre estos sectores, en un contexto de caída en la rentabilidad vinculada tanto a la dinámica de los precios internacionales como del tipo de cambio real, deriva en una caída en la base imponible y una reducción en el peso de las retenciones ‘por malos motivos’ (caída en la producción y las exportaciones de los sectores involucrados). Eliminar las retenciones a todas las economías regionales hubiera costado el año pasado menos de U$S 700 millones”, enfatiza el Estudio Bein. También subraya que “aunque muchos de estos sectores reciben reintegros a la exportación, éstos se terminan cobrando con un importante rezago. Dado que se liquidan en pesos, el productor queda expuesto a un costo financiero y un riesgo cambiario que no registraría si los mismos se liquidaran en tiempo y forma”. Para compensar el costo fiscal de la eliminación de retenciones (excepto del complejo sojero) y el pago puntual de reintegros, Bein propone un doble esquema. Por un lado, recurrir al endeudamiento externo para financiar aumentos de productividad en sectores transables generadores de divisas, que aseguren el repago de capital e intereses. A su juicio, “un esquema que derive en un costo destinado a dar aire por la vía fiscal a las economías regionales, la industria de exportación y cultivos alternativos a la soja, cae dentro de esta definición, brindando competitividad a producciones que se destinan tanto a la exportación como al mercado interno y exhiben un alto impacto sobre el empleo y el nivel de actividad, sin requerir un movimiento brusco en el tipo de cambio real”. Por otro, racionalizar los subsidios a la energía eléctrica y el transporte, especialmente en el AMBA para reducir el gasto público, virando hacia “un esquema de subsidio a la demanda y con precios que reflejen los costos efectivos de provisión, podría limitar el despilfarro de energía y generar un ahorro inmediato en subsidios mal direccionados”. Difícilmente este tipo de propuestas sean debatidas antes de las PASO, aunque más tarde o más temprano reaparezcan en el escenario económico. Claro que, a juzgar por el primer spot publicitario de Scioli como candidato del FPV, donde rechaza la idea de “cambiar por cambiar”, es probable que los consejos de Bein se conviertan en letra muerta. El problema es que en la economía siempre es preferible introducir correcciones por las buenas antes que hacerlo por las malas, bajo presión de escenarios adversos. Las consecuencias no son las mismas.

Néstor O. Scibona

LA SEMANA ECONÓMICA


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