Equinoterapia, una gran conexión que ayuda a mejorar la calidad de vida

La Equinoterapia muestra sus virtudes. Al establecer un contacto afectivo con el caballo, los niños con discapacidades comienzan a ganar confianza.

A cambio del uso de fármacos, en niños o niñas que requieren de terapias para superar o aliviar una discapacidad, comienza a crecer una actividad recomendada por expertos quienes se inclinan por el incentivo hacia sistemas alternativos. Se trata de la Equinoterapia que, de paso, convierten en venerables a los caballos.

Este método, al cual ya apelaba el gran médico Hipócrates en la antigua Grecia, pone al servicio de la gente varias cuotas de poder curativo a partir de la transmisión del calor corporal del animal, de impulsos rítmicos con su trote y de un patrón fisiológico de la marcha humana.

Los expertos destacan que montarlos, es una forma de sentir que uno se mueve y desplaza sobre la tierra sin utilizar las piernas, y de esto, mucho saben en el campo hípico La Esperanza, ubicado entre esta capital y el balneario El Cóndor.

“La actividad me llena de felicidad y en la pista con los chicos le ponemos pasión”, destaca la instructora principal, Ivana Souble.

En el predio, y a disposición de niños o adultos, se encuentra a quien llaman el “Master”: “Lorenzo”, un alazán de 18 años que comparte las caballerizas con la pony “Caprichosa” -que haciendo gala de su nombre- relincha cada dos minutos reclamando la presencia de su potrillo que está en plena tarea de destete.

Ivana se inició como instructora en 2001, y dos años atrás instaló el centro hípico para ampliar los servicios ante un fenómeno más amplio que está superando a la Equinoterapia: las Terapias y Actividades Asistidas con Caballos (Taacas).

Éstas buscan la reeducación de las personas con discapacidad, mejorando su calidad y vida y favoreciendo su inclusión social empleando el ganador caballar.

Al establecer un contacto afectivo, los niños con ciertas discapacidades comienzan a ganar confianza.

En este beneficio quema etapas, una de las personas que suele ir todos los sábados a practicar. Por caso, el niño Juan. A medida que fue avanzando en las clases pasó de tocar a “Lorenzo” a acariciarlo cuando-apenas llega al predio. Luego lo monta desde una plataforma con el acompañamiento de las instructoras y su mamá, Erika Millanahuel.

Ésta pone de manifiesto que esta actividad “le ayudará a la integración, a socializarse más, tener más confianza en sí mismo, aprendiendo a tocarlo sin que el corcel reaccione en forma negativa, y además (Juan) lo abraza y se siente confortable”.

Resalta que puede “lograr mucho equilibrio, y destreza ante la falta que tiene para coordinar, y Juan -arriba del caballo- debe mantener una postura, respirar hondo, poner la espalda derecha, con lo cual todo eso, le va a ayudar”.

Otra de las familias que participan de los circuitos en pista es la de Cielo Ruiz Flores. Su mamá, Rossana Flores, se mostró impresionada con los avances aun cuando todavía no logró que su hija se decida por una monta.

“En mi casa tenemos un gato con el cual no tiene contacto, pero aquí se enganchó con ‘Caprichosa’. La abraza, la da besos, la segunda clase la peinó junto a una de las voluntarias, en casa imita los estornudos. Antes de venir estaba emocionada, me volvió loca todo el día (esperando la hora de la clase), y tuve que comprar zanahorias porque pidió darle de alimentar en la boca” a la pony; apunta.

Efectos positivos versus asignaturas pendientes

Juliana Vargas es la mamá de Azul, una niña que estuvo en “La Esperanza”, y también es una ferviente defensora de los efectos terapéuticos y de los mimos que le dieron en el centro.

Cuando vio que no podía sostenerse económicamente buscó recostarse en el Instituto Provincial del Seguro de Salud (Ipross) para una cobertura por reintegros, y a sabiendas de las ventajas de la Ley N° 5.051, que regula esta modalidad; sin embargo optó por desistir.

El motivo fue la cantidad de papeles que le solicitaron en virtud de que junto a la historia clínica que debía presentar consignando la patología de la niña, le requirieron un presupuesto del servicio a prestar y documentos relacionados con la planificación de la actividad.

El testimonio de una voluntaria que reafirma la Equinoterapia

“Yo soy la ‘petisera’ porque me encargo de preparar los caballos, y ayudar a los nenes. Yo soy maestra, y como adoro a los animales y me gustan los niños, acá se da la conjunción perfecta”, sostiene la voluntaria Mely Di Cesare.

“Lo recomiendo como actividad porque vemos un fuerte vínculo entre los niños y los caballos, el avance es impresionante y sublime, resulta increíble como cambian los chicos. El primer día apenas lo tocan y a medida que van trabajando llegan y los abrazan”.


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