Una historia que se repite
Actualizado a las 20:26
BUENOS AIRES (DyN) – La reaparición de focos de aftosa en Argentina provocó hace cinco años el saldo de un aislamiento del país en el mercado internacional, cuando se produjeron luego de una campaña para combatir el virus que se proyectaba para reposicionar las carnes de producción nacional en plazas a las que en más de 60 años no había llegado.
Así, cuando en 2001 la enfermedad viral regresó a los rodeos bovinos y se expandió hacia las regiones ganaderas más productivas, con epicentro en la pradera pampeana, las autoridades sanitarias del gobierno de Fernando de la Rúa eligieron el ocultamiento del rebrote, relativizando la situación, en momentos que Antonio Berhongaray y Oscar Bruni ocupaban los cargos de secretario de Agricultura y presidente del SENASA, respectivamente.
Esa actitud, compartida por gran parte de los referentes del negocio de ganados y carnes, en especial los productores, se tradujo en un castigo que cuajó en el cierre de la totalidad de plazas externas demandantes de carne vacuna argentina, incluyendo las recientemente abiertas -por entonces-, de Estados Unidos y Canadá que, hasta hoy, mantienen restringidas las compras de uno de los productos de exportación más calificados con que cuenta Argentina. En ambos casos, el paìs había logrado adjudicarse un cupo de 20 mil toneladas anuales que, en conjunto, podían dejar ingresos al país por un monto cercano a los 300 millones de dólares por año.
El silencio que se mantuvo en torno de la reaparición de aftosa en los rodeos bovinos nacionales convirtió al país en escasa o nulamente confiable, un insumo que demandó años recuperar (la credibilidad), hasta que Argentina recuperó los alrededor de 90 mercados mundiales a los que, hasta ahora, vendió carne refrigerada, enfriada y congelados. Recién en marzo de 2001 y luego de implementar una cerrada política de ocultamiento de la enfermedad, el gobierno optó por admitir la presencia «de algunos focos» del virus en el país, pero ya era tarde para la demanda mundial y el costo fue de tal magnitud que se llevó puesto al responsable de la SAGPyA y obligó a las autoridades a convocar nuevamente a Bernardo Cané, el hombre que había desarrollado uno de los planes antiaftosa más efectivos que se conocieron en el país.
El ex titular del SENASA durante la gestión de Felipe Solá en Agricultura se había negado a que se dejara de vacunar en el país en 1999, pues consideraba que faltaba un año más de dosis en los rodeos para poder aspirar al rango sanitario de país libre del virus, sin vacunación, un status que se obtuvo en 2000, pero que se retiró luego de constatarse el ocultamiento de aftosa en Argentina, momento a partir del cual el país no pudo volver con carne vacuna a la plaza internacional.
Desde entonces y con Cané a la cabeza, equipos técnicos y fundaciones trabajaron y pusieron en marcha un programa de control y erradicación del virus que se siguió aplicando, a pesar de los sucesivos cambios de gobierno. No obstante, en muy poco se acrecentó el presupuesto del SENASA -que controla exportaciones de alimentos por más de 16 mil millones de dólares por año- y se desafectaron partidas destinadas a controlar los peligrosos pasos fronterizos, con vecinos como Paraguay y Brasil donde el rebrote de la enfermedad casi es moneda corriente.
Después de esos antecedentes, y hasta esta tarde, las medidas de control intensivo que dispuso el SENASA no alcanzaban para detener el malestar que surgió entre los operadores de la totalidad del negocio de ganados y carnes y, desde todos los eslabones se teme que se produzca una nueva paralización de exportaciones de carne vacuna, a pesar que las autoridades del ente sanitario ya habían comunicado el tema a la Organización Internacional de Epizootias (OIE), el máximo organismo sanitario del mundo. Desde el sector ganadero no se descartaba hasta hoy que la OIE suspenda temporariamente el rango sanitario otorgado al país hace dos años, de libre de aftosa «con vacunación».
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