Una llamada anónima en el tiempo

Aún no se sabe quién delató el refugio que utilizaba la familia de Ana Frank.

AMSTERDAM (DPA) – El 4 de agosto de 1944 amaneció en Amsterdam una «mañana muy normal». Al menos así lo recuerda Miep Gies, una amiga de la familia Frank, muchos años después. Pero poco antes de las once, la catástrofe llegó a la casa en la calle Prinsegracht 263 de Amsterdam. Miembros de las fuerzas de ocupación alemana capturaron a la familia Frank, judía, y a sus amigos, que durante dos años se habían escondido en la parte posterior de la casa. De golpe, se esfumaron las esperanzas de salvarse que pacientemente habían guardado durante ese tiempo. Han pasado 60 años desde entonces y sigue sin saberse quién los delató entonces. Ana Frank, que tenía 16 años, era la más joven de los que vivían escondidos en la casa entre 1942 y 1944. A través de su famoso diario, hoy todo el mundo sabe las estrecheces en las que vivían, el miedo continuo a ser descubiertos que pasaron, así como los sueños y las preocupaciones de la muchacha y de las personas que convivieron con ella día y noche. Las anotaciones en su diario constituyen uno de los libros más leídos del mundo. De «El diario de Ana Frank» se han vendido millones de ejemplares y ha sido traducido a decenas de idiomas.

Del libro surgió además una película y una obra de teatro, y hasta la fecha conmueve los corazones de personas de todas las edades. Anualmente, más de 900.000 personas procedentes de todos los rincones del planeta acuden a visitar la parte de la casa que sirvió de escondite (el «anexo secreto», como ella escribía), y que estaba camuflada detrás de una estantería. Allí pudieron mantener la esperanza. Una esperanza que se esfumó cuando un hombre de la Gestapo alemana con uniforme y revólver apareció delante de su puerta acompañado de tres ayudantes.

Los soldados acudieron tras haber recibido un soplo. «Hubo una llamada», eso es todo lo que se sabe con certeza en relación con este punto. Sin embargo, sigue sin conocerse quién reveló el escondite.

Concluida la guerra hubo numerosas sospechas y suposiciones. Investigadores y expertos criminalistas siguieron muchas pistas. Pero en 2003, el prestigioso Instituto Holandés para la Documentación sobre la Guerra llegó a la misma conclusión que se ofreció tras una investigación de 1986: «No se puede reconstruir la sucesión exacta de los hechos».

Si se considera la situación con serenidad, las posibilidades de que la familia Frank sobreviviera no eran demasiadas. Tenían que sentarse sin moverse, no podían ser vistos ni oídos y durante el día no podían ni ir al baño.

En la tienda que se encontraba debajo del escondite (que pertenecía al padre de Ana) se seguía trabajando y no se fiaban de algunos de los empleados. Además, muchas personas de las calles de alrededor podían ver las ventanas del edificio.

Para los que estaban escondidos, el vecindario era un mundo hostil. Durante la ocupación alemana se calcula que en la persecución de los judíos desaparecieron en Amsterdam 25.000 de sus miembros. Más de 8.000 cayeron en manos de los perseguidores en batidas o tras haber recibido soplos por parte de, a menudo, personas anónimas. También los Frank figuran entre las víctimas.

Fueron llevados al campo de concentración de Auschwitz. La madre de Ana, Edith, murió allí en enero de 1945. Ana y su hermana casi tres años mayor, Margot, murieron de tifus en marzo de 1945 en Bergen Belsen. El padre de Ana, Otto, fue liberado de Auschwitz por los rusos junto con otros 7.000 presos más. Regresó a Amsterdam a través de Odessa y Marsella. Otto Frank se preocupó poco por esclarecer quién había sido el delator. Miep Gies, su empleada y una de las personas que ayudó a los Frank en los tiempos difíciles, recuerda que Otto le dijo una vez: «No quiero saber quién lo hizo».


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