«Una mirada nueva a la Inmaculada Concepción de María»

En 1854 el Papa proclamó el dogma de la Inmaculada Concepción, en tiempos en que la devoción popular hacia María se manifestaba en nuevas apariciones, peregrinaciones y órdenes religiosas dedicadas a su nombre integrando una multiplicidad de formas de veneración. Estas devociones expresan cómo por una parte María representa el poder y las posibilidades de la mujer, contrarrestando una visión muy patriarcal de Dios: en ella muchos encontraron consuelo, ternura y fortaleza en el sufrimiento. Por otra, las imágenes que se nos imponen han sido configuradas por hombres y funcionan para definir y controlar las vidas femeninas. En esta perspectiva las experiencias de las mujeres brillaban por su ausencia y sus voces se silenciaban oficialmente.

La mariología feminista, desde la crítica constructiva, lee el símbolo de María de modo inclusivo y diferente: buscando entre los escombros ofrece nuevas interpretaciones desde la luz de nuestras vidas que jamás se le ocurrirían a la mentalidad patriarcal. Utilizando la teoría feminista hace crecer la capacidad de estima a una misma y a las otras mujeres, así como el reclamo de la figura de María como mujer solidaria. Lo hace tratando de no afectar su complejidad y con el convencimiento de que María no es irrelevante.

Afirma Karl Rahner que la imagen de María en la Iglesia siempre ha estado íntimamente ligada a la imagen de la mujer en un momento determinado; en la vida cotidiana, a mayor proliferación de las imágenes de la Madre de Dios por excelencia, esclava humilde que también es reina de los Cielos, totalmente obediente y agraciada con virtud perfecta, corresponde una imagen femenina de sometimiento. Él sugiere que los varones paren de escribir sobre María y dejen que sean las mujeres las que se encarguen de ello.

Ahora las mujeres tenemos algo que decir sobre María: lo hacemos desde la perspectiva de nuestras luchas por la emancipación de la dominación patriarcal y desde la opción por la plena dignidad. Son numerosas las críticas de teólogas feministas que cuestionan una María de Nazareth convertida en la Virgen y Señora encerrada en privilegios y glorias, enjoyada con virtudes que la aíslan y separan del resto de las mujeres. Estas investigadoras arriesgan propuestas que surgen del encuentro entre Miriam y las mujeres, un encuentro novedoso y auténtico que promueve que las mujeres busquen una redefinición de la identidad que tienen de sí mismas, sus roles y capacidades en una sociedad estructurada por varones. Construyen nuevos significados teológicos que resitúan a María y la relacionan con otras mujeres del entorno de Jesús, rechazando ideas de aislamiento que la separan de la comunidad de los discípulos y que posibilitan su conexión con otras mujeres a lo largo de la historia.

Las mujeres hablan con autoridad y la fuente de esta autoridad es el Espíritu de Dios: si los signos de los tiempos aparecen, es porque Dios sigue hablando y actuando dentro y a través de la historia: ¿no será éste el tiempo de tomar conciencia del cambio radical que en su condicionamiento cultural está conociendo la imagen de la mujer y su repercusión en el ámbito privado, público y mundial?

De algo estamos seguras: la idealización de María no favorece el bienestar de las mujeres de carne y hueso; María, como modelo de perfección jamás posible de alcanzar, induce la idea de una superioridad espiritual femenina que se concreta en una vida de autosacrificio para agradar a los varones provocando infelicidad y sometimiento; como mito inculcado por el pensamiento patriarcal, es soporte funcional a la opresión e irá muriendo definitivamente porque es perjudicial y contrario a lo que las mujeres y la comunidad anhelan.

María, como genuino ser humano que actuó de acuerdo con el Espíritu, fue una mujer judía del siglo I. Ella vivió su virginidad y su maternidad a su manera.

María Marta Casal, DNI 5.927.898

emisanteva@gmail.com – Neuquén


En 1854 el Papa proclamó el dogma de la Inmaculada Concepción, en tiempos en que la devoción popular hacia María se manifestaba en nuevas apariciones, peregrinaciones y órdenes religiosas dedicadas a su nombre integrando una multiplicidad de formas de veneración. Estas devociones expresan cómo por una parte María representa el poder y las posibilidades de la mujer, contrarrestando una visión muy patriarcal de Dios: en ella muchos encontraron consuelo, ternura y fortaleza en el sufrimiento. Por otra, las imágenes que se nos imponen han sido configuradas por hombres y funcionan para definir y controlar las vidas femeninas. En esta perspectiva las experiencias de las mujeres brillaban por su ausencia y sus voces se silenciaban oficialmente.

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