Una mujer con las manos en la batuta
Mujeres directoras hay pocas, pero de ópera menos. Y Susana Frangi es la única que lo hace en la Argentina.
Es una de las escasa directoras de orquesta argentinas, pero seguramente la única que dirige ópera en el país, mientras en el mundo son contadas. Susana Frangi se decidió por esta carrera, después de haber acompañado al piano a muchos cantantes y también a bailarines.
Formada en La Plata, de una familia tradicional de esa ciudad, con una legendaria panadería que su bisabuelo bautizó «La Sonámbula», por la ópera de Bellini, su destino parecía signado. Ahora, después de haber estado en Venezuela, su segunda patria, lo suyo es encarar con su batuta las obras del panorama lírico, dando un toque femenino a la orquesta, que en sus manos suena muy bien.
– ¿Una carrera original para una mujer?
– Es cierto, comenzó en La Plata donde mi familia llegó en 1880 desde Italia y estuvo entre los fundadores. Todavía tenemos un negocio de esa época, es la panadería más antigua de la ciudad, la hizo mi bisabuelo que era albañil y la bautizó «La Sonámbula» por su fanatismo por Bellini, y también participó de la construcción de la Catedral de La Plata y del primer camino que la unió con Buenos Aires. La historia de la ciudad estuvo muy ligada a mi familia, porque incluso el primo de mi abuelo era el dueño de la primera compañía de tranvías y mi tío fue varias veces intendente . Yo egresé de la Universidad de La Plata con el título del profesorado superior y la licenciatura en piano que cursé con maestros fantásticos como Roberto Castro, diez años de música de cámara con Lyerko Spiller y dirección coral con Guillermo Graetzer, además de estudios con Waldo Sciamarella o Ernesto Epstein. Fue una hermosa época.
Después fui a Siena, Italia, en l973 a estudiar con Sergio Lorenzi una gran pianista y con el violinista Oscar Brengola. Luego volví a la Argentina y gané un concurso como maestra interna en el Argentino de La Plata hasta que me echaron con el Proceso y entonces me contrataron en Caracas donde pasé doce años e hice amigos como una extensión de mi familia. Allí preparaba todas las óperas porque nadie hacía ese trabajo. Llegué con una contrato privado y al día siguiente me presenté en el teatro Municipal en una época maravillosa de Venezuela por su condición económica. Se podían encarar las ideas más descabelladas en el marco de una total apertura mental.
– Un privilegio trabajar así
– Realmente, a todo me decían que si. Entonces participé de la creación del Centro de Opera de Caracas, era la maestra y pianista de la compañía plagada de figuras tales como Alfredo Kraus, Renata Scotto o Giorgio Zancanaro. Después se creó el teatro Teresa Carreño y allí organicé la escuela de ópera además de un festival anual en San Cristóbal en la frontera con Colombia junto con una cantante norteamericana. Aparte de conciertos, grabaciones y hasta régie. Incluso participé del sexto Festival Internacional de Teatro junto a figuras como Streeler, Kempf, Kantor y el madrinazgo de Vanessa Redgrave.
En el trópico todo de hace a lo grande. Y me podía haber quedado porque estaba totalmente asimilada. Pero nació mi hija, que es caraqueña y decidí que la educación para ella era mejor en Argentina. Volví y al día siguiente me contrataron en el Colón. Un golpe de suerte que nunca se da. Empecé como contratada y luego estable por concurso. Cuando llegué a Buenos Aires estudié dirección orquestal en el Conservatorio Nacional con Mario Benzecry y a partir de allí me metí en el tema de dirección orquestal, siempre en ópera.
– ¿Por qué directora de ópera?
– Es lo mío y lo que conozco. Aunque en Caracas estuve seis meses haciendo ballet con figuras como Godunov, Bujones, Vassiliev o el gran Nureyev al que tuve el privilegio de acompañar en una clase y era un ser etéreo. Pero es otra cosa intuir lo que le pasa al bailarín, eso me es más fácil con el cantante, porque estoy desde siempre compañándolos al piano y conozco hasta su respiración y todo el repertorio Son especialidades diferentes y eso es muy importante para mi. Por eso cada vez que trabajo una ópera es como redescubrirla.
Julio Pagani
Descubriendo las variantes de la ópera
¿Sensibilidad?, elemental y con más razón en el caso de Susana Frangi, capaz de diferenciar los matices románticos de «La Clemenza di Tito» (la ópera de Mozart que dirigió en el teatro Avenida ) respecto de otras obras que dirigió, como «La Flauta Mágica». Pero también encaró la Lucrecia Borgia de Donizzetti, «Norma» y «Il Pirata» de Bellini o » Armida» de Rossini para la Casa de la Opera y el mismo título (pero de Gluck ) que prepara en el Colón.
Ella capta variantes y estilos. Porque también hizo la primera ópera que se escribió en el continente americano en 1701, «La púrpura de la rosa» de Tomás de Tarrajón y Velazco o la «Dafne» de Marco de Galiano, vedaderas rarezas.
Fue la primera mujer que dirigió en el Colón en temporada oficial con «La ocasión hace al ladrón» de Rossini. Un hecho histórico.
«Este es un mundo de hombres, nada fácil, porque ellos han concentrado el poder en este medio musical. Si el grado de competencia es muy fuerte entre los hombres, con una mujer es todavía más» confiesa Susana Frangi a quien tres mujeres le posibilitaron el acceso al foso de la orquesta: Adelaida Negri para su versión de «Lucrecia Borgia» , Anna D´Anna para Juventus Lírica en «La Opera del mendigo» y «Les mamelles de Tiresias» de Poulenc, y Cristina López que la incitó a dirigir «Doña Francisquita», todos éxitos.
A pesar de que pensaba que hombres y mujeres son lo mismo frente a una orquesta, se convenció por comentarios de los mismos músicos que ella tiene su estilo, «una forma de autoridad diferente, y una relación con el cantante muy íntima».
Mientras tanto sigue colmada de trabajo en Argentina, lo que no deja respiros para el exterior donde es muy demandada. Recuerda la gala en Nueva York acompañando al piano a grandes cantantes, sus intervenciones en Curaçao que fueron registradas por la televisión holandesa, sus experiencias con Haendel o Rossini, su constante trabajo como maestra preparadora en el Colón. Frangi tiene firmes las manos en la batuta y sólo aspira dirigir en su ciudad natal y encontrarse con Verdi y sus obras. (J. P.)
Es una de las escasa directoras de orquesta argentinas, pero seguramente la única que dirige ópera en el país, mientras en el mundo son contadas. Susana Frangi se decidió por esta carrera, después de haber acompañado al piano a muchos cantantes y también a bailarines.
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