Una mujer con liderazgo y capacidad de gestión

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SAN MARTÍN DE LOS ANDES (ASM).- Liderazgo y capacidad de gestión. Transitado el camino de la sorpresa y la consternación iniciales, aquellos que la conocían bien y se animaron a intentar una semblanza, coincidieron en esas dos características como distintivas de Luz Sapag. La intendenta será una mujer recordada por su fuerte personalidad pero también por su “joven” capacidad de aprender a escuchar al otro. Y es que, acaso, esa veta de creer que gobernar es formar equipos, construir ideas y debatirlas, pueda ser la imagen final de la trayectoria política de la hija de Don Elías y sobrina de Don Felipe, esos dos patriarcas del Movimiento Popular Neuquino (MPN) de cuya madera tenía mucho, con orgullo. Sapag se lanzó a la política con la marca personalista de aquellos que fueron sus mentores. Una mujer que asombraba por su capacidad de gestión, por la firmeza de sus decisiones, por la llegada a los sectores populares y por su velocidad para entender primero y resolver después los problemas comunitarios. Así atravesó buena parte de su carrera construida desde las funciones ejecutivas, hasta que le tocó en suerte abrazar las mismas causas pero desde los cuerpos colegiados. En San Martín de los Andes estuvo al frente de la intendencia en tres oportunidades, se desempeñó como diputada provincial, como convencional y senadora nacional. El rol destacado en la Convención Constituyente que reformó la Constitución Nacional de 1994, la participación en la Legislatura provincial y sus años en el Senado de la Nación, le enseñaron el valor del consenso. Así lo dijo explícitamente en más de un mensaje, en entrevistas, en sus discursos de apertura de sesiones en el Concejo Deliberante. Acaso esa experiencia tanto como la madurez, y el rol de abuela, que amaba sin par, le dieron a Luz esa nueva perspectiva. Fue el pasaje de aquella mujer que había sabido abrirse camino con la fortaleza que la política prejuiciosa creía, malamente, propia de los hombres. Fue la transformación de esa señora que no trepidaba en pegar cuatro gritos, mutada en esta abuela tan firme como antes, con las mismas virtudes, pero más comprensiva. Capaz de enfrentar a quien se le pusiese a tiro, pero sin dejar de entender razones. Sobre todo, de admitir que uno no siempre acierta. La primera Luz Sapag se habría maravillado de ese cambio puesto en evidencia en esta última Luz Sapag, que dejó la ciudad para siempre a los 66 años. Será un vacío grande, porque grande era su figura.


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