Una multitud le dio el último adiós a los alumnos asesinados

Unos 2.500 vecinos asistieron al entierro de los chicos en Patagones.

CARMEN DE PATAGONES (AV)- Ni siquiera la caminata de 14 cuadras y en pleno sol primaveral, permitieron alumbrar los espíritus como para admitir que Evangelina Miranda, Sandra Núñez y Federico Ponce ya no caminarán las calles de esta ciudad.

Ayer, en medio de la congoja popular, una multitud los acompañó desde el club Atenas, donde los velaron, hasta su última morada en el cementerio de esta ciudad.

En tanto, al joven detenido se le hicieron las pericias psicológicos y ayer estuvo ante la jueza aunque no trascendieron mayores detalles.

La primera noche detenido la pasó solo y durmió toda la noche. A pesar de estar autorizados, sus padres no lo visitaron en la celda.

Ya habían pasado más de 24 horas de las balas asesinas que disparó a mansalva un compañero de Primero «B» de la escuela «Islas Malvinas».

La actividad estuvo virtualmente paralizada a la hora de la despedida, salvo algunos niños que jugaban a la pelota, y en su mundo, justo a la vuelta de donde una abatida masa inició la marcha de a pie tras los féretros. Sobre la cancha de básquet un millar de personas estuvo junto a los familiares de los adolescentes.

La congoja era homogénea, incluso se pudo observar gran cantidad de gente que cruzó el río desde Viedma a darles su último adiós desde la tarde del martes pasado, cuando en esa institución se armó la capilla ardiente.

Antes de la partida del cortejo fúnebre, el obispo de Viedma, Esteban Laxague, ofició un responso para despedir los restos de los tres adolescentes, en medio de un profundo silencio y dolor interno.

El intendente maragato Ricardo Curetti, ligado afectiva

mente a una de la familia de las víctimas, no pudo contener el llanto y se quebró apenas asomó a la puerta detrás de los féretros que fueron retirados cerca del mediodía.

Más enteros, al menos exteriormente, se los veía a los Ponce, pese al cansancio y la incredulidad que dejó en los rostros una noche de vigilia y de miles de interrogantes tirados al aire.

Algo así como «¿qué fue lo que pasó…?, si nosotros dejamos al hijo vivo en el colegio, y nos los devuelven muerto»…. .

Entre los allegados a las víctimas se confundían los alumnos de la escuela «Islas Malvinas», vecinos y funcionarios del Ministerio de Educación bonaerense, quienes se quedaron en Patagones por expreso pedido del titular de esa cartera, Mario Oporto.

Los féretros fueron trasladados a mano durante casi el kilómetro y medio de recorrido, y ningún allegado se quiso despegar de ellos.

El deber moral y de solidaridad cubrió todos los cordones de un extremo a otro de las veredas de la avenida Perón por donde la columna confluyó hacia la necrópolis. En aras de acompañar, si hasta los techos se llenaron de gente.

La abuela de Evangelina no quiso saber nada de que le contaran lo que ocurrió finalmente con su nieta. Al cementerio llegó en silla de ruedas y estóicamente asimiló el momento hasta que un taxi la devolvió a su casa.

No fue fácil ingresar al pórtico de la última morada. Allí se reunieron alrededor de 2.500 personas, y la desazón cobró vigor sobre la muchedumbre ya que se trataba de la despedida final.

No todos pudieron dejar una flor o tocar los féretros como los compañeros de división.

La descompensación se apoderó de varios chicos y debieron ser asistidos por personal médico. Una jovencita tuvo que ser llevada al hospital Pedro Ecay con una crisis nerviosa.

 

Momentos de tensión

Por la conmoción popular, la Dirección de Tránsito de la comuna buscó preservar el momento de la despedida y permitir que la prensa pueda hacer su trabajo, instalando un vallado aislante sobre los movimientos de la concurrencia.

Si bien el acompañamiento se realizó sin inconvenientes, un hermano del chico Ponce trató de hacer justicia por mano propia contra el fotógrafo de «La Nueva Provincia», Néstor Malaspina, quien debió refugiarse en una combi asignada a un equipo de televisión cuando éste se interpuso a la salida del cementerio. Las hostilidades por parte de allegados a la familia se extendieron a periodistas de medios televisivos porteños. (AV).

 

Una marcha de dolor y silencio unió Viedma-Patagones

VIEDMA/CARMEN DE PATAGONES (AV).- Viedmenses y maragatos coincidieron ayer en reclamar por la vida y la justicia en el transcurso de una marcha que los unió atravesando el puente Basilio Villarino. Unieron de a pie unos ocho kilómetros aproximadamente.

Alrededor de 1.000 personas, entre estudiantes, vecinos, empleados y dirigentes barriales se concentraron sobre la rotonda del Instituto Pablo VI de esta capital, en el acceso oeste a la ciudad.

Desde allí se dirigieron en dirección a Carmen de Patagones, y a medida que iban avanzando, se fue sumando gente en completo silencio, en señal de duelo por la muerte de tres adolescentes de la escuela Islas Malvinas.

La muchedumbre ingresó a la ciudad maragata por la avenida Yrigoyen y desde allí se dirigió al centro de la ciudad tomando por la calle Comodoro Rivadavia.

La necesidad de salir a expresar el dolor hizo que mucha más gente se plegara a la espontánea manifestación de ambas poblaciones, con lo cual las calles fueron cubiertas por casi 2.500 personas.

A la altura de la plaza 7 de Marzo hicieron un alto para escuchar un responso del obispo de Viedma, Esteban Laxague, utilizando como escenario la explanada del templo parroquial de Patagones.

El prelado convocó a un minuto de silencio aunque previamente advirtió que «en esta jornada cabe silencio porque hay mucho dolor, y por lo tanto, no es el momento de grandes declaraciones».

Luego solicitó que «respeten nuestro silencio, no nos pregunten (nada)» porque «sufrimos demasiado y dejen que en nuestro silencio podamos pensar en todo lo que hemos vivido du

rante estas últimas horas».

Consideró que «empieza para nosotros un día distinto, hay un antes y un después que tiene que comprometernos a todos».

La pacífica manifestación -de la que también tomaron parte algunos familiares de las víctimas- prosiguió luego hasta el muelle de lanchas ubicado a pocas cuadras donde arrojaron flores al agua en homenaje a las víctimas.

 

Por el centro cipoleño

CIPOLLETTI (AC).- «Nos sorprende, y entristece. Es Inhumano. Pero hay que pensar por qué lo hizo el chico. Por ahí tenía problemas personales, le faltaba apoyo de los padres, tenía conflictos que no podía resolver», dijo Jorge Méndez (12), con un análisis meduloso para sus años, alumno de séptimo grado del colegio Padre José María Brentana, mientras caminaba en la marcha de silencio relacionada con la matanza de escolares en Patagones.

Fue organizada anteayer a la noche por esa institución, y tomaron parte casi 800 personas, entre alumnos, docentes, directivos, padres y vecinos, después de una misa de reflexión oficiada para mitigar el dolor de los familiares de las víctimas y pedir para que este tipo de situaciones no se repitan.

La marcha partió a las 11.30 desde el templo parroquial San Juan Bosco, aledaño al colegio y, por calle Don Bosco, de contramano, con un auto de Tránsito municipal abriendo paso, derivó hasta la avenida Alem, de allí a La Esmeralda y por la Juan XXIII regresó al instituto.

Mucha gente que hacía trámites o andaba de paso por compras y gestiones se paraba y seguía, también en silencio, el paso de la manifestación.

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