Una ofrenda a los dioses incas
Los Niños del Llullaillaco fueron hallados a 6.700 metros de altitud, en perfecto estado de conservación y no se trata de momias en sentido estricto, porque no fueron preservados por ningún medio.
En su reposo, estaban acompañados de numerosos objetos, algunos de una factura artesanal sorprendente. Por ejemplo, los camélidos (llamas) de plata son huecos y están soldados, circunstancia increíble para los especialistas actuales, que ignoraban que los incas pudieran tener esa técnica. Ahora intentan descubrir cómo lo hicieron. Las tejedoras del norte argentino también se sorprenden por la factura de un poncho que acompañaba a los niños y aseguran que no pueden tejerlo con la calidad como lo hacían en el imperio.
La Niña del Rayo tenía un poco más de seis años. Estaba sentada con las piernas flexionadas, las manos semiabiertas apoyadas sobre los muslos y su rostro en alto apuntando hacia el Oeste-Suroeste. Luego de su entierro, en algún momento de los últimos siglos la elevada temperatura de una descarga eléctrica quemó parte de su rostro, cuello, hombros y brazos, como asimismo sus prendas y parte del ajuar que la acompañaba. Su cabello lacio está peinado con dos trenzas pequeñas que salen de la frente, y lleva como adorno una placa de metal. Sus ojos están cerrados y la boca semiabierta, pudiéndose observar la dentadura. Como sinónimo de belleza y jerarquía, su cráneo fue intencionalmente modificado, teniendo una forma cónica.
La Doncella es una joven de quince años de edad. Estaba sentada con las piernas flexionadas y cruzadas, sus brazos apoyados sobre el vientre y su rostro mirando en dirección opuesta a la niña del rayo. Su largo cabello está peinado con pequeñas trenzas, como era costumbre en algunos poblados de los Andes. Se cree que la joven haya sido una «virgen del Sol» educada en la «Casa de las Escogidas» , un lugar privilegiado para las mujeres en el tiempo de los Incas.
El Niño tenía siete años de edad. Estaba sentado sobre una túnica gris con las piernas flexionadas y su rostro -en dirección al sol naciente- apoyado sobre las rodillas. Como todos los hombres de la elite incaica llevaba cabello corto y un adorno de plumas blancas, sostenido por una honda de lana enrollada alrededor de la cabeza. Está vestido con una prenda de color rojo; tiene en sus pies mocasines de cuero de color claro con apliques de lana marrón; posee tobilleras de piel de animal con pelaje blanco y en su muñeca derecha lleva puesto un brazalete de plata.
Sus puños están cerrados; el rostro no es visible y sus párpados están semi cerrados y exhibe también una ligera deformación del cráneo que sugiere su origen noble.
Los Niños del Llullaillaco fueron hallados a 6.700 metros de altitud, en perfecto estado de conservación y no se trata de momias en sentido estricto, porque no fueron preservados por ningún medio.
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