Una pequeña tormenta

Por Gerardo Bilardo

El gobierno de Jorge Sobisch atravesó esta semana una bre-ve tormenta cuando algunos de sus funcionarios desobedecie-ron parcialmente la orden que implicaba rescindir los contratos de los empleados que vencieron el 31 de diciembre del año último.

En el primer día hábil del 2000, desde algunas empresas del Estado y entes descentralizados se informó que muchos de los contratos que habían caducado serían renovados.

Pero esta decisión desató una enérgica respuesta desde los niveles más altos del gobierno. «Los contratos no se renuevan», repitió a lo largo de la semana el ministro de Planificación y Control de Gestión, José Brillo, desde la Casa de Gobierno.

Brillo tuvo que salir a cumplir el papel de hombre inflexible para tratar de corregir aquello que, en el contexto del plan de ajuste impulsado por el gobierno, podía llegar a interpretarse como una señal de debilidad que emergía en sectores del Estado neuquino.

Ningún hombre del oficialismo admitió que, a partir de este episodio, el gobierno pudiera estar frente a una interna, tal vez la primera visible. Sin embargo, una alta fuente oficial confesó en secreto que algunos integrantes del elenco del gobierno cometieron «picardías» con los contratados y aclaró que por tal motivo debían responder por decisiones que iban en contra de la orden impartida por el gobernador.

El plan anunciado por Sobisch al asumir sus funciones incluía la eliminación de los contratados, una legión de empleados que alcanza las mil personas. Se indicó que habría contemplaciones para casos muy específicos, pero nada más que eso.

En la empresa de energía provincial, el EPEN, se planteó una discusión sobre la racionalidad del programa de reducción de empleados. El subsecretario de Energía, Ricardo Rodríguez Alvarez, ofreció a los dirigentes de la Asociación Trabajadores del Estado la alternativa de revisar la función de cada uno de los 71 contratados que tiene el EPEN. Pero tras mantener una entrevista con Sobisch, el titular del área energética regresó a su despacho con una respuesta negativa en el bolsillo.

Las expresiones que vertieron sindicalistas y funcionarios de Energía a lo largo de la semana permiten deducir que ambos coinciden en un punto: en el EPEN, no todo el personal contratado es prescindible.

Al parecer la discusión sobre la suerte de los agentes contratados ya terminó, aunque ahora derivará en otros caminos, con la medida de fuerza que los empleados preparan para la semana que se inicia y que puede llegar a afectar el servicio en el interior de la provincia.

Todo este debate acerca del personal contratado sucedió en Neuquén mientras el mandatario neuquino se encontraba en la ciudad de Buenos Aires buscando un respaldo del gobierno aliancista de Fernando de la Rúa. En 48 horas, Sobisch se reunió con la mayoría de los ministros del gobierno central y regresó a la provincia con lo que había ido a buscar: señales de apoyo a su programa de gobierno.

Hay tantas coincidencias que tendríamos que estar en el mismo partido, le dijo Sobisch a la ministra de Desarrollo Social, Graciela Fernández Meijide, en la reunión que mantuvieron en Buenos Aires.

La broma no fue una casualidad: el gobernador le estaba hablando de ideas semejantes a la única integrante del gabinete de De la Rúa que pertenece al Frepaso.

Otros mensajes

La política de seducción desplegada en Buenos Aires por el gobernador también tiene otro mensaje y otra intención. Es la apuesta que hace un mandatario que pertenece a un partido provincial para acercarse, a través de una vía indirecta, a los legisladores de la Alianza local, una fuerza política que tiene trece representantes en la Cámara de Diputados y que maneja la llave para aprobar parte o todo el paquete de reforma del Estado que el oficialismo está enviando en cuotas a la Legislatura.

Ahora la Alianza está procesando esta señal que acaba de llegar. Y aunque algunos de sus representantes legislativos ya dijeron que no aceptarán las presiones de la Casa Rosada, el movimiento que hizo el gobernador en los últimos días los obliga a discutir sobre el delicado equilibrio que significa formar parte del oficialismo a nivel nacional y cumplir el papel de oposición en la provincia.

Muchas de las decisiones que deben tomar los legisladores provinciales llegaron a la Cámara con un molde parecido a las que impulsa el presidente De la Rúa a nivel nacional.

En ese contexto, la Alianza neuquina debe definir su estrategia. Si los diputados del radicalismo y del Frepaso se oponen al plan del gobierno provincial, corren el riesgo de que aquí les aconsejen, en tal caso, criticar al presidente de su partido. Y si aceptan el programa, pueden perder el lugar que les dio la sociedad para preservar el equilibrio del poder político en la provincia.

Como ocurrió anteriormente con los diputados del peronismo, que ahora se presentan en sociedad con un poco creíble discurso opositor al programa de reducción de gastos, el Movimiento Popular Neuquino parece tener intacta la habilidad de complicarles la existencia a las fuerzas políticas que tiene en la vereda de enfrente.

Se trata de una estrategia que está muy aceitada en el partido fundado por la familia Sapag, cuyos dirigentes la han utilizado como un arma que se presenta endemoniada frente a los adversarios.

Aunque probablemente no estén besuqueándose en público con el partido provincial, como lo hicieron en algún momento los diputados peronistas cuando Carlos Menem era presidente, los representantes de la Alianza ya disminuyeron los decibeles de la confrontación con el sobischismo gobernante.


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