Una tendencia peligrosa

Por Carlos Torrengo

Desde lo político, el gobierno rionegrino no tiene problemas de poder.

En ese escenario, sus dificultades tienen otra naturaleza: padece lo que el italiano Norberto Bobbio define como «defectos de poder».

Entre otros defectos, cierta dosis de incapacidad para reclutar alternativas que apunten a mejorar la calidad de gestión política en tiempos de crisis.

Si se coincide con este razonamiento, ante la crisis fiscal que vive la provincia, el gobernador Pablo Verani se enrola entre los afectos a la «tendencia hacia adelante». Con esta especificidad la politicología denomina la disposición de los gobernantes a restar oxígeno a su poder produciendo más de lo que se conoce como negativo de su acción.

O sea, marchar hacia el futuro con «lo mismo» que ha llevado si no al fracaso, al menos a situaciones poco aconsejables.

Por «lo mismo» debe entenderse el conservadorismo en el manejo de ideas. También en la elección o mantenimiento de funcionarios.

Cuando en días complejos este estilo prima en el poder, la descomposición de éste es una posibilidad concreta.

Verani recibió en los últimos días voces y señales de alerta sobre esta eventualidad.

El martes el mandatario y el vicegobernador Bautista Mendioroz mantuvieron una reunión que sólo la lealtad que se prodigan impidió que fuera muy dura.

De cara a la gravitación que adquiere la crisis fiscal sobre el futuro de la provincia, Mendioroz le formuló un largo rosario de sugerencias. Pueden sintetizarse en: democratizar más el manejo del poder, no haciendo del círculo más íntimo del mandatario un sistema de decisión excluyente.

Las sugerencias se extendieron incluso a abandonar actitudes y conductas propias de proyectos hegemónicos, planes quizá estériles ante el vigor de la crisis fiscal en curso. Y hubo un consejo: tomar contacto con referentes de la oposición y sectores de gravitación en la vida pública de la provincia, a fin de ayudarse a razonar sobre la situación fiscal imperante.

Verani concluyó el encuentro con atisbos de disgusto. Y con reflexiones que infieren una conclusión: seguirá gobernando mediante la inquietante «tendencia hacia adelante».

O sea, más de lo mismo.

Y esta tesitura desgrana desconcierto incluso en franjas de los aliados al gobierno.

Un caso es el del economista Guillermo Wood.

Es uno de los líderes del Frente Grande que insistieron en el seno de esa fuerza en la necesidad de armar la alianza con el radicalismo. Desarrolló una lucha desigual, ya que la resistencia a seguir ese camino primó en el Frente Grande.

Pero Wood siguió. Y es diputado electo por la Alianza. Llegó a ese sitio cargado de esperanzas de poder trabajar con los radicales en lo que le pareció un fin común: racionalizar la acción del gobierno ante la crisis fiscal. Darle a la gestión Verani mayor soporte técnico en materia económica.

Desde esa expectativa, sistematizó ideas y formuló documentos que elevó a no pocos dirigentes del partido y funcionarios del gobierno.

Pero a lo largo de estos meses Wood -un profesional con dilatada experiencia en organismos internacionales de desarrollo económico- fue ignorado por los factores de poder más gravitantes del radicalismo.

Su disposición a un debate abierto sobre las cuestiones públicas para avalar decisiones, generó envidias y recelos en hombres muy cercanos al gobernador.

Ahora, al menos hasta este fin de semana, Wood no descarta adoptar una decisión: asumir la banca pero no integrarse al bloque de la Alianza que domina el radicalismo.

O simplemente renunciar a la misma.

Pero compenetrado en manejarse mediante la «tendencia hacia adelante», el gobernador Verani también genera confusión en otros tramos de la política.

Un caso es el del ala del Frente Grande que no se sumó a la Alianza. Hoy son sólo una franja de lo que fue el tercer partido político de la provincia, pero tienen representatividad ante la conducción nacional de la fuerza que lidera Carlos «Chacho» Alvarez.

Entre ellos figuran el presidente del partido Oscar Meilán y el diputado Eduardo Chironi. Ambos están embarcados en un proyecto: restañar las heridas que significó en las filas del Frente Grande la conformación de la Alianza, y volver a unirse con Wood y su sector. Con tono crítico o no, la eventual consumación de ese proyecto, implica integrarse a la Alianza.

Incluso, la señal que en la última semana recibieron desde la tienda de Alvarez es inequívoca: guste o no, hay que pensar en términos de sumarse a la Alianza. Y ahí está el radicalismo rionegrino.

Entonces la duda: ¿cómo sumarse a una fuerza que hace de la «tendencia hacia adelante» su estilo de ejercer el poder?

En fin, todo un espasmo para los remanentes del Frente Grande.


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