Unidad en la izquierda 

Por Aleardo Fernando Laría (Especial para "Río Negro" )

n las elecciones que ganó Aznar en 1996, la izquierda (PSOE e Izquierda Unida) obtuvieron juntas el 48% de los sufragios, frente al 39 % de los votantes populares. Sin embargo, la dispersión de sus votos y el sistema D»Hont permitieron la victoria del Partido Popular. De allí que la alianza PSOE-IU que se acaba de materializar en España suponga un cambio considerable en un panorama electoral marcado por el problema vasco y que parecía destinado a repetir sin sobresaltos el resultado anterior. Además de cambiar el eje del debate y llevarlo a una típica confrontación derecha-izquierda, el pacto tiene importancia simbólica, puesto que es la primera vez desde la transición que socialistas y comunistas reconvertidos, acuerdan una estrategia común .

El «acuerdo de gobierno» que han pactado socialistas e Izquierda Unida tiene un claro color socialdemócrata: se comprometen a reducir la jornada semanal de trabajo a 35 horas; a aumentar el salario mínimo y las pensiones más bajas; a «redistribuir» la carga impositiva aumentando la fiscalidad de las rentas del capital; etc. Pero al mismo tiempo evitan toda radicalización al aceptar IU «mantener los compromisos internacionales en materia de seguridad y defensa» -OTAN incluida- y también el Pacto de Estabilidad europeo que compromete a todos los países de la UE a controlar el déficit fiscal.

Se trata sin duda de emular la unión de la «izquierda plural» en Francia, que bajo el lema «sí a la economía de mercado, no a la sociedad de mercado» ha logrado importantes avances en materia de desarrollo económico y social. El pragmatismo de Jospin permitió que tomando distancia de la tercera vía y aplicando medidas de corte keynesiano, la economía francesa ha crecido a un ritmo anual del 3%.

El acuerdo de gobierno de la «izquierda plural» en España causó indisimulable malestar en el PP. Una avalancha de declaraciones le atribuían al pacto socialcomunista ominosos propósitos. Sacarán a España del euro, afirmó Aznar; aumentará el desempleo, aventuró el vicepresidente Rato; quebrarán la seguridad social, aseguró el portavoz del gobierno. Pero ya calmados, los populares se han puesto a sacar cuentas y pronostican ahora que la alianza de izquierdas deja solo en el centro político al PP, e izquierdiza al PSOE lo que podría deslizar un millón de votos de centro moderado, que habitualmente apoyan a los socialistas, hacia las arcas de Aznar.

Es evidente que el riesgo asumido por el PSOE es grande y la posibilidad de perder votos por el centro es real, y también que el protagonismo alcanzado por IU les pueda rebañar votos por la izquierda. Pero Almunia, ante una elección en la que todo el mundo lo tachaba de resignado perdedor, prefirió arriesgar, confiando en que el acuerdo supondrá una importante movilización del electorado de izquierda que se refugiaba en la abstención.

Los expertos en demoscopia especulan ahora acerca de lo que pasará en la «zona de juego», es decir los siete millones de electores de «centro» y la influencia que el acuerdo tendrá sobre el millón de votantes de IU que en las elecciones europeas del año pasado se decantaron por la abstención. Si se tiene presente que en las elecciones generales de 1996 sólo 300.000 votos separaron a los socialistas del PP, todo apunta a que el 12 de marzo habrá un final de infarto.

El problema para la alianza de izquierdas estriba ahora en que incluso sumando sus votos no alcanzaría la mayoría absoluta para gobernar. Sería entonces muy difícil al PSOE hilvanar, como en el pasado, algún acuerdo con los nacionalistas catalanes, horrorizados con esta radicalización del programa de gobierno. Bien podría darse la paradoja de que la alianza de las izquierdas, útil para alcanzar más escaños, fuera la principal causa que les impidiera formar gobierno.

 


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