“¡Va cayendo un paisano carajo!”

Acaso todo empezó cuando escuchaba las anécdotas en Huincul de su abuelo Héctor, pionero del desarrollo de la industria en la zona. Recuerda, por ejemplo, la de aquel operario que se trepó a una torre sin asegurarse al arnés y perdió el equilibrio.

–¡Va cayendo un paisano carajo!–gritaba mientras volaba hacia el piso. Terminó en el hospital. Y su jefe, Héctor, utilizó el caso para advertir al resto del equipo sobre la importancia de tomar medidas de seguridad.

Después tomó la posta su padre, Walter: en las historias, en la preocupación por la prevención. Y en las mudanzas petroleras: Ailen vivió en Roca hasta los 15, tuvo breves pasos por Choele Choel y Comodoro Rivadavia y terminó el secundario Buenos Aires, donde luego obtuvo su primera licenciatura.


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