Valores y lecciones

MARIA EMILIA SALTO

bebasalto@hotmail.com

El asunto fue así: mi sobrina María Luz, que está transitando el primer año del arriesgado territorio llamado «secundario», se sacó un uno (1) en un examen escrito de geografía. A cualquiera le puede ir mal, y mi memoria convoca el cuatro en matemáticas que alguna vez me hizo volver a mi casa con pasos más que aprensivos. Lo original de este aplazo es que fue motivado por permitir copiar a un compañero o compañera, no supe nunca, puesto que la culpable se negó a dar nombres y la autoridad si lo supo, prefirió castigar en un sentido ciertamente notable, a la fuente del conocimiento y no a la vasija receptora del mismo.

María Luz es una excelente alumna. La profesora, también excelente, jugada con los derechos humanos, en fin; y además, ella la quiere y la seguirá queriendo. Bueno, ¿qué pasó aquí? ¿Qué tipo de lección es ésta? ¿Por qué esta jovencita exhibe cierta luz de satisfacción en sus ojos y su expresión? Debería, a tono con la lección recibida, estar furiosa, culpar a la otra u otro que le pidió tal o cual dato, jurarse no darle una mano más a nadie…

Podrá argumentar usted, y en realidad, yo también, que no se debe copiar, que cada cual merece lo que supo construir y si esto es así ahora, después en la vida así estamos, los aprovechados de los honestos y…

Sí, sí. Veamos algunas cosas. El castigo no fue para el o la aprovechada sino para la que estudia, sin advertencia previa. A más de uno de nosotros nos ha pasado que la profe, perfectamente al tanto de la situación, dice «Fulanita, basta» o se pone a recorrer el aula o lo que sea. El mensaje no es un reforzamiento de la responsabilidad; es un llamado al sálvese quien pueda, y semejante valor ¿o disvalor? es el mensaje oficial, y con oficial quiero decir el que prima. Quien adhiera a la solidaridad, a la ayuda, a interés por el otro, aún a riesgo de perder algo, rema contra la corriente.

Quizás este tipo de situaciones pueda ser procesado de otra manera, desde un debate en clase hasta un trabajo sobre estos códigos. La solución represiva generalmente se adopta porque es la más fácil. Pero no tiene mucho que ver con los códigos adolescentes, a años luz de los nuestros.

Usted dirá: con el panorama educacional que tenemos, con temas que se abalanzan sobre la escuela como la violencia familiar, la pobreza, la propia violencia de los pibes, las bandas armadas con navajas, esta mina pretende que la docente destine pierda tiempo en este asunto de la copia. Quizás tenga razón, aunque mi argumento tiene un punto favorable: es un tema solucionable dentro de una pléyade de dramas con carácter de hecatombe. Y tiene el no poco mérito de poner en el debate a partir de un hecho protagonizado por los estudiantes, cosas como la responsabilidad, la solidaridad, el egoísmo; valores que son permanentes, más allá de su utilidad en términos del «éxito» en la vida: por eso, precisamente, son valores.

Creo que esta profe puso en juego sin quererlo, claro, y se horrorizaría de mi razonamiento, el mensaje final de la dictadura: salvate vos a costa del otro. No es poco, sobre todo porque a tantos años de democracia, persiste.

Usted puede considerar que estoy siendo demasiado cruel con esta docente, y extremando un razonamiento que no da para tanto. Debo decir, en mi defensa y en la de María Luz que en muchos aspectos nuestra escuela está militarizada, desde los férreos horarios con pibes quietos, hasta la utilización del poder que da tener la sartén por el mango para castigar, discriminar, y tantas actitudes que son vistas como normales no sólo por el cuerpo docente sino por la misma comunidad.


Formá parte de nuestra comunidad de lectores

Apoyar el periodismo de calidad es fundamental para mantener una sociedad informada y construir una democracia sólida.

Quiero mi suscripción

Comentarios