Verdades del MPN

por JORGE GADANO

Por razones que nunca fueron debidamente explicadas, el Estado, o sea nosotros, sostiene a los partidos políticos con una contribución monetaria por cada voto que reciben. La Unión Cívica Radical es, obviamente, uno de tales partidos, pero su ingreso ha venido decayendo en la misma medida que sus votos. Se han ido esos ingresos con Lilita Carrió por un lado y con Ricardo López Murphy por el otro, de modo que, como están las cosas hoy, el partido que se rompía pero no se doblaba se arrastra en la miseria.

A la gente parece no importarle la agonía de tan venerable partido. Unos ciudadanos sólo saben mirar las más recientes experiencias que les han dejado los gobiernos radicales nacional y de provincias, otros las disfrutan porque son peronistas, y los más despachan el caso con un encogimiento de hombros. Pero quienes sabemos de la sabiduría que los herederos de Leandro Alem, Hipólito Yrigoyen, Marcelo T. de Alvear, Ricardo Balbín, Horacio Massaccesi y otros hacedores supieron acumular, pensamos que el Estado debe contribuir a la supervivencia de ese partido, como lo hace con la Iglesia Católica, con un aporte complementario. Ese aporte podría ser una bonificación por antigüedad –como las que perciben los trabajadores de algunos gremios– que, de concretarse, haría que la UCR volviera a la prosperidad, ya que se trata de un partido con más de cien años.

Sí, es verdad, el beneficio alcanzaría a todos los antiguos, entre ellos el Movimiento Popular Neuquino, al que ya le falta poco para cumplir el medio siglo y no le falta plata. Más bien le sobra, tal cual lo evidencia el gasto de la campaña que, a no dudarlo, llevará a Jorge Sobisch a la Rosada.

El dinero, no obstante, podría destinarse a la formación de un archivo histórico que, alguna vez, pueda servirle a algún historiador para escribir la biografía del partido. No toda, quizás, porque hay tramos de esa historia que no dan para el lucimiento, como la participación en la dictadura de Onganía, pero sí aquella que resalta la constante lucha neuquina contra la Pampa Húmeda, que hoy continúa, porque sigue siendo Buenos Aires la responsable de los males que aquejan a los neuquinos.

En el archivo no debe faltar una sección especial que guarde las grandes verdades emepenistas. Una de tales verdades, comentada en esta columna hace un par de semanas, fue la que proclamó la dirigente Gloria Sifuentes, quien tuvo a bien recordarle a Jorge Sapag que «los trapos sucios se lavan en casa», después de que éste declarara que el partido estaba «desmovilizado». Además, y como para demostrar que no había tal desmovilización, la dirigencia emepenista puso en movimiento contra los docentes a los «fasci di combattimento» de la organización, capaces de romper huelgas, huesos y todo lo que se les ponga por delante.

Una segunda verdad, la que dice que no se deben sacar los pies del plato, fue incorporada al reservorio doctrinario oficialista por uno de los más caracterizados portadores de ideas del MPN –quien las llevó del felipismo al sobischismo– el ex gobernador y actual senador Pedro Salvatori. Dijo que «nadie valioso en 44 años ha sacado los pies del plato», y completó advirtiendo que «los que los han sacado no son valiosos».

Enterado de esa declaración y considerándose destinatario, Sapag puede haber quedado sumido en un avanzado grado de perplejidad tratando de ver si, efectivamente, él sacó sus pies del plato emepenista, como también si por haberlo hecho dejaba de ser valioso.

El miércoles pasado Sifuentes quiso aclarar. Dijo –refiriéndose al dirigente salido de las entrañas de la clase obrera petrolera Guillermo Pereyra– que «los que creen que se van a salvar yéndose del partido, después terminan perdiendo y se dan cuenta de que son lo que son dentro del MPN, porque una vez que se van no existen».

Naturalmente, quienes «no existen» no son sólo los que se van. Tampoco existen los que no están ni se quieren ajustar a las reglas del conductor. Esos son, en estos días, los docentes, que han sufrido en carne propia el verdadero significado de la metáfora «no existen» a manos de un grupo defensor de la libertad de tránsito.

El ataque de Plaza Huincul probó, con la contundencia del palo y la piedra, que esas son también verdades emepenistas. Pero no sólo eso. Porque lo cierto es que los docentes fueron desalojados, con lo cual quedó evidenciado que los otros son más fuertes. En el mismo escenario, hace diez años una pueblada cortó la ruta 22 y, obviamente, ninguna patota pudo desalojar a la gente. Pero los docentes de hoy están muy solos, y no se alcanza a ver en Neuquén ninguna fuerza capaz de enfrentar a la del partido gobernante, encabezado por un jefe que está dispuesto a todo.


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