A casi 20 años del triple crimen de la Comarca Viedma-Patagones

La casa de Belgrano 542 de la capital rionegrina se transformó años después en la sede de la Universidad Nacional de Río Negro.

El atardecer del viernes 24 de abril de 1998 marcó a fuego a viedmenses y maragatos. Un joven ensangrentado pidió auxilio a unos vecinos y allí comenzó una cadena de sucesos que permitió conocer un horrendo triple crimen ocurrido en el interior de una céntrica vivienda en Viedma.

Todo ocurrió en la cocina de la casa ubicada en Belgrano 542, donde hoy se levanta la sede central de la Universidad Nacional de Río Negro.

Allí, Javier Gómez de 19 años asesinó a golpes con una pesada lima a su abuelo Juvenal Alsogaray de 70, a su madre Mirta Alsogaray de 49 y a su pequeña hermana Rocío de 9.

Su hermano Gonzalo, de 16 años, pudo escapar luego de recibir varios golpes en la cabeza y pidió ayuda en un comercio ubicado junto a la casa, a pocos metros en dirección a la calle San Martín.

La primera versión fue que había sido atacado dentro de la vivienda sin poder identificar al agresor, pero con el correr de las horas –ya internado en el hospital Zatti– reconoció que su hermano había sido el autor de la masacre. Hasta allí llegaron el exjuez Pablo Estrabou y el exsecretario Carlos Piedra para tomarle declaración y luego de varias contradicciones el adolescente contó su versión de los hechos que involucraba a Javier.

En la vieja casa, poco visible desde el exterior por un paredón de unos 3 metros de altura y una gruesa puerta doble de hierro, la familia compartía una amplia habitación ubicada sobre el garaje y un pequeño baño en la planta baja.

También había un salón que estaba desocupado pero hasta poco antes de la tragedia fue alquilado para el funcionamiento de un gimnasio. Ese alquiler ayudaba a los magros ingresos familiares.

En la cocina, aledaña a aquella amplia dependencia, fueron encontrados los cuerpos de las tres víctimas ultimadas con un pesado elemento de metal que con el correr de la investigación se confirmó que se trató de una gruesa lima.

Los policías accedieron al lugar para notificar a los ocupantes de la agresión sufrida por el joven de 16 años y se encontraron con la dantesca escena. La casa estaba en penumbras porque el autor había cortado la luz y eso hacía más dramática la situación.

La madre, el abuelo y la hermanita habría sido la secuencia del asesino y en el ingreso quedó una bicicleta que habría sido utilizada por el único sobreviviente, aunque no se estableció si intentó huir con ella o llegó a la casa al momento del sangriento hecho.

El cuerpo de Mirta estaba en el centro de la habitación, el del hombre mayor recostado contra una esquina y la pequeña, cerca de su progenitora.

Mientras integrantes de la justicia y policías trataban de armar el rompecabezas dentro de la vivienda, afuera se inició un amplio operativo para ubicar al autor quien había abandonado la escena sin que hubiera rastros ni testigos.

La búsqueda

La búsqueda incluyó operativos especiales en los dos puentes que comunican las ciudades de la Comarca, varios allanamientos y recorridas policiales que llegaron hasta la zona de chacras del Idevi.

Además, en casas aledañas a los hechos residían familiares de las víctimas y la policía reforzó la seguridad ante el temor que se ampliara el ataque a otras personas de ese círculo.

Durante más de dos días nada se supo de Javier Gómez, único sospechoso, tiempo suficiente para que se tejieran todo tipo de especulaciones en las charlas cotidianas de vecinos que no salían de su asombro por los hechos y por la violencia ejercida, de acuerdo a las informaciones que se conocían, algunas oficiales y otras alimentadas por la fantasía popular.

Sesenta horas después, la curiosidad de unos vecinos permitió localizar al asesino en la terraza del edificio del Idevi, a escasos metros de la vivienda de Belgrano 542.

El caso

3 Víctimas fatales: Juvenal Alsogaray de 70 años, Mirta Alsogaray de 49 y Rocío de 9, integrantes de una misma familia.

El asesino estuvo prófugo casi tres días y fue hallado de casualidad en un edificio lindero al lugar del hecho.

Javier Gómez, autor de la masacre, fue declarado inimputable y se quitó la vida 17 meses después en su lugar de internación.

Luego de conocerse el brutal asesinato, los familiares de Javier Gómez reconocieron que tenía mala relación con todos. Sufría trastornos mentales.

Gonzalo, hermano de Javier, pudo escapar luego de recibir varios golpes en la cabeza y pidió ayuda en un comercio ubicado junto a la casa del crimen.

La casa donde ocurrió la masacre estuvo durante muchos años abandonada. Hasta que la compró la UNRN y la reformó por completo.

Un joven parco y con poco contacto con el exterior

Javier Gómez fue descripto como una persona con problemas de convivencia, tenía poco trato con los vecinos y con el correr de los días se supo que padecía trastornos mentales que requirieron su atención en el servicio de Salud Mental del hospital Zatti, aunque su atención fue ambulatoria ya que desde unos años antes regía en la provincia la Ley de Desmanicomialización.

A principios de abril de aquel año se había radicado en una localidad del Gran Buenos Aires, donde residía su padre Juan Gómez, y regresó a Viedma 48 horas antes de la masacre como atestiguaba un pasaje de colectivo que se encontró en el interior de la vivienda. El regreso estaba previsto para la misma noche de la tragedia, certificado por un segundo ticket hallado en el lugar.

Esa poca comunicación con el mundo exterior no permitió encontrar testigos que pudieran ubicar al joven en la capital provincial durante esos ajetreados días.

Su padre confirmó luego la mala relación que Javier tenía con el resto de la familia y aseguró que el regreso del joven a Viedma no tenía como motivo principal un encuentro con su madre y sus hermanos.

Desde su detención, dos días después del hecho, el sospechoso permaneció alojado en la Comisaría Primera de Viedma y fue imputado por triple homicidio calificado y lesiones leves calificadas por el vínculo en una causa que pasó a manos del entonces juez penal Víctor Ramírez Cabrera, quien estaba de licencia al momento en que ocurrieron los asesinatos.

El autor del triple crimen de la comarca siempre permaneció en silencio en distintas audiencias que tuvo en la sede de los tribunales locales.

Un mes después el magistrado dejó en libertad al joven porque consideró que no había elementos suficientes para vincularlo con los asesinatos, aunque determinó su internación en la clínica “San Agustín” de Cipolletti hasta que los profesionales que lo atendieran determinen si podía recibir el alta o no.

Días más tarde fue declarado inimputable por insanía mental luego que los peritos le diagnosticaran “un cuadro profundo de esquizofrenia con trastornos de conducta”. Gómez permaneció en aquella clínica hasta que el 1 de septiembre de 1999 fue hallado ahorcado en su habitación.

Una “curiosa” detención

A fines de la década de los noventa el edificio “Gobernador Emilio Belenguer”, más conocido como “del Idevi” era el punto dominante de la capital rionegrina con sus nueve pisos de altura.

La curiosidad de dos vecinos permitió que cerca del mediodía del lunes 27 de abril la policía pudiera atrapar al escurridizo joven sospechado de terminar con la vida de su abuelo, su madre y su hermana.

Gerardo Gallardón llegó hasta el lugar para realizar un trámite en la sede de la Dirección de Pesca, ubicada en el octavo piso, se encontró con Gabriel Schneider, en aquel momento contador de la Jefatura de Policía; y no resistió la tentación de subir hasta el último piso junto a su amigo para disfrutar de la vista panorámica. Eso “siempre había sido una intriga para mí” comentó en aquel momento.

Las crónicas de “Río Negro” de aquellos días recuerdan que mientras los dos observaban la ciudad fueron sorprendidos “por una mano chiquita que golpeaba el vidrio desde la terraza” y un joven pedía que le abrieran una de las ventanas.

Gallardón contó que el muchacho les dijo que no podía ingresar por la puerta “porque tiene la manija rota, parece que se le salió el clavito” y que “me pusieron la traba en la ventana y me dejaron afuera, y acá hace mucho frío”.

La sorpresa inicial se transformó en sospecha. Los tres desandaron el camino hasta el octavo piso donde Javier Gómez ingreso a uno de los baños. Gallardón y Schneider relacionaron su presencia con los asesinatos, dieron aviso a la policía y una decena de uniformados ingresaron al edificio y atraparon al joven en el baño, sin que opusiera resistencia.

Fuentes policiales habían asegurado que el edificio donde hallaron al asesino había sido revisado, pero horas después dos vecinos lo encontraron.

meses después que lo atraparan, Javier Gómez se quitó la vida. Había estado internado en la clínica San Agustín de Cipolletti.

17

años tenía el autor de la masacre. Había llegado unos días antes a la ciudad y ya había sacado el pasaje para irse a su ciudad.

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Datos

Luego de conocerse el brutal asesinato, los familiares de Javier Gómez reconocieron que tenía mala relación con todos. Sufría trastornos mentales.
Gonzalo, hermano de Javier, pudo escapar luego de recibir varios golpes en la cabeza y pidió ayuda en un comercio ubicado junto a la casa del crimen.
Fuentes policiales habían asegurado que el edificio donde hallaron al asesino había sido revisado, pero horas después dos vecinos lo encontraron.
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