Bahía Creek: un nuevo pueblo asoma en el paraíso escondido

Un centenar de viviendas ya forman parte de lo que es hoy un rincón ideal para el turismo. Pero, como en otros poblados, hay residentes permanentes que crecen en número. El proyecto que se impulsa implica también ordenar y planificar para el futuro.

Una visión agreste se hace interminable para llegar a Bahía Creek. De repente, el estado original y monótono de los viajeros se altera. Al superar dunas del polvoriento Camino de la Costa y quedar en la cúspide de un tobogán impuesto por el trayecto, asoma la gran caleta. Ese paraíso escondido que cautivó a muchas familias va rumbo a transformarse en un pueblo por decisión de las autoridades capitalinas que detectaron una explosión constructiva con un centenar de viviendas.

La entrada a ese pequeño villorrio marítimo implica ganar la costa, pues hay que sortear sinuosas y angostas calles que definen una serie de manzanas irregulares, y en consecuencia, los visitantes deben circular con cuidado utilizando una bajada construida sobre los acantilados.

En innumerables ocasiones, la línea de marea muestra puntos de azul turquesa cuando el mar está limpio y sin algas sobre la playa ubicada a unos 100 kilómetros de esta capital.

Allí, cada día se descubre algo nuevo en el medanal contiguo. Los “baqueanos” que han explorado esa cadena subiendo y bajando dunas en la búsqueda de puntas de flechas en asentamientos indígenas, se vieron obligados a desplazarse con brújula para no extraviarse.

El agua cristalina de la playa demuestra que un bañista puede tener la línea de la superficie en la nariz, y mirando hacia el lecho, identifica sus pies en forma nítida. Eso es Bahía Creek que de aquí en adelante tendrá un proyecto urbanístico sobre ese punto de la costa Norte del golfo San Matías donde los visitantes pueden aprovechar hasta la puesta del sol en mar durante los largos anocheceres del verano, a raíz de su rara ubicación en el mapa.

Se forjará sobre la base de un informal loteo que promovió –entre allegados y amantes de la naturaleza–, Gisela Bochi, esposa de Adolfo Paesani, un ayudante de albañil de origen italiano que fue autorizado a ocupar un predio rico en pasturas para actividades ganaderas sobre la punta de la caleta (ver aparte) en la década del 30.

Antes de construirse la bajada formal en la década del 70, los lugareños descendían casi en una posición de sentados sobre la barranca por una improvisada y medanosa escalera esculpida sobre la arenisca del acantilado.

Con los años, ese lugar cobró más jerarquía. Los amantes de la naturaleza hicieron correr la voz sobre que allí había grandes cangrejos.

Con la llegada de los primeros acampantes, los Paesani montaron su primer almacén, y a veces arrimaban algún cordero para contribuir a la dieta. Todos los veranos, se sumaban más contingentes de turistas, y a su vez, los Ñanculeo, otra familia autóctona, ofrecía a la venta exquisitas tortas fritas.

Un segundo antecedente en la consolidación como villa lo forjó el enclave del Club de Pescadores que instaló un refugio. Desde allí, se asistió a los campamentistas que venían a pescar o a practicar actividades subacuáticas por tratarse de un sitio apto.

La extensión territorial de la Municipalidad capitalina hasta Bahía Creek que vio la luz en 2015 con la sanción de la ley provincial N° 5075 derivó luego en la Ordenanza N° 7831 de reordenamiento costero, de carácter transitorio. Así, se creó entre otras decisiones, la Unidad Ambiental Bahía Creek promoviendo una encuesta ante el detonante edilicio.

Algunos expertos creen que al sobrevenir la intervención del Estado, un importante grupo de viedmenses se apuró a construir como pudo en los últimos años.

Como la primigenia cesión de derechos a particulares dio lugar a cierto desorden edilicio de un centenar de viviendas, este último marco normativo suspendió las actividades constructivas, la venta de terrenos, y se otorgó un plazo –por ahora prorrogado– a los propietarios para presentar un certificado de la subdivisión de la tierra practicada de hecho y de las edificaciones existentes.

“Hay mucho por hacer” dentro del relevamiento de los hechos preexistentes y la futura planificación de un vasto sector costero, admitió la subsecretaria de Ordenamiento Territorial y Servicios Públicos, Lucrecia Yunes.

Por caso, se debe definir si el amojonamiento catastral de terrenos lo pagarán los poseedores o la familia Paesani, como propietarias del campo que dio lugar al loteo.

Lucrecia yunes

Ante la intervención de la Municipalidad de Viedma, algunos se apuraron a construir en los últimos años, sin planificación.

El dato

Los Paesani, una familia de pioneros y cargada de historias

“Fue mi madre la pionera (del asentamiento) porque era muy amiga de la gente del Club de Pescadores (los primeros que adquirieron los lotes), y yo le seguí los pasos”, expresó José Paesani su único hijo varón con orgullo y manifiesta estar contento por pertenecer a una familia que pronto verá la fundación oficial del nuevo poblado. Los Paesani son propietarios de siete kilómetros de costa que suman a las de tierra adentro, hasta el vasto medanal que de vez en cuando amenaza con tapar alguna casa de la villa.

Josesito, como le llaman sus allegados, recibe a “Río Negro” en un amplio living-comedor del casco de la estancia, en lo alto del acantilado, y frente a un ventanal que da al mar y al caserío.

Ese sitio de la vivienda es el mismo por el que su madre –fallecida en 1998– vio en 1945 al final de la segunda guerra mundial, una nave que emergió de las aguas para luego desaparecer, y luego el vuelo rasante de una avión.

Por entonces circulaban versiones de intensa actividad náutica y aérea de origen alemán, ante la supuesta escapatoria de jerarcas nazis en busca de refugios seguros. Los testimonios de Gisela circularon por todo el mundo, y se presume que en la playa contigua de Caleta de los Loros, hay bajo cuatro metros de arena enterrados dos U-boat alemanes, y unos 1.000 metros mar adentro.

Josesito, guarda libros y recortes de esa situación novelesca, pero de vuelta al presente advierte que luego de una serie de reuniones con las autoridades municipales se acordó que se deben realizar las mensuras y sólo “se le otorgará la escritura a quienes compraron y pagaron”.

Aunque pueden existir cortocircuitos administrativos, pronosticó días de ventura para este lugar porque “habrá un ordenamiento, y no se podrá edificar sobre la barranca, y el progreso podrá traer servicios de agua, telefonía y luz”. Consideró muy importante consolidar un servicio de energía eléctrica.

Josesito Paesani

Borobia, el primer habitante de la villa, desde 1981

Rolando “Pajarito” Borobia, es hijo de una familia viedmense de tradición confitera. Las masas son un deleite, y se conocen en todo el país. Sin embargo, se cansó de la ciudad y desde 1981 que sentó allí sus reales.

Se jacta de ser el primer habitante estable de la villa. Se instaló antes de la radicación de Elio Caponi, el actual almacenero. Éste, a su vez ofrece habitaciones en alquiler.

“Pajarito” insiste: “acá (en la villa, ya que la estancia Miramar de Paesani está a casi dos kilómetros) somos mi señora y yo, Caponi que mientras techaba su casa durmió en la mía, y los albañiles”, que vienen desde Viedma a construir casas.

Todo empezó cuando la esposa de Paesani le preguntó: “Si te gusta tanto [el lugar]… ¿por qué no te elegís un terreno?”.

Borobia estaba cansado de hacer mudanzas todos los veranos y acampar. Ahí nomás, hicieron la cesión de derechos a 1,50 pesos el metro, y comenzó la construcción en un terreno de 15 por 50 metros.

La segunda condición –por fuera de la operación comercial– es que no le hiciera la competencia porque Gisela ya tenía una despensa con la que atendía a los turistas que venían a la playa durante los veranos.

A medida de que pasó el tiempo Borobia pudo mejorar su calidad de vida. Incorporó cinco generadores eléctricos que usa de acuerdo a la necesidad y dos heladeras, mandó a construir una perforación de la que extrae una exquisita agua dulce con un pie de molino.

Con ese equipamiento llena una cisterna que usa para consumo humano, regar la parra, los tomates y la tupida vegetación del “siempre-verde”, y le suministra agua a los vecinos que están construyendo.

La confortable vivienda cuenta con televisión satelital. Prefiere mantenerse lejos del mundanal ruido.

Pajarito Borobia

La opción de la vía judicial

Con la nueva ley 5075 que le otorga plenas facultades al Municipio, la Provincia de Río Negro ya se desentendió de los problemas de convivencia y hay huellas por borrar en ese sentido.

Hace exactamente dos años atrás, los entonces secretario de Derechos Humanos de Río Negro, Daniel Badié, y el director de Tierras, Enrique Álvarez Costa, recibieron a integrantes de la comunidad mapuche Las Aguadas, acompañados por su equipo técnico profesional.

En ese marco, los funcionarios dieron a conocer el agotamiento de la vía administrativa, e instaron por una determinación judicial en relación al histórico conflicto que un grupo de familias mantiene con un vecino.

“A mediados de este año, los concejales “deberán tratar la Ordenanza final” definiendo qué servicios se van a prestar”.

Lucrecia Yunes, subsecretaria de Ordenamiento Municipal.

Datos

Ante la intervención de la Municipalidad de Viedma, algunos se apuraron a construir en los últimos años, sin planificación.
2015
Es cuando, mediante una ley, se extiende la jurisdicción capitalina hasta la playa de Bahía Creek.
“A mediados de este año, los concejales “deberán tratar la Ordenanza final” definiendo qué servicios se van a prestar”.

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