Villa Florencia sopla sus 100 velitas

Sus arbolados bulevares son uno de los patrimonios más queridos.

“Aún se puede sentir el olorcito de las antiguas chacras cuando en verano uno sale a la vereda al caer el sol”. La frase pertenece a un vecino de Villa Florencia, una barriada en la que los antiguos pobladores dejaron sus raíces y a sus hijos también. “Porque los niños desde pequeños fueron enseñados a amar el barrio”, cuenta don Mario que llegó al lugar hace treinta años y nunca más se fue. Sus hijos y los hijos de sus antiguos vecinos criaron a sus descendientes en el barrio y de tanto en tanto se encuentran en la plaza o en el tradicional mercadito a recordar las calles de tierra, la llegada del teléfono y cómo les cambió la vida el asfalto.

Los habitantes saben muy bien de qué se trata el sentido de pertenencia. Es sentirse en casa, es saludar al vecino de la otra cuadra como si fuera de la familia, es salir a protestar cuando el municipio pretende cortar uno solo de los tantos árboles añosos que engalanan los bulevares, es el trabajo solidario de hombres y mujeres que hace varias décadas pusieron de sus propios bolsillos el dinero para construir el primer centro de salud del barrio y sus propias manos para hacerlo.

“Todavía recuerdo cuando los niños jugaban de noche en la plaza del barrio y ningún padre se preocupaba, porque todos cuidaban a los niños. Todos sabíamos que ese gordito era el hijo de don Luis, el de pantalón azul era el de la verdulera o que el otro era el hijo del vecino de la otra cuadra.

Las puertas de las casas estaban siempre sin llave y el vecino entraba sin pedir permiso. Las siestas se respetaban a rajatabla y los chicos corrían desesperados cuando escuchaban el silbato del heladero, contó uno de los vecinos más antiguos de Villa Florencia.

la modernidad

Eso fue hasta fines de los 70, principios de los 80, cuando la modernidad avanzó sobre la fisonomía del barrio. Llegaron los primeros teléfonos de Entel, el asfalto y la industria y con todo eso se fueron perdiendo algunas costumbres e incorporando otras nuevas.

Pero pese a todo Villa Florencia se esfuerza día a día por conservar aquellos símbolos que son parte del patrimonio urbano del lugar. Su diseño se construye en torno de varios bulevares que sostienen olmos centenarios, plantados cuando el sector era un conjunto de chacras.

En el corazón del barrio está la calle Intendente Carro, estrecha senda divida por una hilera de árboles que en verano son un verdadero túnel de sombra y frescura. Sin embargo, su crecimiento descontrolado hizo que las raíces levantaran el asfalto y amenacen con invadir las veredas.

En varias oportunidades a lo largo de los años el municipio intentó talarlos, pero la resistencia vecinal hizo en todas las oportunidades que la acción quedara sólo en la simple declaración de intención.

“Estos ejemplares son parte de nuestra historia y no vamos a permitir que se mueran. Muchos de nosotros los vimos crecer y hoy son todo un emblema del barrio”, coinciden los vecinos que durante años vivieron en esa calle.

“Es salir a la vereda y recordar el aroma de las chacras de doña Florencia”, insiste don Mario.

La plaza o el tradicional mercadito marcan para los vecinos la sensación de “sentirse en casa” que viven en su barrio.

Rosana Rins

rosana@rionegro.com.ar

Los añosos árboles del barrio son muy defendidos.


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