Vitale y Baglietto, compromiso y emoción
“Río Negro” se reunió con ambos antes de los shows
Eduardo Rouillet eduardorouillet@gmail.com
Lluvia intermitente en San Telmo, en toda la Capital. Pegajosa y parca. Donde Vitale tiene su casa y estudio, donde sus viejos Esther y Donvi matean, organizan, leen, Liliana da clases de canto, la actividad no para. De entrada nomás un regalo maravilloso, inesperado: el cd + dvd grabado en vivo en el Teatro Colón el 22 de junio, recién salido del horno. Nos disponemos a verlo con Lito en un plasma de vaya a saber cuántas pulgadas: “Nostalgias”, “Tarde”, “Garúa” y “El otro cambio, los que se fueron”… Aplausos y bravos en la imagen. Entra Juan, tranquilo, preguntando: “¿Quién es ese pelado?” –Un tan Baglietto, le contestan –La idea era hacer algo bien acústico, donde yo no tocara más que el piano. Abrimos con tres tangos, el tema de Litto Nebbia con un cuartetito. Salto a pista 14 “Postales del alma”. “Acá está el hijo de Juan (Julián) en percusión y batería. Esto es para que tengas una idea…” Lito apaga la tele. –La emoción traspasa la pantalla. Vitale: Cuando ocurre eso, está buenísimo. Es difícil sentir lo mismo ante un devedé que en un concierto, pero la idea era que se dé… Por suerte, conseguimos músicos a los que no les da lo mismo tocar con nosotros. Ni a los dos, con ellos. El compromiso es mutuo. Baglietto: Básicamente hay compromiso. Pero ¿por qué sucede esa simbiosis que a su vez se transmite y se traduce en la emoción que te llega, a pesar de estar delante de un televisor? Es algo relacionado con nuestra conexión, con el oficio, con la pasión. –Desde que viniste a Buenos Aires, Juan, tu vida ha recorrido un largo trecho, la voz corre limpia, parece que saliera de las tripas… –Sale de los testículos, básicamente. Pero… yo creo que es por el recorrido. En otro tiempo, andaba distraído en otras cuestiones más superfluas dentro del hecho musical y no estaba concentrado en tratar de transmitir… Cuando empezamos a tocar juntos, fue una decisión sentarnos, vestirnos de negro, una determinación estética casi conceptual. Es decir, pongamos el foco en lo que suena, en lo que es, en lo que vale la pena. En lo que se escucha, en lo que se transmite. Por otro lado, tengo menos balas y aprendí a apuntar mejor y a pegarle más de lleno. Lito: Cuando arrancamos con el dúo, del 96 al 2001, y en esta segunda etapa más todavía, lo hicimos porque teníamos muchas ganas, porque lo disfrutamos al máximo. Esta vuelta, tocamos con nuestros hijos. –Cuando los vi tocar con sus hijos, pensé cómo sostener un encuentro semejante, compartir el escenario, que ellos ya estén a la altura de ustedes? –Es que la primera razón por la cual los invitamos fue porque son buenos músicos. – En el sendero que han transitado, también formaron a sus hijos para que estén dónde están. –Baglietto: En el caso de Julián, creo que le hemos dado soporte. Se trata de empujarlos para que hagan su camino. Felizmente, la brecha que en otras épocas ha sido muy difícil, digo, en la relación con nuestros padres… No es el caso de Lito, un marciano que tiene una familia con la que ha laburado toda la vida… Donvi y Esther son dos groenlandeses, no sé de dónde salieron, son únicos en ese sentido. Pero, te decía, se zanjó esa brecha, a tal punto que cuando –después de un montón de tiempo laburando yo con otros músicos– le propuse a Julián tocar juntos y me contestó: ¡por fin me lo dijiste! Qué sé yo, hijo… Muchas veces uno siente que no están preparados y termina siendo que nosotros no lo estamos para asumir que los hijos crecieron, tienen vida propia, su talento, su pasión. –La hondura con la que ustedes se comunican y transmiten viene de cada uno… –No sé siquiera si es un mérito eso. Quiero decir… No es producto de un sesudo análisis, de un trabajo para lograrlo. Creo que se relaciona con ser un poco inquieto y tener una visión un poco más amplia. Cuando era joven, miraba las cosas muy cerraditas, como por un teleobjetivo. Ampliar la visión permite sacarme el velo de yo soy esto o aquello y me da pudor reconocer determinadas influencias. Cuando llegué a Buenos Aires quería pertenecer. ¡Yo hago rock! Aunque tenía el corazón un poco diversificado, mirábamos por el agujerito del rocanrol. Después, tuve la gran posibilidad de juntarme con tipos como él (Lito), dueños de una visión mucho más amplia. Si bien inconscientemente hacíamos folclore, tangos, qué sé yo qué, nos sentíamos roqueros. Vitale: Hace días leí la nota a un músico hablando de un disco que hizo con otro colega… Decía: me parece muy divertido esto de juntarnos, muy divertido… Las palabras divertido y entretenimiento, en música, para mí, es completamente ajena. Si bien con Juan queremos no ser solemnes, no ser aburridos, la pasamos bien. No se trata de entretener, queremos movilizar y emocionarnos, no divertirnos. Yo la paso genial tocando con él, con la orquestita, con los chicos, pero no es diversión. Es un término que siento superficial. Son cosas que algunos artistas tienen como objetivos. Nosotros, no. Baglietto: Pasamos dos horas maravillosas… A la gente le ocurre lo mismo. Sí, como dice Lito, no es divertido, pero sí alegre, denso y tortuoso en otros pasajes. Básicamente nunca deja de ser emocionante. Cosa que casi inconscientemente, perseguimos. Hay una parte que es oficio. Yo tengo una estructura armada de lo que canto y hago, porque sé que me funciona. De todos modos, es una herramienta tan válida como saber tocar rápido. Si yo emociono es porque tengo oficio, porque sé que ciertas cuestiones pueden emocionar y porque yo me emociono.
“Pasamos dos horas maravillosas… A la gente le ocurre lo mismo”, prometen estos dos talentosos músicos.
Eduardo Rouillet eduardorouillet@gmail.com
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