Vivencia esperanzadora en lucha contra el cáncer
Desde adentro de una clínica especializada, un reportero gráfico retrató el día a día y los distintos momentos que debe vivir un paciente.
Luis García
Luis me cuenta que el día que le dijeron que tenía la enfermedad se partió en dos o, mejor dicho, se le apareció otro Luis. Uno no podía con su alma, se quería enterrar para siempre. Y el otro se reía de todo, ‘pero dejate de joder’ le decía Luis a Luis. Lo más llamativo para el Luis material es que ninguno de los dos se parecía a él, al que terminaba de escuchar el diagnóstico: cáncer.
Lo sospechaba pero lo negaba, sabía que algo venía mal. “Pero una cosa es pensarlo, imaginarlo y otra muy distinta que te lo digan”, explica.
Vinieron algunos días de encierro, de llanto y de dolor. Y una sensación de “estar encima de nada, parado sobre un puente sin suelo, viendo todo lo de abajo”, como cantaba un flaco rockero que Luis escuchaba con el pelo largo en la década del 70. Por entonces Luis se parecía un poco más al Luis que ríe de todo, al que no le preocupa nada.
Al quinto día se unificó. Se lavó la cara, se puso de acuerdo consigo mismo y salió a la calle, a pelearla. Y en eso está. Se encontró con un mundo nuevo, con gente que pensó que “no existía” y con ganas de pelearle con chances a la enfermedad. Aprendió de técnicas, de rayos, de médicos, enfermeros y de “gente que te resuelve todo, que te escucha y que no tiene problemas en devolverte una sonrisa y entender lo que estás necesitando”.
Me cuenta Luis de la radioterapia de intensidad modulada, de los moldes de plomos de las dosis y de las pastillas.
“Cuando te pasa esto, lo primero que pensás es ¿por qué a mí? Qué sé yo, todo se complica, pero también pensás ‘mirá lo que es esta gente, lo que hace por los demás, y no sólo ellos, sino los que están en la misma que vos y van para adelante’. Eso te gratifica y te da fuerzas, además del apoyo y el cariño de los que te quieren de verdad”, dice.
El hombre que se gana la vida retratando la vida decidió entonces hacerlo desde adentro, desde donde se defiende a la vida contra ese mal que ahora está identificado y “al que tenemos que pelear”.
“Lo hice porque sentí que esta forma, la de mostrar, la de contar; es la forma de ayudar y decir que no hay que tener miedo y que hay que hacerle frente. Me encontré con un lugar donde me atienden con la misma técnica que tienen las clínicas de Buenos Aires y con gente que no se encuentra en ningún lugar del mundo”, dice.
FOTOS: lUIS ALFREDO gARCÍA
Texto: rODOLFO cHÁVEZ
Luis García
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