Volver a la política
Macri no tuvo muchas alternativas. Por eso, este fin de semana salió a morder el polvo de la política.
Editorial
Mauricio Macri no tuvo muchas alternativas. Por eso, este fin de semana se calzó sus mejores zapatillas, convocó a la primera línea de dirigentes del Pro y la UCR –hasta hubo llamadas a la gente de Elisa Carrió– y salió a morder el polvo de la política.
El ensayo de estos primeros nueve meses de gobierno no pudieron con más de 2.000 años de historia de la política. Por eso, el presidente y su gente volvieron a tocarles timbre a vecinos de todo el país. La misma fórmula que usaron en campaña electoral para tratar de diferenciarse de los otros partidos y maquillar de antipolítica la única forma de ganar votos: haciendo política.
No alcanzaron los servicios que le prestó el kirchnerismo desde el primer minuto de su gobierno, con Cristina Kirchner a la cabeza, Guillermo Moreno a su derecha y José López, Julio de Vido, Hebe de Bonafini y otros tantos en la retaguardia. El gobierno sabe que el estilo K logró espantar votantes independientes que supieron hacerle guiños cómplices, pero que todavía existe un núcleo duro de ciudadanos que acompañan al “modelo” del que tanto habló Cristina Kirchner. No alcanzan para ganar una elección, es cierto. Pero su malhumor con el macrismo se puede respirar en la calle. Y ya hay mucha gente respirándolo.
Pasaron casi nueve meses desde que Mauricio Macri juró como presidente y faltan sólo nueves meses para que el país vuelva a embarcarse en una campaña electoral clave para los planes del gobierno.
En esto no hay vueltas: la economía esta encadenada de manera inevitable a la política y el proyecto de Macri está encadenado, a su vez, de manera inevitable a la economía, luego de la tierra arrasada que le dejaron los ambiciosos doce años de poder del kirchnerismo. Y una cosa es la distribución de fuerzas que hay hoy en el Parlamento, tras la reñida elección presidencial, con las PASO, primera vuelta y balotaje que dividieron en tercios la pelea –Macri, Scioli, Massa– y otra bien distinta la elección de medio turno del año que viene en la que se gana o se pierde en un solo día.
Con la mirada fija en las inversiones que no terminan de llegar, el gobierno sabe que una mala perfomance electoral puede ser un golpe mortal para el desembarco de dólares. Los constantes elogios del capital interno y externo al proceso de saneamiento económico que encabezó Macri no alcanzan. Hace falta, también, que los empresarios y los inversores hablen con el bolsillo.
No ayudaron, además, los errores cometidos por el gobierno en estos últimos meses. Más allá de las interpretaciones, el aumento de las tarifas públicas son una marca en el rostro del gobierno para la que ya no hay cirugía posible. Por evitar las audiencias, el oficialismo terminó llevando el tema a debate público y obligó hasta a la propia Corte Suprema de Justicia a tomar partido y sumarse al debate. Es cierto que el funcionamiento de todos los resortes institucionales
–Ejecutivo, Legislativo, Judicial– le hace bien a la República, por usar palabras de la diputada Elisa Carrió, pero también es cierto que el gobierno sufrió –sufre– un desgaste que podría haberse evitado si las decisiones de la “ceocracia” le hubieran dado lugar también a la política. Y la política aconsejaba, por ejemplo, gradualismo en los aumentos, esperar la aprobación de las paritarias o que llegue el verano, para que el ajuste fuera menos violento. Finalmente, está llegando el verano y el gobierno tiene que seguir financiando el déficit porque su proyecto terminó en el banquillo de los acusados.
Por eso, ahora que llegó el momento de volver a tocar timbre casa por casa, Macri se llevó en la recorrida a María Eugenia Vidal, a Horacio Rodríguez Larreta y al propio gobernador jujeño, el radical Gerardo Morales; pero hay alguien que no fue de la partida: el ministro de Energía Juan José Aranguren. Difícil imaginarlo tocándoles el timbre a los vecinos del conurbano.
Entre tanto vendaval, una a favor : los reflejos del gobierno para “pasar a retiro” al titular de la Aduana, por sospechas de corrupción, sin darle tiempo siquiera de llegar a la Quinta de Olivos para darle explicaciones al presidente. Ahí sí: ganó la política.
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