«El Yeti de Copahue», único habitante de la villa termal tapada por la nieve y el orgullo de hacer patria

Nicolás Canter hace la temporada de verano en una hostería y se queda en los meses más fríos. Es el unico civil y aquí cuenta cómo es vivir en ese paraíso blanco de Neuquén en la frontera con Chile y las excursiones y el refugio donde trabaja en el invierno: "Espero todo el año este momento, estar acá es un privilegio".  

Nieve sobre los techos de las cabañas, bardones de nieve que acomoda el viento y su bandera: el panorama que ve Nico al arrancar el día en Copahue, a 370 km de Neuquén capital. Es el único poblador civil. Foto: Nico Canter.

Un sábado a la noche, con dos grados bajo cero, cae una buena nevada y el viento sopla con furia en la Cordillera de los Andes: Copahue ya está tapada por la nieve y para Nico Canter, único habitante civil de esa villa termal que queda sepultada por el manto blanco en los meses más fríos, eso es la gloria.

«Está lindo esto amigo», dice desde este paraíso de la Patagonia donde todo parece salido de un sueño: hay un volcán que con su fumarola blanca recuerda que está activo, efectivos del Ejército que se aclimatan a condiciones tan extremas en lagunas congeladas para luego ir a la Antártida, un pequeño grupo de Gendarmería que patrulla esta zona de frontera con Chile.

Hay cabañas sepultadas, otras de las que emerge el techo y otras con más suerte que se alcanzan a ver las ventanas. Todo depende de cómo acomode los bardones el viento, el innombrable que los pioneros eluden convocar porque hace lo que quiere y solo queda guarecerse y resignarse. Hay, también, lagunas termales a temperatura tan alta que no hay frío que las congele. Y en el medio de eso, de tanta naturaleza salvaje, está Nico, el hombre de las nieves en la Cordillera de los Andes, el Yeti de Copahue que una vez se quedó en el invierno después de trabajar en la temporada de verano y desde entonces lo repite cada año porque desde que lo descubrió no hay nada que le guste más.

Desde hace seis, es el único habitante civil en el invierno de este tesoro de Neuquén a 19 kilómetros de Caviahue por una ruta 26 que es de de tierra en ese tramo y también queda bajo nieve. ¿Qué impulsa a Nico a esta vida solitaria? La respuesta: «Acá soy feliz, no necesito más nada, a mi dejame acá».

Nico en una de sus salidas de esta semana por Copahue.

«Todavía puedo salir de casa caminando», cuenta Nico: aún no necesita hacer un túnel como le pasó el año pasado, porque lo normal es abrir la puerta y encontrarse una pared blanca. Este su lugar en el mundo desde que acompañaba a su madre a hacer la temporada de verano en las Termas de Copahue cuando llegaron desde Zapala en los 90′. Siempre se las ingenió para quedarse un poco más después. Y desde hace seis años, desde que la conexión eléctrica permanece en los días más fríos del año en la villa, ahí se queda en un departamento de la Hostería Hualcupén, donde trabaja del 1° de diciembre al 1° de mayo cuando llegan los turistas, aunque suele instalarse un par de meses antes para hacer ajustes de mantenimiento y pintura.

Con lo que ahorra en verano, se financia en el invierno. Ahora, con las aguas termales que corren debajo como losa radiante natural, puede andar en patas aunque a veces para salir no queda otra que agarrar la pala y cavar. Hay señal y Wifi si el innombrable lo permite y con la teve satelital puede ver lo que le gusta, los documentales de naturaleza y animales. ¿Hay por acá? «Algún zorrito, alguna liebre», responde. Y las visitas de los reyes de los Andes, los cóndores. «Vienen a chusmear», dice y se ríe.

Así ve Nico a Copahue cuando sale a caminar,

Una vez por semana, según cómo venga de provisiones, baja a Caviahue, a 1600 msnm. Son 19 km por el camino intransitable en estos días, pero 8 km en línea recta que recorre feliz en unos 45 minutos de snowboard sobre nieve virgen.

Así se ve el complejo termal, las cabañas cercanas y el vapor de las lagunas que no se congelan por las altas temperaturas del agua. .

Así está el acceso a la villa termal.

Para volver, le mete unas tres horas de trepada, porque Copahue está a 2050 metros, 450 más arriba. Y para eso transforma la tabla de splitboard en esquíes de travesía con piel simil foca para evitar deslizarse hacia atrás. Y así, paso a paso, sube con la mochila de 60 litros cargada con yerba, fideos, arroz, galletitas, frutas y verduras, nada rebuscado.

Además de chequear que todo esté en orden en la hostería, otros amigos le piden que se dé una vuelta por sus cabañas que dejan bien cerradas para cuando llegue la nieve. Como un sereno solitario en la villa, él va, mira y les comparte fotos. “No me cuesta nada”, explica.

Y desde que Adrián de Caviahue Aventuras alquiló el Refugio El Montañés en Copahue, también tiene trabajo en el invierno: desde excursiones en moto de nieve y travesías sobre tablas a pasar bien tempranito a encender la calefacción y controlar que el agua corra en el refugio para que cuando arriben desde Caviahue los turistas todo esté en orden.

El panorama que ve Nico al salir en estos días..

El año pasado no solo llegaron al refugio quienes contrataron las excursiones, también ser acercaron vecinos de Caviahue y visitantes en sus propias motos de nieve o esquíes de travesía. Así son las cosas por acá, en esta maravilla de la Patagonia a 360 km de Neuquén capital, el último tramo por la espectacular ruta 26 que pasa por el Cajón del Hualcupén, bordea vallecitos donde tienen sus puestos los arrieros y desemboca en el azul profundo del lago Caviahue, con la primera línea de cabañas y hosterías a sus orillas, el centro de esquí a la derecha a apenas un kilómetro y medio y el volcán Copahue detrás.

Mientras espera que comiencen las actividades invernales, nada mejor para Nico que salir a explorar ese mundo blanco que se abre ante sus ojos. Si bien disfruta el esquí en las pistas pisadas de los cerros, esto es otra cosa. “Esto es Disneylandia”, dice.

«Cayeron dos nevadas grandes, hay más nieve que el año pasado a esta altura», dice Nico.

Por eso, si el viento no está furioso, sale a buscar desde donde tirarse. «Hasta unos 30 km/h se banca bien. Si sopla más fuerte se complica», cuenta Nico que chequea el pronóstico en Snow Forecat.

Suele acompañarlo su amigo Matías que se acerca desde Caviahue para caminar y trepar rumbo a Chile, pero sin cruzar la frontera como sí hacen los artesanos trasandinos que vienen desde Trapa Trapa y ofrecen sus productos en el verano en Copahue . Ahora es invierno, tiempo blanco.

Una trepada de esas puede llevar tres horas para un descenso de cinco minutos, pero vale la pena, algo así como la épica escena de Alterio en Caballos Salvajes pero en Copahue, las splitboards en modo snowboard y cóndores que sobrevuelan curiosos. “Se disfruta cada segundo”, dice Nico.  “A veces vamos parando para estirarlo un poquito”, relata.

Acá vive Nico. «Es un privilegio»; dice él.

Cargan y comparten toda la info del recorrido en Wikiloc y toman precauciones: no pierden nunca contacto visual y llevan un handy cada uno que solo permite el contacto entre ellos. ¿Es peligroso? “Puede serlo, depende de cómo tomes este deporte. Sabemos que hay riesgos, es parte de la adrenalina. La clave es bajarlos lo más posible”, responde Nico. Aunque lo han hecho, es raro que hagan dos descensos en un día, porque come mucha pierna y lleva muchas horas.

“Después hay que volver, no sabés cómo te quedan las piernas. Relajo un poco, me hago unas tortas fritas y me tomo unos buenos mates”, explica Nico en modo Gardel de la montaña, aunque no se hace cargo, lo vive como algo natural. “Y aparte estas salidas me sirven de entrenamiento, porque para las travesías con los turistas hay que estar al 110 %”, agrega.

Baqueano de este territorio de frontera, se suma a las excursiones en motos de nieve y las travesías sobre tablas. Cada día es una invitación a disfrutar de lo que supo ganarse: «Estar acá es un privilegio», dice.

Afuera sigue nevando. «Qué lindo», dice Nico y se va a cocinar mientras caen los copos blancos. Flamea su bandera: «Acá uno siente que hace patria, amigo».


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