Vuelve Pynchon, el otro cazador oculto

Figura enigmática, es celebrado como uno de los mejores escritores.

“La más pynchoniana de sus novelas: la más cómica, extravagante y excesiva”, dicen los críticos de “Contraluz”. Habrá que ver. Pynchon, mientras tanto, se ríe.

Una voluminosa historia que bajo el nombre “Contraluz” recorre el siglo XX en su totalidad, fusiona escenarios bien distintos y entrelaza cientos de tramas, marca la reaparición en escena del escritor norteamericano Thomas Pynchon, autor de culto que se ha hecho tan famoso por su narrativa intrincada como por el celo con el que resguarda su intimidad. Mientras se espera la traducción de “Inherent Vice”, una pieza ligera que el escritor más oculto de todos los tiempos dio a conocer en agosto del año pasado, ya están disponible en la Argentina esta novela que arranca en la Exposición Universal de Chicago de 1893 y se dispersa en geografías como Nueva York, Londres, Venecia, Viena, Siberia, Asia Central, París, Hollywood y hasta “dos o tres lugares más que no están en ningún mapa”. Considerado uno los novelistas norteamericanos más celebrados de la actualidad, Pynchon se distingue tanto por su narrativa compleja y laberíntica como por su aversión a los medios (padece de fobia social, no da entrevistas y casi no aparece en imágenes). Se sabe que el escritor –nacido en Long Island en mayo de 1937– vive en Manhattan y que la única foto que se conoce de él pertenece al anuario de su colegio, cuando se definía como amante de las pizzas y detestaba “a los hipócritas”. Tan enigmática es su figura que alguna vez no sólo se lo llegó a comparar con J.D. Salinger -otro escritor que durante toda su vida hizo culto del anonimato- sino que incluso hasta se especuló con que podrían ser la misma persona y hasta se lo acusó de ser el Unabomber. Pynchon irrumpió en la escena literaria en 1963 como un estallido con “V”, una novela que de inmediato cautivó a la crítica por su complejidad literaria y por combinar elementos de la cultura popular con el conocimiento científico y la erudición. Tres años después, “La subasta del lote 49” lo situó entre los escritores más importantes de su generación, y así se sucedieron obras como “El arco iris de gravedad” 1973), “Vineland” (1990), “Mason y Dixon” (1997), “Inherent Vice” (2009) y la antología de cuentos “Lento aprendizaje” (1984). Con “Contraluz”, escrita en 2006 pero recién publicada en castellano por el sello Tusquets, el autor se embarca en un juego especular que busca emular en su escritura las propiedades de un mineral transparente conocido como espato de Islandia, portador de una curiosa propiedad óptica: la doble refracción, que duplica en paralelo la imagen del objeto que se mira a través de él. En este nuevo trabajo, Pynchon se sumerge en un mundo de paranoia, con historias que van de lo “alto” a lo bajo, de lo enciclopédico a lo banal, tornándose progresivamente complejas a medida que avanza la ficción y se suceden las digresiones de todo tipo. Según anticiparon los críticos norteamericanos al momento de su publicación, “Contraluz” es la más pynchoniana de sus novelas: la más cómica, extravagante y excesiva. A la manera de un libro de viajes algo alucinado, Pynchon se vale de una cuadrilla llamada “Los Amigos del Azar” para emprender una travesía en una nave inconcebible que dará la vuelta al mundo y que funciona como una tripulación que parece venir de otros libros. De hecho, el libro alude a aventuras supuestamente ya publicadas, protagonizadas por esta banda, como “Los Amigos del Azar en busca de la Atlántida”, “Los Amigos del Azar y los Piratas de Hielo” y “Los Amigos del Azar casi chocan contra el Kremlin”. “Contraluz” carece de atajos narrativos de todo tipo: por el contrario, el autor parece gozar al máximo el detalle de las escalas y los encuentros con buscavidas, espías, ilusionistas, prostitutas, perros parlantes, profetas descreídos, jugadores compulsivos, mujeres que se fugan y anarquistas tirabombas que proliferan por el volumen. Los relatos se encadenan y por momentos el lector agradecería un mapa que trace el recorrido de los capítulos, aunque nadie se termina perdiendo, ya que lector sabe que está todo el tiempo lejos de una trama pero cerca de una voz, un tono. Con esta novela volvieron los detractores de Pynchon, aquellos que le reclaman menos “liviandad”, menos canciones “estúpidas”, más rigor y menos disparates. Mientras, los fanáticos que en inglés mantienen una página en torno a su ídolo les advierten a los recién llegados que “no crean en lo que le dicen”, en el sentido de que “las novelas de Thomas Pynchon son brillantes pero difíciles” y que necesitarán diccionarios y enciclopedias para entenderlas, así como para interpretar sus referencias históricas y sus oscuras palabras. Esta es la leyenda, sostienen, y aunque aceptan que contiene “algo” de verdad también afirman de inmediato que “ésa no es toda la verdad”. Pynchon, en realidad, habla todo el tiempo de su concepción del dispositivo literario, en el que importa no tanto el viaje narrativo como la idea de una obra fragmentaria. A propósito, se interroga uno de los personajes de “Contraluz”: “¿Cómo poner freno a la imaginación?, que ahora ha crecido y se ha vuelto muy bella”. La cuestión, para el escritor, parece ser “¿Por qué, pues, ponerle freno?”. (Télam)


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