William Ospina, la buena letra colombiana

Una entrevista con el flamante ganador del prestigioso premio Rómulo Gallegos, que vuelve a ma-nos colombianas para confirmar su buena literatura.

CARACAS (DPA).- Con el premio literario Rómulo Gallegos en sus manos y una renovada fe en su obra, el escritor colombiano William Ospina prefiere pensar que está lejos de maestros de las letras y paisanos como Gabriel García Márquez, Manuel Mejía Vallejo o Fernando Vallejo.

Todos tienen en común que ganaron el más codiciado certamen iberoamericano de novela, creado en 1967 en honor al autor de «Doña Bárbara», y Ospina subraya que es el «único» elemento que los hermana y que jamás podrán reunirse bajo el mismo techo.

«He disfrutado de la amistad de García Márquez y la generosidad de su conversación. Fui durante años amigo de Mejía Vallejo, contertulio suyo y he sido amigo de Fernando Vallejo, que también fue un honor. Una tertulia de amigos (colombianos) ganadores del Rómulo Gallegos nunca podrá ser porque Mejía Vallejo ya no existe, aunque ahí están sus poemas y su obra, porque no hay muchas relaciones entre García Márquez y Fernando Vallejo. Casi no concibo verlos juntos, ni para la foto», dijo Ospina en una entrevista.

García Márquez se adjudicó el galardón con su memorable «Cien años de soledad», Mejía Vallejo con «La casa de dos palmas» y Vallejo con «El desbarrancadero», cuyo premio en metálico lo donó a una institución protectora de animales, lo que fue considerado por las autoridades venezolanas poco menos que una ofensa para quien financia el premio (100.000 euros).

Ospina ganó la XVI edición del premio Rómulo Gallegos con su novela «El país de la canela», confirmando que las letras colombianas gozan de buena salud, poseen un abanico de autores destacados, y que en su caso siguen explotando los relatos históricos que vienen de la conquista española.

La literatura colombiana igualó a la mexicana que con Carlos Fuentes («Terranostra»), Fernando del Paso («Palinuro de México»), Ángeles Mastretta («Mal de amores») y Elena Poniatowska («El tren pasa primero») era hasta 2007 la más ganadora del certamen literario.

Para alzarse con el premio, el sueño de cualquier escritor iberoamericano, Ospina presentó una obra que forma parte de una trilogía con «Ursúa», publicada en 2005, y «La serpiente sin ojos», que espera por su culminación y seguramente su salida tomará más impulso por la notoriedad ganada por «El país de la canela».

El mito de El Dorado

La obra trata de la odisea de los conquistadores españoles por el Amazonas y la búsqueda de especias ampliamente demandadas en su tiempo, poco menos que la persecución de la ciudad de oro, el mito de el «Dorado». «Si la novela histórica es la reconstrucción de unos episodios y donde lo principal es volver a contar los hechos, en mi caso no se trataría tanto de eso. Para mí lo fundamental es el lenguaje. Lo que me llevó a escribir este libro es precisamente el asombro de que esos hechos ocurrieron», dijo.

Aunque Ospina destaca el mestizaje como un hecho positivo de la conquista, también recuerda las atrocidades de las tropas españolas, el ensañamiento contra los indígenas rebeldes. «Cuando empecé a leer las crónicas sobre el Amazonas y en general cuando comencé a leer historias de la conquista la principal sensación que tenía permanentemente era que yo no lo conocía, yo no me había enterado de eso, esto es maravilloso, me dije. No quisiera que la gente diga que estoy inventando lo que escribo. Los hechos ocurrieron realmente y yo trato sólo de poner el lenguaje al servicio de la reconstrucción de los hechos», explicó.

Ospina considera lamentable que los historiadores se detengan en relatar los hechos que pasaron pero no cómo ocurrieron, especialmente los pequeños detalles que son «fundamentales para concebir los hechos».

El autor, aunque abogado, procura trazar una línea divisoria entre el historiador y el escritor, puntualizando que dedicó mucho tiempo a leer sobre la conquista española en América.

«La memoria es un terreno fértil. El pasado pudo haber ocurrido hace tres días o tres siglos, pero ya es un ingrediente de la memoria y el lenguaje sólo sabe trabajar con la memoria, hay que saber coordinar los datos de la memoria. Desde siempre los temas históricos han sido material para la literatura, ya Homero narró en su tiempo historias que habían ocurrido cuatro siglos antes, la guerra de Troya ya era una leyenda», dijo.

Agregó que «también es más fácil contar hechos distantes que los recientes, ya que los lejanos vienen siendo pulidos de algún modo por la memoria colectiva, que pueden evitar un excesivo apasionamiento».

«En cambio, los hechos recientes son todavía incandescentes, tanto para la experiencia personal como para la experiencia colectiva. Hay que tomar la perspectiva suficiente para analizarlos y aún para narrarlos», puntualizó.

Al respecto, señaló que el sueño de las especias en América fue una ilusión, mientras que la ilusión del oro fue una realidad para los conquistadores.

«Tal vez no se haya conseguido nunca el Dorado como lo soñaban los conquistadores. Quizá no encontraron las ciudades con calles y casas de oro, la ciudad de los grandes césares. Pero si uno ve la riqueza que explotaron los españoles en América en su primer siglo, solamente en su invasión, eso era el Dorado, esa fue suficiente riqueza», aseveró.


Formá parte de nuestra comunidad de lectores

Más de un siglo comprometidos con nuestra comunidad. Elegí la mejor información, análisis y entretenimiento, desde la Patagonia para todo el país.

Quiero mi suscripción

Comentarios