XI SEMANA MUSICAL LLAO LLAO: Clarinete en concierto, para terminar un «tour» 19-10-03

XI SEMANA MUSICAL LLAO LLAO

SAN CARLOS DE BARILOCHE – Un recorrido completo por la historia de la música y sus instrumentos culminó con el protagonismo concedido al clarinete en el concierto ofrecido en la víspera del cierre de la XI Semana musical Llao Llao realizado el viernes.

El solista Ariel de Vedia y los jóvenes integrantes del Cuarteto Vivace, Roberto Rutkauskas (primer violín), Fernando Herman (segundo violín), Mariano Videla (viola) y Nicolás Rossi (cello) entregaron dos quintetos para cuerdas y el mencionado instrumento de viento, pertenecientes a Mozart y Brahms.

Anoche, al cierre de esta edición, la clausura del evento estaba a cargo del Cuarteto con Brío, conformado por Rafael Gintoli, violín; Marcela Magin, viola; Paula Peluso, piano y Jorge Bergero, cello.

Antes, por la tarde, en el ciclo de conciertos gratuitos, actuó el coro de Cámara de El Bolsón, con la pianista Alicia Sciancalepore como invitada.

Yendo nuevamente al programa del viernes, en el movimiento introductorio del Quinteto en La Mayor de Mozart, Ariel de Vedia inició con el cálido y espiralado sonido del clarinete, un fluido diálogo con las cuerdas que se mantuvo hasta el Allegretto con Variazioni final. En el medio quedó un larghetto de profundo sentimiento e introspección.

El comentarista Abel López Iturbe había explicado en su presentación que Mozart fue el primero en dar al instrumento de madera protagonismo y dignidad en sus composiciones.

 

 

En la estimación de Martín Nijensohn, director general del encuentro cultural, se ubicaría en torno de las 3.000 personas el público total que a lo largo de estos ocho días de programación pudo disfrutar de conciertos, recitales gratuitos y otras actividades.

Es que a los cerca de 180 abonados que llegan desde Buenos Aires mayormente y otros países para aprovechar la semana completa, deben sumarse los no pocos barilochenses que también adquieren sus abonos para residentes o plateas para determinados recitales. A ellos se suman jóvenes músicos o estudiantes que acceden a ubicaciones sobrantes por un monto sustancialmente menor.

Desde el punto de vista del movimiento económico que se genera a partir de la afluencia turística de los que ya son seguidores del encuentro musical a través de los años, el mismo Nijensohn habló de una cifra cercana al millón de pesos.

De todos modos, hay por lo visto una posibilidad de un mayor aprovechamiento del festival aún no explotada.

Y es que «Río Negro» tuvo la posibilidad de dialogar con un matrimonio de guatemaltecos que concurrió al concierto del Cuarteto Vivace y la pareja comentó que se había enterado por casualidad.

Amantes, como se dijeron, de la «música clásica», explicaron que nadie les dio la información y que bien podrían los hoteles o la secretaría de Turismo incluir en sus servicios «una hojita con todas las actividades culturales, especialmente para cuando cae la noche». Sucede que los turistas, ocupados como están, por paseos o excursiones no destinan casi tiempo a enterarse por la tevé o los diarios de lo que acontece en el lugar. Una sugerenci para tener en cuenta.

 

 

Mónica Jofré

SAN CARLOS DE BARILOCHE – Sería injusto concluir las crónicas de esta XI Semana musical Llao Llao sin una mención especial a su presentador, el musicólogo Abel López Iturbe, quien más que comentarista oficia de auténtico «showman» de estos encuentros culturales que ya han ingresado, como él lo dijo en el primer concierto, en la segunda década de realizaciones.

Dueño de un estilo donde en cuidada mezcla se dosifican erudición e informalidad, sus intervenciones alternan preciosos datos de la historia de la música o de los compositores y sus obras, con problemas cotidianos de la gente, la noticia del último acontecer mundial o nacional y hasta tiernas reconvenciones «a las señoras» del público que no tienen otro efecto que meterse en el bolsillo a esa porción de la audiencia, ya que «pinta» para hacerlo no le falta. Voz tampoco, porque el hombre es barítono y su timbre quedo le añade intimidad en la palabra. A López Iturbe se lo ve mover en los salones del histórico hotel con la misma soltura que debe mostrar en su propio hogar y hasta se da el gusto de efectuar alguna que otra presentación vestido como de entrecasa, con jean, camisa por fuera del pantalón y remera debajo. La rigurosa etiqueta lo encuentra igualmente bien plantado.

Pero no se crea que nada de esto es al descuido. Hay oficio y producción. Detrás de la escena, en una oficinita donde reina el desorden propio de la organización del evento, consume cigarrillos mientras revisa, concentrado, los textos preparados para hablar de la próxima obra. Cuando le llega el momento, suspira, se levanta, apaga el «pucho» y la gentil sonrisa mundana le vuelve a ganar el rostro, justo al pisar el pasillo central del gran hotel.


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