Y ese Facundo…

Redacción

Por Redacción

DEBATES

Siempre estaba todo por hacer.

El país que vivió Sarmiento siempre arrastró débitos en todo lo que había que hacer para transformarlo en nada menos que eso: un país. Una organización. Un Estado. Una Nación. Rescatarlo del fiero tumulto de intereses encontrados. De vehemencias.

Y él, Sarmiento, fue de hecho un sociólogo de ese país donde todo estaba por hacerse. Lo pensó. Lo raspó con la intensidad de Winston Churchill descascarando, en el tiempo de entreguerras, la Inglaterra que lideró en su hora más oscura.

Otro sociólogo Winston Churchill.

Y gruñón. Irritable como Domingo Faustino Sarmiento fue Churchill. Distintos tiempos los separan. También otras realidades.

Pero las mismas convicciones sobre las inmensas posibilidades que brinda esta cosa identificada como ser humano.

“Facundo” es eso. Ese libro tan fundacional de la literatura y el ensayo argentino es eso: un canto a la vida. Duro, sí. Terminante y excluyente en gran parte de su recorrido, también. Ácido.

Porque “Facundo” no es un libro escrito para entretener. No es de siesta. Menos para espíritus perezosos.

Es un libro para pensar en uno. En el país que en cada página Sarmiento esmerila con tenacidad asiática. Y quizá golpeando, con sus manos de baldosas, la mesa sobre la que escribió. Y que bañaba de tinta, por lo tan torpe que era para manejar la pluma vivía volcando tinteros.

¿El título engaña? Es posible. Sarmiento escribió en clave a “Sombra terrible de Facundo, voy a evocarte, para que sacudiendo el ensangrentado polvo que cubre tus cenizas, te levantes a explicarnos…”. Sí, Sarmiento hace de Facundo Quiroga su objetivo.

Pero quizá tenga razón Martínez Estrada cuando en su Sarmiento insinúa que es posible que “Facundo” sea un título involuntariamente mezquino o algo parecido. ¿Por qué? Porque el riojano no es un accidente en el país de aquellos comienzos devastadores. Es un arquetipo de una inmensidad o espacio geográfico sólo cruzado por el misterio y la leyenda. Por indiosincrasias que sobreviven acechadas por la violencia. Por caudillajes. Por cuchillo y degüello. Por sospechas eternas, por acuerdos precarios.

Así como Hitler no es un accidente en la vida alemana surgido por la humillación de Versalles -forma parte de una gran precariedad de análisis creer que Hitler es la resultante de ese desaguisado-, es nula de toda utilidad creer que Facundo Quiroga es la resultante de un accidente genético.

Por esta razón “Facundo” no es Facundo. Es, en todo caso, Argentina en un tiempo dado de su existencia.

Acierta Beatriz Sarlo cuando escribe que “uno no puede dejar de leer a Sarmiento, como un francés no puede dejar de leer a Balzac o a Flaubert”.

Y si a Sarmiento lo abrimos a partir de este “Facundo”, de título quizá engañoso, estalla una realidad: “Facundo” también es hoy.

CARLOS TORRENGO

carlostorrengo@hotmail.com

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