¿Y las elecciones internas?… Bien, gracias

En los últimos tiempos, el dedo y el personalismo se imponen. Así resolvieron sus candidaturas a la presidencia Carrió, Lavagna, Murphy y ahora Cristina. Crisis de los partidos, la causa.

BUENOS AIRES (ABA) . Elisa Carrió encabezó el lote, Roberto Lavagna se proclamó candidato a presidente a comienzos de año, le siguió Ricardo López Murphy; y en las últimas horas el oficialismo descifró el enigma pingüinero autodesignando a Cristina Fernández de Kirchner. ¿Y las elecciones internas?… Bien gracias.

Lo que ocurre es consecuencia de la «crisis de los partidos que se han destruido», afirmó ayer el constitucionalista, Gregorio Badeni, consultado por «Río Negro».

En nuestro país continuó diciendo Badeni- «se ha pasado de una partidocracia como la que primaba hace dos décadas- a un esquema de facciones políticas en torno de figuras carismáticas que proyectan sus candidaturas».

Para el reconocido profesor universitario, la situación es preocupante, pues, desde su concepción los partidos políticos son «fundamentales» para una democracia constitucional, siempre que están conformados del modo en que lo exige la ley, es decir con plataformas programáticas, debate interno y apertura .

Lo propio sostiene el historiador José Ignacio García Hamilton, quien equipara el caso de Cristina Fernández al de una «monarca consagrada por derecho divino». Pero en materia constitucional, extiende la crítica de falta de democracia interna al resto de las postulaciones nacionales a la Casa Rosada.»Asistimos a un fenómeno nuevo con partidos que han desaparecido o se fueron opacando y hoy quedan al filo de su extinción -como ocurre con el radicalismo, panorama en el que solo emergen nombres propios que arman estructuras para ponerlas a su servicio», subrayó García Hamilton.

 

Fragilidad

 

Ambos expertos coinciden en que se trata de un proceso socialmente aceptado, incluso legal (la ley electoral concede que se oficialice una candidatura por una alianza de partidos si no se presenta alguien a solicitar internas), pero no saludable desde el punto de vista institucional.

A nivel provincial, aún se cumplen requisitos formales y el último fin de semana los precandidatos a gobernadores del PJ en La Pampa y Santa Fe fueron producto de una disputa interna.

Pero a nivel de las presidenciales, la indiferencia hacia la voluntad de los afiliados es total. Lejanos parecen los tiempos en que Raúl Alfonsín disputaba la conducción del radicalismo con Ricardo Balbín, y después con De la Rúa; o cuando Carlos Menem fue elegido candidato a presidente tras una interna con Antonio Cafiero. Incluso en el Frepaso compitieron en 1995 José Bordón y Chacho Alvarez en lo que resultó la primera experiencia de internas abiertas, mecanismo que se intentó incluir en la declamada «reforma política» durante el mandato de Eduardo Duhalde, pero que fue derogado.

En las presidenciales de 2003 la ciudadanía asistió por un lado a una puja justicialista entre Kirchner, Menem y Rodríguez Saá; mientras los ex radicales Murphy y Carrió se presentaban como líderes de sus estructuras.

En la última lid para la jefatura del gobierno porteño, Daniel Filmus fue elegido «a dedo» por el presidente, Macri fue producto de una decisión «estratégica» de su círculo íntimo, en tanto Jorge Telerman fue en nombre de segmentos separados de la estructura del destituido Aníbal Ibarra.

Más allá de las fronteras, las primarias en EE.UU. son un mecanismo ineludible para ser elegido candidato tanto del partido Demócrata como del Republicano; y sin ir tan lejos, Chile y Uruguay son dos ejemplos de la competencia interna que tienen que superar -en sus fuerzas o coaliciones- quienes aspiren a conducir los destinos de esos países. Para los especialistas, una señal propia de las democracias consolidadas.

 

CLAUDIO RABINOVITCH 


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