A Mujica no le gusta el relato

La voluntad oficial de obligar al gobierno del Uruguay a impedir que aumentara su producción la planta celulosa de UPM (ex-Botnia), ubicada en Fray Bentos, se basa en la presunta certeza de que seguía planteando una grave amenaza al medioambiente de toda la zona circundante, incluyendo, desde luego, la localidad entrerriana de Gualeguaychú. Así las cosas, de haber detectado los especialistas del Instituto de Tecnología Industrial (INTI) evidencia que sirviera para respaldar la tesis del gobierno kirchnerista, la cancillería no hubiera vacilado un solo minuto en difundirla para que el mundo entero compartiera su indignación patriótica pero, puesto que conforme a los estudios realizados la papelera no provocaba daños ambientales, durante años prefirió guardar silencio. Por lo demás, según dijo el extitular del INTI, Ezequiel Martínez, a un matutino uruguayo, en una ocasión el gobierno optó por borrar de la página web del organismo información clave que contradecía el relato kirchnerista. Huelga decir que el canciller Héctor Timerman no se ha sentido impresionado por los detalles brindados por especialistas en la materia. Por motivos es de suponer políticos, se ha encargado de reanudar, con la prepotencia que lo caracteriza, el conflicto con nuestro pequeño vecino, afirmándose decidido a llevar el asunto nuevamente a la Corte Internacional de Justicia de La Haya, pretensión que le ha merecido una réplica dura del presidente uruguayo José “Pepe” Mujica, quien le informó que a su juicio “el único que da un ultimátum es Dios”. Por razones evidentes, a esta altura Mujica sencillamente no puede modificar mucho su postura, ya que hacerlo significaría arrodillarse frente al gobierno argentino. Tampoco estará dispuesto Timerman a adoptar una posición menos belicosa por miedo a que sus rivales internos aprovecharan lo que, con toda seguridad, tomarían por una nueva manifestación de inoperancia de parte del responsable principal del acuerdo absurdo con la República Islámica de Irán. El gobierno kirchnerista ha apostado tanto a que la papelera ubicada en Fray Bentos sea una fuente de contaminación sumamente peligrosa que es natural que se haya resistido a publicitar los resultados de los estudios emprendidos por científicos argentinos, uruguayos y canadienses, además de los procedentes de la empresa finlandesa misma. Lo que no resulta del todo natural es que, a pesar de contar con datos que muestran que el impacto ambiental de la papelera ha sido mínimo, persiste en actuar como si se hubieran verificado plenamente las previsiones más alarmistas de los militantes gualeguaychuenses. Dadas las circunstancias, le hubiera convenido mucho más resignarse ante un hecho consumado con la esperanza de que en ambos países la mayoría olvidara los estragos provocados por la decisión del entonces presidente Néstor Kirchner de apropiarse de la campaña iniciada por los asambleístas de Gualeguaychú, transformándola en una “causa nacional”. Acaso el único beneficio arrojado por este conflicto, un producto de exageraciones, malentendidos, oportunismo político y, según algunos, de la negativa de los finlandeses a respetar ciertas costumbres corruptas locales cuando de invertir mucho dinero se trata, ha sido que hizo de la defensa del medioambiente un tema de debate. Con todo, si bien el movimiento ambientalista se ha hecho más fuerte en los años últimos, la propensión de tantos a adoptar actitudes rayanas en la xenofobia, o a oponerse automáticamente a iniciativas mineras en zonas escasamente habitadas, no lo ha ayudado. Mal que bien, siempre es necesario intentar compatibilizar los intereses económicos de la población con los costos en términos de calidad de vida que exigiría virtualmente cualquier actividad industrial. De todos modos, a esta altura nadie ignora que en este ámbito la trayectoria del Uruguay y, claro está, Finlandia, es mucho mejor que la nuestra, razón por la que convendría que el gobierno kirchnerista se preocupara más por la polución que afecta a buena parte del conurbano bonaerense y otras zonas del país, que por los según parece meramente hipotéticos perjuicios que, antes de ponerse en marcha la papelera de UPM, los gualeguaychuenses creían que nos causaría el emprendimiento industrial más importante de la historia de nuestro vecino rioplatense.


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