Acuarteló a su familia con él en la alcaidía de Roca

Un preso no quería ir a una cárcel de Buenos Aires. Temía que lo mataran. 36 horas de tensión. Intervino el juez Balladini y el ministro Soria. Anoche, el interno obtuvo la promesa de ser llevado aRío Gallegos.

ROCA- Treinta y seis horas de tensión se vivieron en la alcaidía esta ciudad, cuando un interno del Pabellón 4 se acuarteló junto a siete familiares para que no lo trasladen a una cárcel de la provincia de Buenos Aires.

La calma recién llegó pasadas las 23. En ese momento, la esposa del detenido, sus hijos y las otras tres personas que lo acompañaban como «rehenes voluntarios» depusieron su actitud ante la promesa de traslado hacia una unidad carcelaria de Río Gallegos.

Raúl Colicheo, un hombre de 27 años, es el protagonista de esta historia.

Se encuentra detenido tras haber sido encontrado culpable de un robo a mano armada.

El jueves decidió resistirse a que lo trasladen hacia una cárcel de Mar del Plata porque, según él, corría peligro de muerte. Aparentemente, Colicheo es testigo clave de una causa en la que se investiga a varios jefes del Servicio Penitenciario Federal y a un juez de la provincia de Buenos Aires.

Uno de sus hermanos, que mantuvo negociaciones con las autoridades de la cárcel durante todo el día, aseguró que «si se lo llevaban, no lo volverían a ver con vida»

El autoacuartelamiento de Colicheo había comenzado ese jueves por la tarde, cuando se enteró que sería llevado a la cárcel de Batán (en Mar del Plata) para aguardar el día en que el juez Peralta lo llame a declarar por la causa en la que se investiga a las autoridades carcelarias bonaerenses.

El primer intento de resistencia fue abortado luego de la intervención de la jueza Margarita Carrasco, quien impidió que su mujer y uno de sus chicos se quedaran en el Pabellón 4 de la alcaidía acompañando al detenido.

Sin embargo, cuando la familia llegó el viernes -aparentemente para despedir al hombre- se encerraron en una celda del pabellón y les comunicaron a las autoridades de la Cárcel de Encausados que no se irían de allí hasta tanto no les aseguren que no sería llevado a Batán.

Más allá de que los funcionarios de la justicia intentaran mantener el hermetismo, la cárcel roquense vivió ayer una de sus jornadas más convulsionadas de los últimos tiempos, ya que desde temprano y hasta la definición de la situación, fue incesante el ir y venir de patrulleros y camionetas que trasladaban a efectivos policiales de distintas comisarías y fuerzas de seguridad.

La imperiosa necesidad de garantizar la seguridad del interno quedó demostrada con la llegada del miembro del Superior Tribunal de Justicia, Alberto Balladini.

También arribaron varios integrantes de la Cámara Primera del Crimen, la jueza Margarita Carrasco, la comandancia de la Unidad Regional Segunda y distintos allegados a funcionarios provinciales.

Entre ellos, se destacó la presencia de Ernesto Paillalef, dirigente peronista local y amigo del ahora ministro de Seguridad de Buenos Aires, Carlos Soria.

Intervino Soria

Aparentemente, Paillalef habría llegado a la alcaidía para negociar en nombre de Soria la seguridad de Colicheo una vez que deba ser llevado a Buenos Aires para que declare.

Minutos antes del desenlace de la situación, Balladini se retiró de la alcaidía para comunicarse telefónicamente con Soria y definir las condiciones en las que se recibiría al testigo clave.

Interiorizada de este inconveniente, la jueza de la Cámara Primera, Flora Díaz -quien había condenado a Colicheo por otra causa en la región-, decidió que el interno no sea llevado a la provincia de Buenos Aires y que cumpla su condena en la cárcel de Neuquén.

«Cuando la jueza decidió no trasladarlo a Mar del Plata pensamos que se había terminado el problema, pero ahora no entendemos qué mayores garantías quiere», manifestaron desde la alcaidía roquense.

Aparentemente, los efectivos policiales no podían hacerle entender al interno y a sus familiares que su causa se encontraba bajo el mando de la jueza Flora Díaz y que, si la magistrada le había conseguido una plaza en la cárcel de Neuquén, era imposible que fuera trasladado más tarde hacia una unidad bonaerense.

«Me parece que esto se está transformando más en un capricho de alguien que no quiere entender las cosas, que en un reclamo justificado», mencionó un policía que no quiso dar a conocer su nombre.

Sin embargo, el movimiento de patrulleros y de uniformados durante la mañana de ayer hacía pensar que la situación dentro de la alcaidía no era la correspondiente a una jornada normal.

Según pudo saberse, tanto el comisario Andrés Capsi como el subcomisario Salinas intentaron convencer durante toda la mañana a los familiares de Colicheo para que abandonen su postura, sin lograr resultados positivos.

Al cierre de esta edición, las siete personas que acompañaron a Colicheo en condición de rehenes voluntarios regresaban a sus hogares.

Lo hacían luego de que Alberto Balladini les asegurara que el detenido sería trasladado el martes a Río Gallegos y que gozaría de todas las medidas de seguridad cuando tenga que declarar en Buenos Aires.

«La policía nos trató muy mal»

Luego de 36 horas de negociaciones con la Policía, los jueces y los enviados de las autoridades, los familiares de Raúl Colicheo decidieron abandonar el Pabellón 4 pasadas las 23 de anoche.

Allí se encontraron con familiares y conversaron con la prensa sobre los momentos que vivieron desde el viernes hasta el desenlace de la historia.

La esposa de Colicheo, sus tres hijos, la hermana del detenido con su hija y dos familiares más, que habían acordado la liberación horas antes que las mujeres y los chicos, fueron quienes se animaron a desafiar las leyes y consiguieron que el interno no sea trasladado a Mar del Plata.

«La policía nos trató muy mal, nos sacaron a los empujones como ganado. Tenemos mucho miedo porque más allá de que nos aseguren que mi marido va a ser trasladado a Río Gallegos no sabemos qué pasará cuando tenga que declarar en Buenos Aires», expresó Alejandra Antinao, la mujer de Colicheo.

«Mis chicos no veían a su padre desde hace mucho y no queremos que esta haya sido la última vez que lo vean con vida», reclamó la mujer.

Atrás quedó un día y medio de negociaciones en los que se vivieron momentos de angustia, como cuando los familiares de los internos alojados en el mismo pabellón que Colicheo no obtenían respuesta desde la alcaidía.

Se habló de intentos de fuga, heridos, luchas con las policías y muchas cosas más, algo que sólo podrá saberse una vez que esta historia encuentre su verdadero final.


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