Be cool

De chico sexy y naif a estrella de Hollywood con sobresalientes actuaciones. Justin Timberlake representa hoy la figura acabada del éxito inteligente.

Redacción

Por Redacción

Justin Timberlake es ese animal hermoso que siempre sale en la foto. Me explico: en la fotografía de portada de la revista que más se vende. Para definirlo uno podría apelar a la gastada frase: “Nació con una estrella en la frente”. Pero los cambios de forma y color que ha tomado su carrera a lo largo de los últimos 15 años indican que Timberlake sobre todo nació con una inteligencia aguda.

El cantante, actor y empresario, sabe permanecer en la cresta de la ola en un sano equilibrio que lo tiene o muy arriba o apenas por debajo de la cumbre. Lo suficiente como para no cansar a su creciente audiencia.

A mediados de los 90 se lo empezó a conocer como el integrante de una banda de chicuelos de mirada felina: “N Sync”.

claudio andrade

candrade@rionegro.com.ar

Timberlake pudo desaparecer ahí mismo, almorzado por las fauces de la industria discográfica. Pero no. Cada cierta cantidad de años, el joven que fue el primer gran amor de la descarriada Britney Spears, muda de piel y reaparece flamante y pletórico de ideas.

Porque si alguna vez Justin cruzó la frontera que divide lo simpático de lo grasa, hoy mismo es la encarnación de lo “Cool”.

Ha recorrido un largo camino hasta este espacio de privilegio donde convergen el buen gusto y la buena onda.

Timberlake dejó atrás los romances sonados, cambió el champagne por al agua mineral y se forjó hacia una nueva realidad. Después de su sorprendente actuación como Sean Parker en “Red Social” de David Fincher, su figura adquirió una ligera pero saludable intelectualidad.

El pibe de oro nacido en Memphis, cuyo padre, Randall Timberlake, era director de un coro en una iglesia bautista, no defraudó las mayores expectativas depositadas en él.

Justin Timberlake; el organizador de eventos de golf para niños carenciados, el propietario del sello discográfico Tennman Records, el que pretende revitalizar MySpace luego de invertir en la red social 35 millones de dólares, el dueño de una cadena de elogiados restaurantes y de la marca de ropa “William Rast”.

En más de un sentido las vidas de Timberlake y Parker (cofundador de Napster y Facebook) se tocan. Ambos son superexitosos personajes con intereses en variadas actividades artísticas y empresariales.

A veces, cuando uno lo ve en el cine, por ejemplo en su lograda actuación en “Alpha Dog”, junto a Bruce Willis, se tiene la tentación de olvidarse de él como músico. Que es lo que es y lo que nunca ha pretendido dejar de ser.

Parte de su magia radica en su franqueza como persona. Alguna vez le dijo, sin filtros, a “The Guardian”: “Soy como cualquier persona, me emborracho completamente, he consumido la cantidad justa de drogas y me han agarrado con los pantalones abajo. Simplemente me aseguro de que no haya cámaras a mi alrededor”. Algo muy parecido le había confesado Leonardo DiCaprio, hace unos meses, a “Rolling Stone”.

La música que interpreta Timberlake es la fusión de numerosos estilos. Su voz oscila entre el susurro, la súplica y el falsete, acompañada por máquinas de ritmos de raíz electrónica.

Todo esto condimentado con intensas dosis de dance music y otros subgéneros de los 70, los 80 y los 90. Si existe una canción que explica su genialidad, ésa es “Señorita”. “Señores, buenas noches. Señoritas: vamos, entren”, se le escucha decir al final del video, encantador como una serpiente.

Hace unas horas nomás, Justin estaba en Cancún, promocionando su último filme “Amigos con beneficios”, coprotagonizado por Mila Kunis.

En medio del ajetreo, un grupo de marines apostados aun en Afganistán invitaron a Kunis a un baile en Carolina del Norte. Y ella, una lady, aceptó. Justin hizo lo propio cuando la cabo Kelsey De Santis, del mismo grupo, le mandó un video a Youtube, donde le pide que asista con ella. La chica le asegura que ante la negativa sólo le quedará la canción “Cry Me A River” .

El cantante le respondió entusiasmado a través de la prensa: “Te diré algo, acepto. Y no porque ella puso una de mis canciones favoritas para hacer la invitación, y no porque me sentí intimidado por sus amigos marines que estaban presenciándolo todo. La verdad es que no me invitan a salir muy seguido”.

Para variar un poco, esto sí que podría ser un escandaloso romance de verano.


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