Cola en el banco

Datos

Don Pedro se levantaba a las seis de la mañana para ir al centro en bicicleta a cobrar la jubilación. Si se retrasaba perdía el lugar en la cola con el grupo de amigos con los que contaban chistes y anécdotas. Otros días iba a la puerta del supermercado a vender huevos para sumar unos pesitos, sentirse todavía útil y seguir charlando. Qué necesidad de vender huevos o madrugar si podía sacar la plata del cajero, se preguntaba la familia. Ellos querían alargar su propio disgusto inevitable y también los días de Pedro, pero a costa de su aburrimiento. Lo querían de una forma inevitablemente egoísta.

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