Confesiones de una tenista madura

Pertenece a la 'generación del 80' del tenis femenino.

«Siempre jugué al tenis porque me divierte y lo amo. Si no hubiese dejado a los cinco años, como hacen muchas chi-cas», expresa Patricia Tarabini, a los 35 años y con más de la mitad de su vida como profesional, en charla con «Río Negro».

La curtida jugadora fue confirmada ayer para integrar el equipo argentino que disputará la Fed Cup, junto con Paola Suárez, Gisela Dulko y Mariana Díaz Oliva.

Tarabini (102º en dobles) regresa al equipo nacional después de cinco años. En abril de 1999 jugó ante Venezuela el partido que Argentina ganó por 3 a 0.

«Mi intención es ingresar entre las cincuenta mejores antes de Atenas. La idea es tener posibilidad de una medalla. Paola (Suárez) ya fue a los Juegos y me comentó que si va es para buscar una medalla. Así que si no estoy al nivel de ella, no quiero ir», cuenta.

Con tantos años en el circuito, ¿qué cambios notás?

– Ahora las que son buenas están demasiado «élite». Cada cual hace lo suyo… Nosotras competíamos pero después nos íbamos a comer juntas. En las veinte mejores se genera un ambiente que no me gusta, pero no digo que sea malo. Están con su equipo de profesionales y nada más. Pierden roce con la gente, no tienen amistades. Lo veo muy triste… Tendrán el tenis, la gloria, la plata… pero como personas no sé qué les quedará.

¿Hay mucha histeria?

– Sí, sí. Veo que se arma un equipo y nadie puede entrar. No digo que sean amigas mías, sino que las chicas estén rodeadas de otras mujeres de su edad, no siempre con gente mayor.

Paola Suárez decía que hay varias que se creen dios.

– Que te la creas en la cancha me parece bien. El problema es cuando la cancha pasa a ser tu vida. Ahí no coincido. Cada cual es de una manera. Yo con un ruso…

¿Qué?

– …como piensan los rusos, lo que hacen, su forma de ser. No es que me llame la atención ser amigo de un ruso. Son fríos. Prefiero ser amiga de una italiana.

Las Williams tienen fama de ser poco sociables.

– Ahora están mejor. Pero no sé cómo debe ser estar tan arriba. Por eso siempre admiré a Steffi (Graf). La conozco desde que tenía 14 años y ella era duodécima del mundo. Nunca cambió. Me encantó como manejó su vida profesional y privada.

¿Quiénes son las más histéricas?

– En general las top ten. Les cuesta ir a conferencia de prensa, les molesta lo que rodea al tenis ¿Para qué están si les molesta? El organizador del torneo les dice de ir a una fiesta y se quejan. Están en el torneo y encima les pagan. Yo me manejaría de otra forma.

¿A quiénes rescatás?

– Me encantó como se manejaron Steffi, Davenport, Jennifer (Capriati). Ahora me gusta Kim (Clijsters), es muy macanuda.

¿Se comenta que Justin Henin no es muy sociable?

– No es de lo más simpática, ¿no? Me gusta como juega pero no su personalidad. Es muy seria.

En cuanto al juego,¿qué cambios fuiste viendo?

– Para mí se marcó una era a partir de Hingis, quien comenzó a puntualizar en el físico. Después las Williams revolucionaron todo, por la potencia. El juego no mejoró, aumentó la potencia. Hace tres años estaba comiendo con Steffi y le pregunté cómo veía el tenis. «Pegan más fuerte, pero lo veo peor que antes», me dijo. Me gusta la época del '88 al '98, con Steffi, Mónica (Seles), Gaby (Sabatini). Me llaman la atención las Williams, pero no pagaría una entrada para verlas.

Soportan muchas presiones desde muy jóvenes.

– Sí. Me molesta que las presionen tanto. Ver a los padres en el circuito… Debe ser por eso que a los 23 años ya no tienen más ganas de jugar. No me opongo a que los padres no estén, pero que le den libertad, que no se obsesionen. No todo el mundo gana plata. Eso está muy claro. Hay muy pocas que llegan como (Anna) Kournikova, (Maria) Sharapova o cualquiera de esas chicas.

¿Cómo ves el caso Kournikova?

– Me dio lástima que dejara tan temprano… Aparte me gustaba mucho como jugaba. Podía haber estado entre las diez mejores del mundo durante muchos años. Era una buena tenista que tuvo la suerte de ser muy linda. Y la quemaron.

¿Te impresiona lo del doping?

– Estoy muy decepcionada con todos los casos, con lo que se habla y lo que se va a hablar. Siempre quise pensar que no era verdad. Pero si se está hablando tanto es que seguramente hay. Hace tres años que no se para de hablar. Es triste que necesites algo para llegar. Yo la entrené a Conchita Martínez cinco años y nunca tomó nada. Paola Suárez tampoco.

¿Cómo fue la relación con Conchita Martínez?

– Buena, excelente. Jugamos juntas siete años y la entrené cinco. Terminamos peleadas porque al final ella no me supo respetar en la cancha. Se ponía nerviosa y se desquitaba conmigo. Eso no lo acepté y nada más. Pero aprendí mucho con ella y, además, me dejó abierto un camino como entrenadora, que es lo que voy a hacer en el futuro.

¿Por qué se peleaban?

– Porque ella se ponía tensa en el partido. Si a los 30 años no podés disfrutar, después de semejante campaña y 10 millones en el banco, estando diez del mundo… Hasta que salí de la cancha y le dije que si ella no iba a disfrutar, yo me iba. Fue lo que pasó. Las actitudes que tuvo no las entiendo ni las quiero entender. Pero afuera de la cancha nunca nos peleamos.

 

Juan Ignacio Pereyra.

(ABA)

 

«Cada uno tiene que hacer lo que siente»

Para una mujer que se la pasa viajando, ¿cómo es formar una pareja?

– No podés tener una relación de noviazgo normal como cualquier persona. Es muy difícil. Para los chicos es diferente porque sus mujeres pueden viajar. ¿A qué hombre le gusta ser mantenido? ¿O a cuál le gusta estar con una mujer que gane más plata que él? Es un país muy machista. Tiene que ser un tipo como el marido de la belga Henin, quien no hace nada. La mujer es diferente porque tiene hijos, va al shopping, sale, es otra cosa. Nunca estuve en pareja con alguien que viaje conmigo.

– Siempre se habla del circuito femenino y se lo relaciona con la homosexualidad. ¿Es para tanto?

– Como en todos lados. Está en el básquet, en el fútbol, en el tenis, en el modelaje… Depende de cada uno contarlo. Si te hace feliz comentar que sos lesbiana, hacelo y listo. Cada uno tiene que hacer lo que siente. A los 18 años no entendía la homosexualidad. Ahora sí lo entiendo. Es otra cosa, otro ritmo de vida, otra época, es todo diferente.


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