Contexto: Las cuatro palabras clave de la nueva política educativa nacional

Cuando en la última década la economía incursionó en el terreno educativo, trayendo todo tipo de «recetas» poco aplicables a una realidad de retroceso social, y se pensaba que estaba todo dicho para el destino del sistema argentino, hoy desde las mismas autoridades se considera la vuelta al rol de garante y compensador del Estado, como reaseguro del acceso a la enseñanza a un mayor número de chicos.

Hoy habría una necesaria vuelta a mirar hacia adentro. Entre esas ropas que se lavan a plena luz, aparece la que tuvo que ver con alabar y hasta «endiosar» otras realidades, llámese reformas educativas, modelos escolares importados o la contratación de intelectuales y profesionales externos al sistema universitario argentino y al propio país, desechando una de las más valiosas reservas con que cuenta la Argentina y que también hace a su desarrollo. Llámese la reforma educativa española -que tras más de una década de aplicación- allá por el «94 comenzó una profunda autocrítica de sus magros y desiguales resultados o la publicitada «municipalización» de las escuelas en Chile, que buena dosis de anarquía dejó entre chicos educados en comunas ricas y pobres y docentes de primera y de segunda, los modelos extranjeros no siempre fueron exitosos ni tampoco exportables.

Aquí en la Argentina se tendría una pequeña muestra en la provincia de San Luis con la aplicación en forma piloto de las mentadas escuelas «charter» algo que poco funcionó en Estados Unidos mismo. De ello se trata la «tercerizaciòn» en el manejo administrativo, pedagógico y financiero de las primarias públicas, sea en manos de particulares, fundaciones, con una supervisión algo lejana del Estado, que podría revocar el permiso, pero con poca concentración en el compromiso y responsabilidad del acceso y la permanencia de los chicos, al que por ley – la misma Constitución y normas educativas- y por esencia misma de su existencia debe estar en manos de la Nación.

En este retorno a las tareas primarias del Estado, el Ministerio de Educación, que conduce Graciela Giannettasio, depositó veinticuatro horas atrás en la Mesa del Diálogo Argentino un documento de concertación con cuatro palabras clave por las que consideran deberá transitar el sistema educativo argentino.

Equidad, calidad, educabilidad y gobernabilidad parecen ser los ejes de Giannettasio en esta suerte de «refundación» del área, a la luz de los 13 sistemas educativos diferentes heredados de una anárquica reforma; del creciente abandono de los estudios de chicos de entre 13 y 17 del conurbano y del interior empobrecido; de la repetición que no cesa y de una sociedad que retrocede en sus ideales, en los que alguna vez los hijos de los obreros y padres sin instrucción eran los que terminaban los estudios.

La cartera educativa se refiere a la equidad como la «inclusión, permanencia y egreso de los estudiantes» y a la calidad como el «mejoramiento de la educación que se imparte en todos los niveles», que dice debe garantizar «la distribución democrática del conocimiento en todas las escuelas», siendo esto una suerte de «plus» para posicionarse en la sociedad y para que los estudiantes «recuperen el concepto de Nación». La educabilidad se relaciona con las «condiciones sociales», sería cómo asegurar la educación de chicos y jóvenes en este contexto de emergencia, de deserción y abandono e integrarlos al sistema, cuestión que muchos hogares no pueden garantizar a sus hijos, a menos que la escuela les asegure algunas ventajas mínimas como el asistencialismo sea alimentario, de becas u otras cuestiones.

Finalmente el concepto de gobernabilidad sería ese mencionado regreso de los deberes de las autoridades a encaminarse a que se cumplan los primeros tres preceptos. «Generar reglas que garanticen la gobernabilidad participativa y democrática del sistema de gobierno de la educación, atendiendo la problemática, el financiamiento, la movilización de recursos que monitoree su uso», señala el documento oficial. (DyN)


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