Crece con firmeza

Oportunidades y riesgos de una relación estratégica que es cada vez más profunda. El monto total transado entre el continente y el país más poblado del mundo llegaría a u$s 500.000 millones en el 2023. Preocupa la creciente primarización de las exportaciones.

LA RELACIÓN ENTRE AMÉRICA LATINA Y EL GIGANTE ASIÁTICO

La entrada a los años 2000 tuvo en América Latina un significado mucho más profundo que la llegada del nuevo milenio. Los últimos doce años han significado, en el continente, transformaciones sociales, políticas y económicas sin precedentes. En este período se afianzó la alianza política de los países de la región mediante la creación de la Unasur y la mayoría de los Estados ha experimentado procesos de fuerte crecimiento económico y de grandes mejoras en la distribución del ingreso y la reducción de la pobreza extrema, la desnutrición y el analfabetismo.

El proceso fue acompañado por años de altos precios internacionales en los principales productos que la región vende al mundo.

Al mismo tiempo, un lento y silencioso proceso ha tenido lugar en la configuración político-económica global. Consiste en la aparición de la República Popular China como un actor dominante a nivel mundial, poniendo en jaque la histórica hegemonía de Estados Unidos como rector de la economía internacional.

El crecimiento de la economía china fue exponencial desde la entrada al nuevo milenio y con un PBI de 7,8 billones de dólares y 1.368 millones de habitantes, el gigante asiático ya se ubica como la segunda economía mundial detrás de EE. UU. y los especialistas estiman que podría llegar a la cima del podio antes del 2020.

América Latina, como quizá ninguna otra región del globo, supo detectar a tiempo la tendencia y aprovechar el crecimiento chino, acoplándose al mismo principalmente como proveedor de materias primas y como receptor de las inversiones chinas.

La relación estratégica creció de manera notable desde el 2003 a la fecha y las perspectivas indican que el vínculo será cada vez mayor.

América Latina y China en números

Un reciente estudio presentado recientemente por la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (Cepal), titulado “Hacia una nueva era de cooperación económica”, da cuenta del crecimiento en la relación del bloque regional con China y su proyección a mediano plazo.

El primer punto relevante es el crecimiento de la participación china en el comercio con América Latina, el cual contrasta con la reducción en el comercio de la región con Estados Unidos.

Los datos muestran que la participación de China como destino del total de las exportaciones latinoamericanas llegaba apenas al 1% en el 2000, mientras que en el 2014 rozaron el 10%. En el mismo lapso, la participación de EE. UU. se redujo del 60% al 41%.

A la vez, el peso relativo de China como origen de las importaciones latinoamericanas pasó del 2% al 16%, pasando a ser el segundo origen en importancia detrás de Estados Unidos, cuya participación disminuyó del 50% al 30%.

El volumen total de comercio entre China y la región se multiplicó por 22 en el período 2000-2013. Los pronósticos de los organismos multilaterales prevén que el crecimiento experimentado por todo el comercio global en la última década no se repetirá en los próximos diez años. Aun así, si el ritmo de crecimiento del comercio entre China y América Latina se mantuviera en los valores del 2013 (6%), se estima que el volumen total alcanzaría los 500.000 millones de dólares entre el 2023 y el 2024.

Otro aspecto interesante que describe la relación del continente con China es el tipo de bienes transados. Al analizar las características de los mismos, es imposible no remitirse al más rudimentario modelo agroexportador de fines del siglo XIX. Es que se repite el esquema que implantara en nuestro país la “generación del 80” y que estuvo vigente en todo el continente hasta bien entrado el siglo XX. A saber, exportaciones a granel de productos primarios e importación de bienes de manufactura industrial. Si se observa el gráfico adjunto, surge que el crecimiento de las exportaciones de productos primarios y sus derivados desde América del Sur a China, en el lapso 2000-2013, es prácticamente idéntico en monto a las importaciones de bienes manufacturados desde China a la región. Tanto es así, que a excepción del 2007 y 2008, la región mantiene equilibrada la balanza comercial con China.

En este sentido, es interesante el detalle de la balanza comercial de cada país con el gigante asiático. Sólo tres países de América Latina y el Caribe mantienen superávit comercial con China: Chile, Brasil y Venezuela. El resto de los países de la región mantiene déficit. Llamativo es el caso de México, que tiene una balanza comercial negativa superior a los 60.000 millones de dólares, cuyo origen es el volumen de las importaciones tecnológicas chinas.

En otro de los infogramas adjuntos se observa la estructura de la canasta de comercio entre América Latina, China y el resto del mundo en el 2013. De allí surge que las exportaciones latinoamericanas a China están compuestas en un 73% por productos primarios, un 21% por manufacturas de origen agropecuario (MOA) y un 6% por manufacturas de origen industrial o tecnológico (MOI). Los envíos al resto del mundo, en cambio, se componen en un 41% de productos primarios, un 17% de MOA y un 42% de MOI.

Como contracara, las importaciones de origen chino a la región son MOI en un 90%, de las cuales el 41% se trata de manufacturas de alta tecnología.

Perspectivas

El país asiático concentra el 22% de la población mundial. El crecimiento experimentado en la última década provocó un incremento en el nivel de vida de millones de habitantes chinos. Se estima que en el 2014 el 54% de la población china (758 millones de personas) se ubicaba en asentamientos urbanos y la proporción alcanzaría el 76% (1.050 millones de personas) en el 2050.

A la vez, sólo el 7% del territorio chino es cultivable.

En definitiva, China es y será un demandante neto de alimentos.

Ello pone por delante una gran oportunidad y a la vez un importante riesgo.

No hay duda de que, como pocas veces en la historia, los países latinoamericanos han aprovechado de manera estratégica el cambio de escenario global e, incluso, se anticiparon a otras regiones en la lectura geopolítica. El crecimiento potencial de la economía china en los próximos veinte años es a la vez garantía para el aumento del comercio con el continente americano.

Asimismo, el panorama ofrece inmejorables perspectivas para aquellos países americanos que abran las puertas a las inversiones chinas, otro rubro en el que el país asiático comienza a desplazar a los capitales de origen estadounidense y europeo.

Las principales inversiones chinas en el mundo se focalizan en el sector minero y en los hidrocarburos. En este último rubro, ya es importante la presencia en los principales países productores de América Latina, a través de las cuatro petroleras chinas (Sinopec, CNPC, Cnooc y Sinochem), todas de propiedad estatal.

La llegada de los capitales se da en general en sociedad con las petroleras estatales de cada país y desde el 2010 también se registra la adquisición de activos propios a otras empresas privadas.

La demanda china de alimentos no sólo crece en cantidad, sino que se proyecta que en los próximos 25 años será mayor la exigencia en cuanto a calidad e inocuidad de los alimentos en el mercado asiático.

A tono con esa necesidad, la estrategia del Estado chino es no sólo invertir en industria, sino comenzar a producir alimentos en otros países.

Al hablar de los riesgos, el principal peligro que emerge del escenario descripto es que se profundice la primarización de la producción en la región.

Si tal como anticipan los pronósticos, China se coloca a la cabeza de la economía mundial, y el volumen de comercio con América Latina mantiene la curva ascendente, difícilmente cambie la conformación de la canasta exportadora en el continente.

Conocidas son las dificultades que los países de la región han afrontado en el último siglo para lograr una industria competitiva que permita, a la vez, generar desarrollo. La profundización de la configuración actual del comercio con China implicaría un paso atrás al respecto.

Una segunda dificultad se manifiesta en la participación relativa de cada país en el total del comercio con China. Sólo cuatro países concentran el 98% del comercio con el gigante asiático, mientras que el resto de los países del continente se reparte el 2% restante. Brasil, con el 75%, es claramente el más beneficiado. Le siguen Argentina con el 16%, Uruguay con el 4% y Chile con el 3%.

Propiciar el crecimiento del resto de los países en la distribución proporcional del comercio con China debiera ser un objetivo de política económica conjunta para el bloque americano.

Diego Penizzotto

diegopenizzotto@rionegro.com.ar


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