Costosos ideologismos

Leonardo Herreros

Jefe del área impresa y editor de Opiniones. Nacido en 1971 en Nueva Imperial, Chile. Es comunicador social (Universidad Nacional del Comahue), diplomado de posgrado en Sociología y Ciencias Políticas (FLACSO) y en Comunicación Política (UCA). Desde hace 30 años ha ejercido el periodismo gráfico en el diario RÍO NEGRO y en el periódico local “La Comuna”, como cronista y editor en diversas secciones. Actualmente edita el Suplemento Debates, con opiniones y análisis sobre temas de coyuntura regional, nacional e internacional. En Diario RÍO NEGRO desde 1993.

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La improvisación de su política exterior, producto de una mezcla de prejuicios ideológicos y de falta de experiencia de gestión, hizo que el presidente Javier Milei desaprovechara la oportunidad del Foro Económico Mundial de Davos para dar señales claras al mundo de hacia dónde va su gobierno y las oportunidades que brinda la Argentina a los inversores en esta nueva etapa política.

Está claro que Milei planteó desde su campaña electoral, y lo reafirmó al asumir, que pretende darle un giro rotundo a la inserción internacional del país. Confirmó preferencias hacia el Atlántico, específicamente Estados Unidos e Israel, y un corte con las alianzas que había tejido el gobierno de Alberto Fernández con China, Rusia y países de América Latina que cuestionan la influencia de EE.UU. También hubo un enfriamiento de la relación con Brasil, principal socio en el Mercosur y vital para nuestra economía. Una de las primeras decisiones de la canciller Diana Mondino fue confirmar la salida del bloque de los BRICS, la alianza de países de la región de Asia-Pacífico que representan un cuarto del PBI mundial y hacia donde se está moviendo hoy el eje económico y geopolítico internacional. La acertada decisión de nombrar un diplomático de carrera en Beijing se combinó con diatribas y ambiguos gestos de acercamiento a Taiwán, considerado por China como territorio propio, en disputa.

Lo peor de varias de estas decisiones es que, contrariamente a lo que pregonan los voceros oficiales, no se tomaron por motivos prácticos, sino por sesgos ideológicos. No hay otra razón que explique por qué se ofende gratuitamente a gobiernos de naciones que son importantes destinos de nuestras exportaciones y aliados en el concierto internacional.

En Davos, la presentación de Milei había concitado expectativa, por varias razones. La primera, porque su gobierno es un importante “experimento” de políticas liberales muy ortodoxas pocas veces vistas en gobiernos democráticos en la región. Por otra parte, empresarios y diplomáticos esperaban saber si, más allá de los principios expresados por Milei y de lo pintoresco de su figura y estilo, brindaría pistas sobre medidas concretas para encarrilar la compleja crisis económica y la viabilidad social y política del ajuste que realiza. La mayoría se retiró decepcionada: su discurso fue una reiteración de principios libertarios, de tono teórico-académico y con alusiones agresivas hacia temas que se debatían en el propio foro, como la igualdad de oportunidades laborales para las mujeres y acciones contra el cambio climático. No hubo definiciones que lo permitieran ver como un líder confiable, con un programa amigable para las inversiones, apenas frases de tono evangelizador y vagas alusiones a la potencialidad de la Argentina cuando se libere del “lastre del colectivismo”. Tras el discurso, Milei se mostró activo en las redes avalando o reposteando reacciones de líderes en su misma sintonía, como Elon Musk o Donald Trump, algunas de dudoso buen gusto, como si todavía fuera el influencer-panelista en campaña y no jefe de Estado.

Como oposición, tanto Milei como varios de sus ministros cuestionaron la errática política exterior de Alberto Fernández, a menudo guiada también por ideologismos que lo llevaron a avalar autocracias como la venezolana o nicaragüense, en un intento de agradar al ala dura del kirchnerismo, para luego dar marcha atrás y condenar a esos mismos países por violaciones a los derechos humanos. Ahora el libertario comete, desde el polo político opuesto, el mismo error: hablar en foros internacionales en clave de política doméstica en lugar de priorizar los intereses de largo plazo del país.

Este afán de posicionarse como referente de la “internacional libertaria” y llevar al plano global su batalla contra el “socialismo”, podría ser muy costoso. En un mundo en crisis de hegemonía y con economías interdependientes, es un error actuar en base a concepciones binarias y maniqueas del orden internacional. Decidir en base a prejuicios e improvisaciones genera tensiones innecesarias con países que podrían ser aliados claves para superar la crisis.


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