El amigo angoleño

Angola es un país pobre y, claro está, fabulosamente corrupto –Transparencia Internacional lo ubica en el lugar número 170, por debajo de Venezuela, de su ranking anual– en el que el régimen se mofa de los derechos humanos y está habituado a reprimir con suma dureza a quienes se le oponen. El presidente José Eduardo Dos Santos está en el poder desde 1979 y es de prever que siga hasta el día de su muerte, privilegio éste que habrá motivado la envidia de muchos homólogos de otras latitudes. Pero además de ser un Estado de instituciones precarias, una situación social lamentable y un nivel educativo penoso, Angola tiene mucho petróleo y diamantes, razón por la que últimamente ha podido anotarse tasas de crecimiento macroeconómico muy altas que, es de suponer, impresionaron tanto al secretario de Comercio, Guillermo Moreno, que se le ocurrió que sería una idea espléndida forjar una alianza estratégica con la dictadura africana. Parecería que la presidenta Cristina Fernández de Kirchner está de acuerdo con el encargado de manejar la economía nacional. Durante su breve visita a Angola, afirmó sentir “una especie de reencuentro con mi juventud” y se pronunció “absolutamente identificada con la historia de este país” ya que a su entender los argentinos y angoleños “sabemos de los valores insustituibles de la democracia, la representación popular, la voluntad libremente expresada al elegir presidente”, palabras que sin duda complacieron a sus anfitriones que están más acostumbrados a escuchar críticas por su conducta truculenta que ser alabados por su hipotético fervor democrático. ¿Y los derechos humanos? Por motivos que podrían calificarse de diplomáticos, Cristina se abstuvo de aludir a aquel tema tan espinoso, acaso por no querer provocar otro incidente ingrato como el que se produjo hace cuatro años cuando nos visitaba el dictador de Guinea Ecuatorial, Teodoro Obiang, y la presidenta aprovechó la oportunidad para amonestarlo en público por las violaciones a los derechos humanos por parte de los matones de su régimen. De todos modos, aunque sería con toda seguridad bueno que aumentara el intercambio comercial con Angola, el que la visita presidencial no se haya visto acompañada por acuerdos formales hace pensar que las posibilidades en dicho ámbito no son tan grandes como imagina Moreno que, según parece, cree que los africanos pronto comprarán cantidades importantes de productos supuestamente típicos como maquinaria agrícola, comida para mascotas, medias que llevan la consigna “Clarín miente” y “Argentine leather”, este último publicitado en inglés, aunque el idioma oficial de Angola es portugués y, a diferencia de otra ex colonia lusa en África, Mozambique, no tiene interés en sumarse a la Mancomunidad Británica. Así las cosas, es natural que la voluntad del gobierno de Cristina, el que ha hecho de la defensa de los derechos humanos en los foros internacionales una de sus prioridades, de estrechar relaciones con Angola haya motivado más extrañeza que entusiasmo. Por supuesto, no es la primera vez que un gobierno peronista busque amigos “ideológicos” en países africanos, puesto que en 1974 el del general Juan Domingo Perón firmó una serie de acuerdos con el extravagante tirano libio Muammar Gaddafi luego de la visita a Trípoli de una delegación nutrida encabezada por José López Rega, pero es de esperar que en esta ocasión el esfuerzo oficial por dar un impulso a las exportaciones nacionales resulte ser más fructífero. También lo es que la propuesta asociación comercial –y, según Cristina, “ideológica”– con un país que es mundialmente célebre por la corrupción de sus gobernantes no se vea afeada por más escándalos como los protagonizados por personajes vinculados con la llamada “embajada paralela” en Venezuela. Si bien hasta países renombrados por la honestidad de sus funcionarios procuran fortalecer sus lazos comerciales con todos los integrantes de la “comunidad internacional” aun cuando sus gobiernos sean conscientes de los riesgos involucrados, es un tanto preocupante que los peronistas siempre hayan sido propensos a privilegiar las relaciones con los que, como Libia, Venezuela y Angola, tienen la reputación merecida de estar entre los más sistemáticamente corruptos del mundo entero.


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