El escritor Philip Roth volvió al ruedo

BUENOS AIRES (Télam).- El proceso de formación de un joven de 19 años, eje de la flamante novela «Indignación», le sirve al escritor norteamericano Philip Roth para ofrecer una nueva perspectiva sobre una temática clásica en su narrativa: el impacto de la historia norteamericana en la vida del individuo aislado.

Desde que en 1969 provocara revuelo «El lamento de Portnoy» y se ganara en aquel entonces el rechazo de buena parte de la comunidad judía, la obra y la vida de Roth se han mezclado hasta el punto de que resulta imposible discernir la ficción de elementos autobiográficos que se adivinan, sobre todo, en la lista de obsesiones recurrentes que aparecen una y otra vez en sus libros.

¿Cuáles son las cuestiones ineludibles para el autor de «Me casé con un comunista» y «La mancha humana»? El poder del sexo, la angustia existencial, el deterioro físico y las imprevisibles consecuencias que se derivan de actos impulsivos.

Sin el tono autorreferencial de obras anteriores como «Elegía» o «Sale el espectro», protagonizadas por ancianos exitosos al borde la muerte, el sello Mondadori acaba de lanzar en la Argentina esta historia centrada en Marcus, un joven que mantiene una relación conflictiva con un padre hiperprotector.

En las novelas de Roth emerge siempre la indignación contra cualquier forma de manipulación del poder, tanto si se trata de la incomprensión de una realidad distinta a la suya («Pastoral americana») como de un personaje enfrentado a la historia de su país, tal cual ocurre en «La conjura contra América».

En esta oportunidad, este sentimiento oficia como protagonista de la historia ambientada en los 50, años signados por la guerra de Corea, la apoteosis de la Norteamérica racista y reaccionaria previa a la irrupción en el poder de John F. Kennedy.

«Indignación» está contada a partir de Marcus Messner, un joven cándido e inexperto que se enfrenta a la muerte antes de cumplir la veintena tras una vida truncada por las malas jugadas del destino, que suelen desencadenar eventos fortuitos imparables y, casi siempre, funestos.

Una vez más, Roth recrea el mundo de su adolescencia en un barrio humilde de Newark, Nueva Jersey, que es el equivalente judío al mítico sur que William Faulkner inmortalizara en el ficticio condado de Yoknapatawpha: el protagonista de la obra vive bajo las normas de una arquetípica familia de clase trabajadora.

Pero el joven Messner sueña con escapar de un destino tan gris como el de su padre, un laborioso carnicero obsesionado con los peligros que podrían acechar a su único y bien amado hijo. En su empeño por huir, acaba como pez fuera del agua en una universidad rural y conservadora en Ohio, el otro extremo del mundo que dejó atrás.

Como era de esperar en una novela de Roth, el muchacho se embarca en un viaje de iniciación y sin retorno pasando por los rituales sexuales, el choque cultural, la inexperiencia y, en última instancia, una cadena de pequeños errores que desencadenan el trágico final del joven.

La intriga, en principio, radica en responder a la pregunta de sí Marcus llegará a ser alguien que lo redima de un futuro como carnicero. Parece, en principio, fácil, dada su actitud para el estudio, pero su escasa destreza para resolver conflictos con sus compañeros y su negativa a pertenecer a una fraternidad, lo convierten en un solitario.

Desde hace años, el escritor vive apartado de todo en una granja situada en la zona de los Berkshires, en el noreste del país.

El eterno aspirante al Premio Nobel de Literatura escribe siete días a la semana encerrado en su estudio y agradece vivir sin las continuas interrupciones que, a su juicio, conlleva la vida en pareja.

En su vejez, sus máximas son la comida, la escritura, el ejercicio, el sueño y la soledad para aprovechar al límite la capacidad creativa, su única pasión desde que renunció a una agitada vida sentimental y otras distracciones mundanas.