El mejor trabajo del mundo

Carolina Reymúndez es cronista de viajes. Acaba de recopilar en un libro sus aventuras en el Amazonas, la India, la cordillera de los Andes y el desierto chileno, entre otras travesías. Aquí cuenta sus experiencias y el lado desconocido de su oficio.

Historias

De niña, cuando salía de vacaciones con sus padres en el asiento de atrás del auto, Carolina Reymúndez (Buenos Aires, 1971) no preguntaba si faltaba mucho para llegar al destino. Estaba ocupada escribiendo diarios personales donde contaba recorridos y sus sensaciones en el camino. Si visitaban un museo tampoco se aburría: anotaba los cuadros que le gustaban.

JUAN IGNACIO PEREYRA

pereyrajuanignacio@gmail.com

Al terminar la secundaria comenzó a estudiar Ciencias de la Comunicación en la Universidad de Buenos Aires, y siguió viajando y escribiendo. A los 18 años empezó a viajar con mochila, a dedo, por América Latina. Se iba varios meses con su hermano, con una amiga o en pareja. Hasta que, convencido de que ella tenía que escribir sobre viajes, un compañero de la facultad que trabajaba en el diario “La Nación”, le presentó al editor del suplemento de turismo.

En la primera reunión, quien luego sería su jefe le pidió que le presentara algunas ideas sobre lo que podía escribir. “Le respondí que si tenía tiempo se las decía ahí mismo. Recién llegaba del Amazonas, así que entre otras le propuse un artículo sobre Iquitos, en Perú. Ésa fue mi primera nota”, recuerda Reymúndez sobre sus inicios en el periodismo durante una entrevista con el VOY. Tras recibirse, salió de viaje por algo más de un año por Europa y Asia.

Es de esa experiencia que surge la primera parte de “El mejor trabajo del mundo”. Se trata de un libro de viajes de principio a fin, que incluye crónicas, columnas y un tramo autobiográfico donde navega por los “matices de este trabajo que tantas fantasías genera”.

-¿Qué sentís cuando te dicen que tenés el mejor trabajo del mundo?

-Tengo la impresión de que la gente no piensa en trabajo cuando les digo de qué trabajo. En general se ve la fantasía, que alguien te pague por viajar y te vayas, por ejemplo, al Caribe, a Suiza, a Zimbabwe o a Brasil. Todo lo demás -agendas interminables, poco descanso, falta de tiempo libre- se escucha con el oído endulzado por el recuerdo de algunas vacaciones o por el sueño de las que vendrán. Entonces, siempre creen que tengo el mejor trabajo del mundo. Igual, en el fondo pienso que tienen razón.

CONTRASTES

En el libro, Reymúndez dice que como no le gusta que le pregunten cuáles son sus lugares favoritos en el mundo, lo que hace es cambiar siempre la respuesta. También relata muchos de sus mejores y peores viajes. Así, cuenta un viaje al desierto chileno con una banda de naturalistas estadounidenses, groupies de las flores, y otro a La Prairie, una clínica suiza donde algunos van a inyectarse una pócima que se cree que estira la vida. Hay también un viaje por la cordillera de los Andes a caballo para buscar unas vacas antes de la llegada del invierno, un recorrido por el México millonario de Carlos Slim y un recuerdo chancho de la India.

Al hablar sobre una especie de moda de viajeros que recorren el mundo y lo cuentan en un blog, la periodista sostiene que el turismo “es un negocio millonario” y que por eso tiene “tanta” prensa. “Viajar en esta época tiene más visibilidad -dice-. La mayoría de los que se van de viaje ‘largo’, a recorrer Europa en tren, Latinoamérica en bicicleta, la India o el sudeste asiático, sube las fotos a Facebook y a Twitter, abre un blog y relata lo que encuentra en el camino. Para su familia, sus amigos, y para una amplia comunidad de viajeros que se pasa datos por internet”.

-En este sentido, ¿qué se modificó con internet?

-En los últimos diez años cambió la forma de acceder a la información de lugares, y los blogs de viajes son muy consultados por la experiencia de primera mano. Por otro lado, el mundo es más accesible desde el punto de vista de las comunicaciones. Se achicó el concepto de remoto. Sigue siendo lejos, pero si tenés conexión ya no tanto como cuando mandabas cartas y llegaban un mes después.

-¿Cuál es el rol de un periodista de viajes en el contexto actual?

-Contar un lugar a partir de una mirada atenta, amplia y honesta. Contar a través de buenas descripciones, personajes con nombre y apellido, anécdotas que estén ahí por algo. Seguir aprendiendo sobre el lugar a la vuelta del viaje, escribir con los cinco sentidos y chequear la información.

-Viajás mucho por trabajo, ¿cómo es cuando te vas de vacaciones?

-Si me voy de viaje tomo apuntes, saco fotos, pienso en posibles crónicas. Es inevitable, recuerdo que un novio se enojó porque me decía que sacaba muchas fotos. El problema, quizás, es que no lo siento como un trabajo. Tiene que ver con una curiosidad natural. Cuando no viajo me gusta irme a un lugar que conozca, así no siento que tengo que salir a reportear.

-Pareciera que en el libro también deslizás una crítica al periodismo de viajes, que siempre encuentra “nuevos paraísos”. Sobre esto, ¿que les decís a tus alumnos en tus talleres?

-Que registren las frases hechas -”perderse por las callecitas”, “pueblos detenidos en el tiempo”, “atardeceres rosados”, “cóctel de tradiciones”, “visita obligada”- para no usarlas. Que es mejor contar con sus palabras en forma clara y directa. Que el adjetivo si no da vida, mata, como dijo Carpentier. Que le dejen la poesía a los poetas. Que cuenten una historia. Y que el paraíso es ¡un lugar común!


Adherido a los criterios de
Journalism Trust Initiative
Nuestras directrices editoriales
<span>Adherido a los criterios de <br><strong>Journalism Trust Initiative</strong></span>

Formá parte de nuestra comunidad de lectores

Más de un siglo comprometidos con nuestra comunidad. Elegí la mejor información, análisis y entretenimiento, desde la Patagonia para todo el país.

Quiero mi suscripción

Comentarios

Este contenido es exclusivo para suscriptores

Ver planes ¿Ya estás suscripto? Ingresá ahora