El protagonismo de quienes transitaron por estas tierras

El registro histórico patagónico rescata a aquellas que supieron dejar su huella.

Sin duda daría para un extenso libro reseñar o simplemente citar nombres y aspectos de sus vidas: mujeres que vivieron en la Patagonia. Es posible que no sea cuestión de «machismo», sino casi acostumbramiento natural durante cientos de años en su papel presumiblemente secundario con relación al varón, pero la historia -la patagónica en este caso- muestra que no fue así y en los últimos años, investigaciones y estudios más profundos tienden a la necesaria reivindicación. Claro, algunas quedaron en el anonimato, difícil de resucitar. En su día, sintéticamente recordamos algunas mujeres que transitaron por el sur argentino -por supuesto- con ya pátina histórica.

Hernando de Magallanes navegando en su vuelta al mundo había decidido invernar en puerto San Julián (Santa Cruz) y Antonio Pigafetta que llevaba diario de navegación anotó en mayo de 1520 referido a mujeres tehuelches que estaban en tierra: «Las mujeres no son tan grandes como los hombres; pero, en compensación, son más gordas. Sus tetas, colgantes, tienen más de un pie de longitud. Van pintadas y vestidas del mismo modo que sus maridos, pero se tapan sus partes naturales con una piel delgada. Nos parecieron -agrega- bastantes feas; sin embargo sus maridos mostraban estar muy celosos». Fracasó el intento: «el capitán deseó tomar a sus mujeres». Huyeron hombres, mujeres y niños. Sin nombres, se incorporaron a la historia patagónica, hace 489 años.

Se la consideró la primera «mujer blanca» en Tierra del Fuego. Eleonora Britten de Lewis con su esposo Jaime, luego de hacer escala en Malvinas llegaron a Ushuaia en 1869, Lewis era miembro de la «Patagonian Missionary Society» y su trabajo sería entre los aborígenes fueguinos. En la borrascosa travesía perdieron el ganado que llevaban para poblar, salvo dos cabras blancas. Construyeron precarias casillas. «El primer invierno que pasaron en Ushuaia fue excesivamente sufrido. Por el reparto que exigían los indios, los comestibles y ropas se agotaron antes del tiempo previsto, viéndose obligados a mantenerse con mejillones y pescados, como los fueguinos». La inglesita enseñaba a coser a las mujeres nativas y «bien pronto se ganó la confianza de los fueguinos, convirtiéndose en su ángel tutelar… los hombres quedaron seducidos en sumo grado por la fina belleza de esa mujer con ojos azules vista por primera vez, cuya dorada cabellera pretendían acariciar continuamente, con adoración, como algo semidivino». En Ushuaia nació el segundo hijo, Frank Ushuaia Lewis. Levantaron capilla, enseñaron inglés y aprendieron yagan. Mis Britten falleció en Río Gallegos a los 86 años.

En la Norpatagonia también hubo otras mujeres para recordar, como la cacica Bibiana García de la tribu Catriel «mestiza de indio y blanca nacida en Azul» (Bs. As). Luchó para obtener tierras en el norte rionegrino, contiguas al río Colorado. A caballo hasta Bahía Blanca y luego en tren a Buenos Aires donde, arrancó al presidente Roca y ministro Frers decreto de 19 de junio de 1899 que en parte de los considerandos expresaba: «Atento a los informes de la Dirección de Tierras y Colonias, de la gobernación de Río Negro en el expediente iniciado ante el Ministerio de Agricultura por Viviana García, a nombre de numerosos indígenas» (sic). Así nació la Colonia Pastoril Catriel. Se puede decir que la «reina» -como la nombraban- fue la cacica fundadora.

Durante la llamada campaña al desierto (1879 y siguientes) entraron en escena las «fortineras» de las que un autor expresaría: «Mujer que jamás dejó oír su voz ni buscó una sombra propicia para rehusar o excluirse bajo el pretexto de la debilidad del sexo, de acompañar al soldado en las marchas, en los cambios de campamento, en las campañas inhospitalarias, en las acciones de guerra y de una manera importantísima en las fronteras y fortines», agregando: «Esas mujeres, tan decididas, bonachonas, batalladoras, entre otras características muy recomendables, tenían la del gran espíritu de nacionalidad, pues en sus cantos y cuentos sabían mantener viva la idea de la imagen de la patria; porque en realidad la querían y la amaban, así como al regimiento o batallón a que pertenecieron» (sic. Ramayon, E. E., 1914).

Y otro autor completaría el cuadro de sacrificios de las «fortineras» de aquellos años: «Había mujeres de todas las provincias argentinas, viejas y jóvenes en número de cuarenta y cinco, más o menos; unas casadas por la iglesia, y otras detrás de la puerta. Sus viviendas un rancho con un cuero de puerta, por todo racionamiento recibían una libra y media de carne y alguna onza de arroz, lo que unido a la parte del marido, cuando estaba presente en el campamento, les permitía mantenerse durante el día, ayudándose con mate amargo… El agua y la leña la traían desde lejos y siempre con sus hijitos a cuestas… lavaban la ropa de la tropa a cambio de una parte de la quincena que consistía en yerba, jabón, tabaco muy malo y dos pliegos de papel de fumar» (sic. Pechman, G., 1918).

En este recuerdo fortinero parece innecesario dedicar espacio -por lo conocido de sus vidas- a Carmen Funes de Campos, la famosa «Pasto Verde» y Mercedes Casa de Aguirre «La Mazamorra», ambas fueron muy amigas y vivieron un tiempo juntas en Plaza Huincul. Tienen importante espacio en la historia regional.

Fue nombrada por exploradores, Musters uno de ellos: «La india María, es una linda joven, blanca, rubia, buena moza. María lleva enaguas limpias, vestido de saraza y un rebozo de lana nuevecito. Es madre de dos hijos. (Hijos naturales de Moyano (Carlos María, luego educados por él en Mendoza). Es tan patriota que posee dos banderas argentinas, las que suele enarbolar en su toldo» (Borgialli, C, 1941). El inventario -no total- incluye a Basilio Villarino cuando en 1779 con la fundación del Establecimiento del Carmen «salió de mañana con una india a reconocer una salina que está como a 10 leguas» y cuando en 1783, remontando el río Negro llegó a Choelechoel (Choele Choel) y la lenguaraza Teresa le suministró información. También, los desembarcados galeses en Madryn de 1865, rumbo al valle del río Chubut nació Mary Humphreys, primer nacimiento y bautismo de una loma con su nombre. Las bravas mujeres -algunas con uniformes de soldados para confundir- que se sumaron a los defensores del Fuerte durante la invasión brasileña al Carmen en 1827. Julia Dufour viajó de bodas en el «Espora» con su esposo Luis Piedra Buena para vivir en la isla Pavón, desembocadura del río Santa Cruz.

Quedan muchas más en el registro histórico patagónico. Y muchas más en el anonimato irrecuperable del suelo sureño, algunas nativas y otras no, pero todas dignas de recordación.

 

HÉCTOR PÉREZ MORANDO (*)

(*) Periodista. Investigador de historia patagónica


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