Galápagos, a 200 años del nacimiento de Darwin
Cuando Charles Darwin llegó a las islas Galápagos tenía 22 años. Permaneció en el archipiélago por cinco semanas y en principio estuvo decepcionado por la árida vegetación. Con el pasar de los días reunió la colección de flora, fauna y minerales a partir de la que desarrolló su teoría de la evolución y selección de las especies.
En el 2009 se cumplen 200 años del nacimiento del científico inglés, hombre reservado, minucioso y gran trabajador académico, y se conmemoran además 150 años de la publicación de su obra «Origen de las Especies», eventos celebrados en el mundo y, por supuesto, también en el archipiélago de Galápagos, ubicado a 1.000 kilómetros de la costa ecuatoriana y compuesto por trece grandes islas, seis menores y 107 rocas e islotes.
Por sus condiciones únicas, fue declarado parque nacional por Ecuador en el 97,5% de su territorio y recibió los títulos de la UNESCO de Patrimonio Natural de la Humanidad y Reserva Marina. Pero también esa organización lo incluyó, en junio del 2007, en la lista de patrimonios en riesgo por los múltiples problemas que lo aquejan, entre ellos el excesivo número de visitantes.
Llegar a estas islas -conocidas también como «encantadas»- no estaba planeado en el itinerario del H. M. S. Beagle, embarcación en la que partió Darwin en expedición por varios lugares del mundo en 1831, sino que era solamente una breve parada en las islas que ya para entonces, 1835, habían sido reclamadas por Ecuador.
¿Qué vio Darwin en las cuatro islas en que estuvo en su corta estadía? De inmediato se impactó por el paisaje volcánico del archipiélago formado por frecuentes erupciones, con islas que tienen cinco millones de años las más antiguas y otras en proceso de formación aún.
El punto de partida para el desarrollo de su teoría de la evolución fue la observación de los pinzones, hoy llamados «pinzones de Darwin». Luego el científico estudió tortugas marinas, lagartijas de lava, peces, iguanas y plantas, sus comportamientos, sus formas de adaptación, su origen común y su diferenciación debido al aislamiento.
Llegó entonces a las conclusiones ejes de su teoría en los lugares en que los actuales visitantes pueden ver lo mismo que Darwin pero con más ruido, un gran flujo de visitantes, un sinfín de barcos, lanchas y yates y numerosos problemas surgidos a pesar de las regulaciones impuestas por el Sistema del Parque Nacional Galápagos (SPNG), ente oficial que administra y maneja el área protegida y regula desde la distancia del turista respecto a las especies (200 metros) hasta qué islas pueden o no ser visitadas.
En temporada alta permanente, Galápagos es la joya de la actividad turística de Ecuador. No importa si llueve o está soleado, los visitantes llegan todo el año al archipiélago. Según la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN), actualmente arriban 170.000 personas, cuando tiene una capacidad de visita de 90.000.
El organismo propuso hace unos días en Quito que se reduzca el número de visitantes y se califique el ingreso, ya que consideran que, por ejemplo, el surf no es una actividad que deba motivar una visita a las islas y que ahora está muy promocionada.
Galápagos es uno de los destinos más apetecidos del mundo, sea por ecologistas, surfistas, buzos, investigadores o simplemente turistas que puedan pagar entre 1.000 y 5.000 dólares por persona, según las características de su visita, y que quieran maravillarse con sus especies únicas de fauna y sus parajes sin comparación en donde se mezclan la piedra de lava con escenarios desérticos de arena blanca o roja, cactus o árboles de palo santo y mangle.
Cada lugar llama la atención y así transcurre la estadía en el archipiélago, cuya isla más poblada, a pesar de no ser la más grande, es Santa Cruz, con cerca de 10.000 habitantes de los aproximadamente 20.000 que residen en el archipiélago, hoy regido por leyes muy fuertes de permanencia.
Los visitantes temporales pueden quedarse hasta tres meses en las islas, sin opción a trabajar. Los residentes, en cambio, deben justificar su permanencia. De lo contrario son expulsados como ya ha ocurrido masivamente en dos ocasiones en los últimos doce meses.
El paradisíaco lugar no podría ser tal si no contara con las normas de protección dictadas desde el SPNG, cuyos guardaparques patrullan los sitios autorizados de visita para cerciorarse de que las normas se cumplan a riesgo de expulsión de la zona.
Las visitas a las áreas autorizadas -hay muchas que no lo son por su fragilidad- pueden realizarse únicamente en compañía de un guía calificado por el Parque para evitar alteraciones en el comportamiento de las especies. En determinados sitios de visita no se pueden tomar fotografías con flash o contestar el teléfono celular.
Graham Watkins, de la Fundación Charles Darwin, advierte que en Galápagos hay grandes amenazas impuestas por la actividad humana y la más grave es la introducción de especies invasoras ajenas al lugar.
La lucha contra chivos, ratas, gatos, hormigas, mosquitos y otras especies de fauna y flora que compiten con las endémicas es ardua, muy cara y permanente.
Pero también hay los problemas generados por el crecimiento de la población humana, a la que los servicios básicos ya no abastecen, y la necesidad de atender al creciente número de visitantes.
«Las Galápagos del futuro podrían parecerse a otras islas del Pacífico, el Caribe y Mediterráneo en el presente», establece Watkins al advertir sobre el posible desarrollo de grandes hoteles, transatlánticos, distribución desigual de beneficios económicos y desaparición de especies nativas.
Adicionalmente para la población de Galápagos vivir en un laboratorio natural es muy complicado y en algunos aspectos, sobre todo en el de atención, ellos compiten con las especies de flora y fauna, pues ha sido un reclamo permanente que más preocupación y recursos se destinan a la supervivencia de una tortuga que a la de un ser humano en las islas.
Lograr un modelo de desarrollo sustentable y armónico para flora, fauna y humanos es el gran reto en Galápagos, donde la evolución y la selección de las especies se manifiestan permanentemente y mientras el gran «Solitario George», último ejemplar en el mundo de tortuga gigante de la especie Geochelone abingdoni, no ha podido procrear aparecen nuevas especies de iguana (la rosada de la isla Isabela), de aves marinas (la Pufino de Galápagos) o de plantas (la aster de Darwin, en investigación).
SILVANA LARREA
(DPA)
SILVANA LARREA
Cuando Charles Darwin llegó a las islas Galápagos tenía 22 años. Permaneció en el archipiélago por cinco semanas y en principio estuvo decepcionado por la árida vegetación. Con el pasar de los días reunió la colección de flora, fauna y minerales a partir de la que desarrolló su teoría de la evolución y selección de las especies.
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