Género y lenguaje inclusivo
Carlos Ñanculeo*

Habitualmente cuando se habla de “género” o “enfoque de género”, el común de las personas lo asocia exclusivamente a mujeres y a utilizar expresiones que las incluya. Ello es porque entienden el término vinculado solo al universo femenino. Sin embargo, el concepto es más amplio.
El mismo remite a las características y roles que se asigna a cada sexo, que a su vez dependen de las particularidades de cada cultura. Es decir, que “género” es la construcción social de la masculinidad y feminidad. El vocablo surgió como categoría analítica cultural para diferenciar qué significaba ser mujer y hombre.
Algunos teóricos señalan que el mismo emergió ligado al movimiento feminista que propugnaba la igualdad de derechos para hombres y mujeres.
Es decir que dicha palabra habría surgido como consecuencia de la desigualdad entre los sexos y la subordinación de las mujeres hacia los hombres, disparidad que aún se mantiene.
A las mujeres se las ubicó siempre en un rol inferior al masculino y con función de madre o esposa, predominando así un paradigma androcentrista, en el que el hombre es considerado el principal protagonista de la historia humana.
Dicha desigualdad continúa hoy en día. Inclusive hay una antigua frase que todavía suele utilizarse que expresa que “detrás de un gran hombre siempre hay una gran mujer”.
Este enunciado no es inocuo, aunque parece un halago no lo es y crea representaciones simbólicas que se instalan como verdades incuestionables en el imaginario social. Incluso, en el ámbito laboral, aún hoy hay empleos que se consideran netamente masculinos y por consiguiente vedados a las mujeres: como ejemplo vale señalar la albañilería.
Respecto del lenguaje inclusivo que habitualmente se utiliza, es necesario aclarar que no es correcto utilizar en palabras el símbolo arroba para referir a mujeres y hombres o utilizar la letra “e”; por ejemplo, decir: “Tod@s” ó “Todes”. También es erróneo reemplazar a las vocales “a” y “o” por la letra “x” y escribir, por ejemplo: “Lxs enfermerxs”.
Es importante señalar que hay maneras de expresión adecuadas y diversas para incluir en una locución a hombres y mujeres.
A modo de ejemplos, en lugar de decir “Listado de beneficiarios” utilizar la expresión “Listado de población beneficiaria”; en las instituciones educativas, al “Departamento de Alumnos” se lo puede denominar “Departamento Estudiantil”; en lugar de “Listado de alumnos becados” expresar “Listado de estudiantes que recibirán becas”, y así entre varias alternativas más.
Las palabras tienen peso, configuran modelos de relación y pueden instaurar modalidades de invisibilización, y en este caso en particular al no denominar a las mujeres además de ocultarlas también las relega.
*Especialista en Trabajo Social Forense
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