La decadencia de un

Sylvester Stallone, Chuck Norris, Arnold Schwarzenegger, Steven Seagal y Jean-Claude Van Damme han ido perdiendo protagonismo en los últimos 20 años. Los grandes estudios no los quieren a ellos ni a sus argumentos vinculados con el conflicto de Vietnam y la Guerra Fría. Entretanto, Stallone escribió, produjo y protagonizó un nuevo filme “The Expendables” donde reúne a algunos de sus viejos amigos.

Poco a poco, en el transcurso de los últimos 20 años, dejaron de matar.

Aunque los argumentos que los tenían como protagonistas apelaban a escenas de extrema violencia, en la década de los 80, Sylvester Stallone, Chuck Norris, Arnold Schwarzenegger, Steven Seagal y Jean-Claude Van Damme, formaban parte de un discurso político en donde se entremezclaba la candidez y el patriotismo. Una candidez apropiada para aquellos tiempos que algunos llamarían hipocresía. América los necesitaba y ellos dijeron presente. El publico dejaba caer lágrimas y dólares.

En la pantalla grande revisaban, desde la ficción, el conflicto de Vietnam y los oscuros entretelones de la Guerra Fría. En sus películas los “hechos reales” eran pasados por un tamiz que los liberaba de porosidades y zonas grises.

Aún hoy cuesta imaginar cómo es que los Estados Unidos perdieron la guerra contra los vietnamitas luego de ver las fantásticas aventuras interpretadas por los ex combatientes Stallone y Norris.

La palabra “desaparecido en acción” se convirtió en una etiqueta con la cual se categorizó a un grupo películas de los 80, en las que un comando de elite regresaba por sus soldados caídos en desgracia en las selvas de Camboya. Otro subgénero estaba comprendido por los filmes en donde, por motivos diversos (rescatar a un científico, una dama u obtener información clasificada) se violaban las “inviolables” fronteras de la ex URSS. Las incorrecciones políticas contenidas en los argumentos, tales como el salvajismo de las escenas y la mirada estrecha y discriminativa para con el universo oriental o soviético, fueron minimizadas bajo una consigna sin fisuras: “es sólo una película”.

Nuevos vientos comenzaron a soplar en la industria de Hollywood cuando las transacciones comerciales entre Estados Unidos y países como Vietnam, a partir de 1995, describieron un escenario muy distinto de relaciones político culturales. Sólo para dar una idea al respecto: EE. UU. es hoy el mayor importador de mercancías vietnamitas. La cifra por intercambio de diversos productos fue en 2009 de 15 mil millones de dólares.

Como es de suponer, los comandos de juguete y sus efectos especiales producidos en Los Angeles, dejaron de ser necesarios. Fueron pasados a retiro.

Tampoco ayuda que los grandes estudios quieren que sus estrellas permanezcan jóvenes y “limpias” en todo sentido. Stallone, por ejemplo, ha estado vinculado en distintas oportunidades al consumo de drogas prohibidas para acelerar el crecimiento de sus músculos. Esto sin contar sus extrañas cirugías faciales. Un menú psíquico que de entrada merece una “R” de restringido para menores de 17.

En la tercera película del personaje, John Rambo se traslada a Afganistán con el propósito de rescatar al Coronel Trautman en manos de los soviéticos. El mundo se encontraba en plena transformación pero John permanecía empecinado con el antiguo orden de poderes. Para cuando la película vio la luz, el comunismo mostraba su apertura al mundo de la mano de Mijail Gorbachov.

El filme se vio afectado por el contexto. La película sólo recaudó 53,7 millones de dólares en los Estados Unidos, muy poco para un costo total de producción de 65 millones.

La última película de la saga data de 2008 y se desarrolla entre la frontera de Tailandia y Birmania, donde Rambo ayuda, muy a su pesar, a un grupo de misioneros católicos. El filme está producido, escrito y dirigido por Stallone. En los Estados Unidos “Rambo” recaudó más de 42 millones de dólares y en el extranjero llegó a los 70 millones.

Chuck Norris es un ejemplo de perseverancia. Quedará en la historia por al menos dos cosas: su legendaria batalla (que pierde) en el Coliseo Romano contra Bruce Lee en “El Furor del Dragón” y su saga “Desaparecido en Acción”. Un público más joven tal vez alcanzó a ver la serie de televisión “Walker, Texas Ranger”o en su saga cinematográfica más reciente como “Delta Force”.

“Desaparecido en Acción” y sus secuelas también fueron perdiendo vigor junto con el cambio de relaciones ente los Estados Unidos y Oriente. A mediados de los 80 parecía una buena idea pero para cuando la década terminaba ya pocos querían pagar una entrada por encontrarse con Norris rescatando soldados famélicos. La primera de la saga de 1984 recaudó en Estados Unidos más de 22 millones de dólares. Al año siguiente la segunda parte llegó a los 10 millones de dólares, y la tercera debió resignarse con 6 millones.

Siempre se dijo que Steven Seagal había trabajado para la CIA o algún otro servicio de inteligencia. De ahí su predilección por los argumentos en que los servicios son puestos en ridículo.

Seagal es un buscador incansable de nuevos horizontes “criminales”. Aun así, tal vez el hombre que una vez interpretó al furibundo detective Mason Storm no imaginó que iba a terminar en el filme “Red de corrupción”, actuando como Orin Boyd, un policía de Detroit con problemas para manejar su furia, junto al rapero DMX y el comediante Anthony Anderson. Aquí la única ironía posible es hacia su legendario personaje.

La acción marcial y los filmes de guerra más tradicionales fueron relegando espacio en favor de la intriga, los argumentos dedicados al terror cada vez más morboso y a la comedia romántica. Algunos personajes sobrevivieron pero para el gran público es como si un borracho hubiera entrado a una fiesta por la paz.

Los nuevos héroes cargan con sus cruces. Son implacables aunque resultan heridos. Pagan al menos una parte de la factura por los platos rotos en la escena.

La idea general que atraviesa en la actualidad a Hollywood es que la violencia debe tener una justificación moral: un asesinato cruel por parte de salvajes homicidas, un secuestro, tráfico de personas, armas o droga (cocaína o mejor si es heroína). Todas palabras de alto calibre que fundamentan el exterminio de bandas imprecisas. No se habla de acabar con tal o cual nación sino de darle su merecido a los grupos que operan allí.

Los flamantes comandos, ex agentes o jugadores del escenario del recontra espionaje internacional, exhiben músculos y lindos rostros pero también son propietarios de unos dulces corazoncitos. El infalible Agente 47 (“Hitman”), es capaz de eliminar a todos sus oponentes y de dejar viva a una escuálida chica a la que no quiere poseer. Jason Bourne, el más caro experimento militar de los Estados Unidos de los últimos años, arrasa a sus oponentes con la idea de un día volver a ser un chico normal.

Los héroes 2.0 vienen bajos en azúcar y sin colesterol.


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