La escuela que nos espera

Víctor Enrique Gualmes Barrera*


Tal vez nunca pudimos imaginar que un dieciséis de marzo íbamos a dejar cerradas las puertas de nuestras escuelas por tanto tiempo. En ellas quedaban bancos vacíos en donde ningún lápiz osaría escribir una palabra llenando los blancos radiantes de hojas de cuadernos y carpetas. Aquellos que hoy se reinventan en una tarea diaria en los hogares de miles de familias que vieron cómo la escuela quedaba vacía pero los docentes ingresaban de a poco a través de la virtualidad. Aquella misma que en algún momento nos asustó con sus redes sociales que nos planteaban más desafíos, interrogantes y miedos. En esas redes en las que nos vimos como insectos atrapados por una tela de araña y el enemigo al asecho tratando de cambiar el paradigma de enseñanza.

Quizás tuvimos que comenzar a amigarnos con las nuevas tecnologías de la comunicación social, arreglarnos un poco el cabello, lavarnos las manos con alcohol en gel y la cara para despabilarnos de años de quietud, amplificar nuestras voces para no quebrarnos ante el aislamiento social que nos dejaba con más distancia que un metro de separación física, psíquica, moral y humana. Y salimos airosos a batallar con aquel dragón que osaba invadir nuestro territorio áulico… nos dejaba fuera de nuestra zona de confort.

Nos quedará seguramente como tarea el seguir afianzando estos lazos construidos virtualmente con la TIC que de a poco irán provocando nuevas instancias de aprendizaje.

En ese momento comenzamos a poner en boca de todos las palabras normalidad, presenciales, docentes, zoom, virus y hackers… empezamos a vaciar un lugar en donde las primeras vocales, las primeras sílabas, apenas pudieron empezar a tener coherencia y cohesión en un discurso pragmático que se silenciaba hasta en los patios. Pero tratábamos de empezar a deconstruir un discurso pedagógico que nos ayudará a tener mejores conexiones para que cada alumno y alumna, cada familia, se sintiera tan conectada a pesar de las distancias sociales que también dejaban vacías a nuestras calles.

En donde lo único que se comenzaba a escuchar era el sonido de las hojas en otoño cayendo sobre las veredas o las masas de aire que ahora podían encontrar eco en las sombras nocturnas que se atrevían a escuchar la oscuridad del universo… empezábamos nuevamente a mirar de otro modo el cielo, pensando en que el mañana sería aún mucho más desolado y diferente; pero con la convicción de estar dando un paso firme, ayudándonos a que con el simple hecho de quedarnos en casa construiríamos ese mañana distinto y sano… achicando brechas e índices. En ese momento todo indicaba que nacían nuevas palabras y debíamos definirlas con nuestras sensaciones, nuestras emociones a flor de piel, las esperanzas, miedos, temores, con la fe puesta en el horizonte.

Hoy estamos inmersos en una vorágine de sensaciones entremezcladas, tratando de hacer y deshacer… haciendo de cada tarea un momento de aprendizaje. Hoy estamos esperando con ansias el regreso. El volver pero no con la frente marchita como dijo el poeta… con la frente en alto por haber podido salir ilesos y sanos de una pandemia que ningún astrólogo predijo. Entonces nos quedará seguramente como tarea el seguir afianzando estos lazos construidos virtualmente con la TIC que de a poco irán provocando nuevas instancias de aprendizaje.

Nos abrirán nuevas puertas al conocimiento, en donde alumnos, alumnas y docentes seguiremos construyendo un camino, proyectando objetivamente cada recorrido, cada itinerario escolar en donde la palabra seguramente irá cargada de nuevos significados.

Tal vez cuando volvamos debamos volver a llenar todos esos espacios vacíos de nuestras escuelas: cuadernos, carpetas, pizarras y pizarrones con nuevas y viejas palabras; pero cargadas de nuevos significantes, nuevos significados porque volveremos resignificados como personas, alumnos, alumnas, docentes, auxiliares, familias, comunidad; deberemos volver a pronunciar cada palabra con sus significados para que la escuela vuelva a ser como la soñaron las generaciones anteriores: libre, laica y gratuita, pero sobre todo para que se pueda cumplir con el nuevo concepto de una escuela inclusiva en donde la palabra habite en cada voz y, al fin, se pueda seguir sosteniendo la rima que une a felicidad y vida. Para que la escuela en fin siga siendo la escuela pública por la que tanto luchamos.

*Docente, neuquino nacido y criado, escritor


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