La familia dejó la ciudad

Los padres y el hermano de Ailín vendieron su casa y su comercio y se mudaron a otra ciudad. No lo hicieron por el dolor que aseguran que aún no tiene consuelo, sino por temor al sospechoso y a su familia. “Nos tuvimos que ir porque son gente peligrosa”, contó ayer Mauro García, el hermano mayor de Ailín. Aquel 17 de enero él fue quien la encontró asesinada en el primer piso del frigorífico familiar, donde ella se encargaba de la parte administrativa. “Comprendemos que la justicia tiene otros tiempos pero nos produce temor que pueda salir en libertad este hombre”, dijo Mauro y remarcó que “nosotros tuvimos que dejar todo acá, vender todo porque si te hacen algo así en tu trabajo en la calle no podés andar”. “Esperamos que llegue el juicio y se haga justicia porque Ailín tenía 20 años y nunca ni ella ni nosotros le hicimos mal a nadie, sólo trabajábamos todos los días”, sostuvo Mauro, y recordó que “esa familia trabajó con nosotros toda la vida; yo lo conozco desde que tengo cuatro años” y “nos arruinó la vida”.


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