La pelea del año

En el léxico político nacional, la palabra “gobernabilidad” significa que el Poder Ejecutivo tiene forzosamente que estar en manos de un peronista porque de otro modo la rama sindical del movimiento se las arreglaría para sembrar el caos, hostigando al “intruso” con un paro general tras otro y manifestaciones callejeras, de tal modo obligándolo a dejar la Casa Rosada bien antes de la fecha fijada por el calendario constitucional. Sin embargo, como la presidenta Cristina Fernández de Kirchner parece entender muy bien, a veces los costos tanto políticos como económicos de mantener tranquilo a un aliado “estratégico” como el camionero, y jefe de la CGT, Hugo Moyano pueden resultar excesivos, sobre todo en un período de estrechez como el que ya ha comenzado. Aunque hasta ahora el conflicto entre la presidenta y el sindicalista más poderoso del país se ha limitado al plano verbal, al intercambiarse los dos protagonistas declaraciones ambiguas que podrían presagiar ya una lucha sin cuartel, ya una tregua, no sorprendería que pronto empezaran a producirse más paros como el motivado por la disputa entre los camioneros y la empresa chubutense Camuzzi Gas del Sur, además de movilizaciones callejeras, especialidad ésta de las huestes de Moyano, organizadas a fin de enviar una advertencia contundente al gobierno de Cristina. Mientras tanto, es de dominio público que la presidenta tiene un as en la manga: de difundirse la idea de que al gobierno no le importe el destino personal del jefe cegetista, podrían activarse las diversas causas judiciales en su contra. Por su parte, Moyano cuenta con el apoyo decidido de los camioneros que, merced a su beligerancia y a su relación privilegiada con los gobiernos de Néstor Kirchner y de Cristina, han visto aumentar sus salarios más que los de la mayoría de los trabajadores, pero que últimamente han sentido el impacto de los problemas económicos que están afectando al país. El malhumor de Moyano no se debe sólo al deterioro de su relación, que nunca fue cómoda, con la presidenta. Para decenas de miles de camioneros, la sequía prolongada que ha reducido la cosecha de maíz y soja ha significado pérdidas muy importantes. También se han hecho sentir los esfuerzos oficiales por obstaculizar las importaciones, privando a fábricas de insumos que necesitan para seguir funcionando, con repercusiones fuertes en el sector del transporte. Asimismo, en distintas zonas del país la incapacidad de los municipios de pagar a tiempo a los proveedores de servicios, como los supuestos por la recolección de residuos, ha perjudicado a los camioneros. Como consecuencia de la combinación de factores climáticos adversos con el inicio de una etapa de “sintonía fina”, además de la voluntad apenas disimulada del gobierno de cortarle las alas a Moyano, se ha propagado la sensación de que el buen momento de los camioneros está llegando a su fin. Si bien no hay mucho que Moyano y sus colaboradores pueden hacer para modificar esta situación, parecería que se sienten obligados a adoptar una postura desafiante, razón por la que personajes vinculados con el camionero se han puesto a afirmarse dispuestos a luchar contra cualquier gobierno, incluyendo el de Cristina, que procure privar a los trabajadores de sus derechos adquiridos. Desde hace más de una década Moyano es la figura dominante del sindicalismo nacional gracias en buena medida a su agresividad. Para apaciguarlo, los kirchneristas lo han tratado como un aliado, recibiendo como recompensa la ayuda del camionero en las paritarias en que se fijan, en términos generales, los aumentos salariales a los que pueden aspirar las distintas agrupaciones obreras, pero parecería que en esta ocasión Moyano ha optado por oponerse a la presidenta, calificando de “vergonzoso” el techo del 18% que, se supone, ha propuesto el gobierno, además de llamar “chirolitas” a los funcionarios que se han animado a criticarlo. Cristina, pues, se ve ante un dilema: aunque le gustaría ver debilitado a Moyano, un personaje cuya imagen, según las encuestas, está entre las menos atractivas de todas, no le convendría en absoluto que al iniciarse un ajuste estallara un conflicto con un sindicato capaz de provocar desmanes incontrolables a lo ancho y lo largo del país, acusándola de emprender una política antiobrera cuando no “neoliberal”.


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