Lagos: un año sin pena ni gloria

Un balance sin logros y con muchas tareas pendientes dejó el presidente chileno Ricardo Lagos en su primer año de gestión. No supo o no pudo cerrar crisis heredadas de su antecesor, transformándose más en un administrador que en realizador, dijeron analistas.

El mandatario socialista sucedió a su colega en la coalición centroizquierdista Concertación, Eduardo Frei -un demócrata cristiano- el 11 de marzo del 2000, tras una reñida segunda vuelta electoral contra un candidato derechista.

Politicólogos coinciden en que Lagos, obligado a controlar un galopante desempleo producto de la recesión de 1999 y las repercusiones del juicio al ex dictador Augusto Pinochet por violaciones a los derechos humanos, no ha exhibido un proyecto propio. «El gobierno es un equipo de bomberos que apaga incendios. No veo proyectos», afirmó el sociólogo izquierdista Tomás Moulian.

La campaña electoral de Lagos fue sustentada sobre la base de un programa de un alto contenido social en el que predominaban reformas económicas, de salud y educación. Sin embargo, en el 2000 el debate se centró en otros temas. «Se ha olvidado de la prioridad que se prometió otorgar a tantos temas ciudadanos, los que han sido reemplazados por el proceso contra el general Pinochet y el desempleo, que han consumido no sólo la energía del gobierno, sino de todo el mundo político», dijo el analista independiente Ricardo Israel. Así, coincide el politicólogo Guillermo Holzmann, la realidad que viven los chilenos abre amplios surcos con respecto a las expectativas despertadas hace un año.

Lagos prometió un crecimiento económico del 6%, sobre el cual basó sus pretensiones de crear 200.000 nuevos empleos a tasas menores al 7%. Por poco se cumple la meta de expansión. Se llegó al 5,4%. Pero los miles de puestos de trabajo nadie los vio. Sólo una diferencia en favor de 20.000 empleos, con una tasa de desocupación del 8,4% de la fuerza laboral.

Los analistas le piden un «golpe de timón» al gobierno. Cambios para realentar reformas que incentiven la inversión y el empleo. «La visión futura está «stand-by», en espera. Y eso lo debe romper el gobierno. (Reuters)


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