Las primarias y los medios de comunicación

HUGO GRIMALDI (*)

Algunas contradicciones resultan insoslayables. Para el gobierno, los grandes derrotados de estas elecciones han sido “los medios” aunque, por otro lado, sus voceros mediáticos zapatean contra su supuesta influencia. “A la gente no la maneja ni la prensa, ni la política ni nadie”, ha dicho el titular de la Agencia Federal de Servicios de Comunicación Audiovisual (Afsca) y candidato a la vicegobernación de Buenos Aires Gabriel Mariotto. Ante tamaña afirmación de cuño tan peronista, surgida de una reflexión del General (“cuando teníamos los diarios en contra llegamos al poder y cuando los tuvimos a favor nos echaron”), pero además cierta de toda certeza, ¿por qué perseguirlos, entonces? ¿O es que aquellos medios tildados de opositores sólo resultan macabros para quienes han cargado las tintas contra ellos y no tanto para la opinión pública que los sigue prefiriendo? Sin embargo, por su deber en el cuidado de la mejor asignación de los recursos, lo que más debería preocupar a los funcionarios es que desde el Estado se sostenga, al costo que se sostiene, un aparato de comunicación que no tiene penetración ni mucho menos autoridad. La situación podría comenzar a ordenarse quizás si se aceptara, también en estos temas, la preferencia de la opinión pública que sintoniza y compra masivamente los medios no oficialistas. En este sentido, los prejuicios parecen ser tan grandes como los que han surgido cuando se observa que la gente vota para el costado ajeno, a costa de generarle “asco” a cierta visión autoritaria. Sin embargo, esa misma repugnancia se ha convertido mágicamente en un “triunfo de la democracia” cuando los mismos que provocaban la arcada terminan votando para el lado propio. La gran dificultad para resolver el dilema que subyace entre quienes no entienden, y por lo tanto no comparten, que la libertad de elección no sólo se manifiesta dentro de los cuartos oscuros tiene que ver también con sus tabúes por las formas de mercado, lugar donde democráticamente también los consumidores expresan su voluntad. Por ejemplo, hay gente que vota todos los días, cuando decide quedarse en pesos o comprar dólares o una acción en la bolsa o elegir tal o cual producto o un medio de comunicación o sus programas y noticieros, incluidos los oficialistas. Sin embargo, condicionar el acceso a los mercados o dirigirlos a gusto parece ser el sueño autoritario de quienes, bajo la bandera de la pluralidad y de la lucha contra la concentración, buscan en el caso de los medios esencialmente atomizarlos y ponerlos bajo una misma línea directriz. Con el aire fresco que aportó su conferencia de prensa, probablemente la presidenta haya decidido cambiar un poco cierta visión conspirativa y los deseos de concentración estatal que vienen exponiendo algunos funcionarios de su gobierno por una saludable apertura que incluya un mayor acceso de todos los medios a las fuentes oficiales. Ya se verá si el acercamiento se mantiene o si se trata sólo de un fugaz amor de campaña. Al fin y al cabo, ¿a quién no le gusta ser el dueño de un monopolio? (*) Director periodístico de DyN


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