Latinoamérica ilustrada, una escena fuera del deber ser

Este libro “es como un museo virtual que documenta la producción e idiosincrasia de cada época” y “funciona como herramienta actualizada de consulta”, dice a Télam Oscar Echevarrí­a, decano de la Facultad de Diseño y Comunicación de la UP.

IMPACTO LATINO

El mosaico creativo que en América Latina conforma la ilustración, una expresión artística fuera de convenciones que toca el diseño, lo digital y el muralismo; y que en lo últimos años atraviesa su “época dorada”, despliega su frescura en “Impacto latino”, libro que reúne las mejores 300 ilustraciones de 2014 en el continente, según el Foro Latinoamericano de Diseño (FLD).

La publicación de la Universidad de Palermo (UP) es producto de una selección realizada sobre 3500 dibujos de más de 300 escuelas y universidades que integran el FLD, en el marco del Premio a la Ilustración Latinoamericana que en su octava edición tuvo como ganadores a los argentinos Mariana Chiesa y Fernando Falcone, el uruguayo Leandro Bustamante, la cubana Gabriela Gutiérrez y los chilenos Alejandra Acosta y Claudio Romo.

Los dibujantes Vero Gatti y Patricio Oliver; y los editores Daniel Wolkowicz, de Wolkowicz; Martí­n Ramón Vázquez, de Moebius; y Diego Bianki, de Pequeño Editor, conformaron el jurado del galardón que busca estimular a los nuevos creadores visuales y difundir sus obras, así como dar una idea de la evolución de la ilustración y sus intereses en el continente.

Este libro “es como un museo virtual que documenta la producción e idiosincrasia de cada época” y “funciona como herramienta actualizada de consulta”, dice a Télam Oscar Echevarrí­a, decano de la Facultad de Diseño y Comunicación de la UP.

Iniciativas como ésta, visibilizan una práctica “que se trabaja de manera más experimental, libre y menos canónica que otras expresiones artísticas”, consigna Echavarría, para quien la ilustración está caracterizada por “navegar en el cruce del arte, la comunicación y el diseño”, en manos de “jóvenes a quienes le gusta tanto probar técnicas como exponer sus mundos internos”.

Esa autonomía respecto a las normas y exigencias de las Bellas Artes, se traduce en “una gran divergencia de estilos “ y “una significativa potencia creativa”, de la mano de “ilustradores que provienen del diseño, la pintura, la historieta, el dibujo tradicional, el ‘street art’ y el muralismo”, explica el decano.

La osadía de la ilustración responde también a que “está con un pie por afuera del mercado artístico clásico y, en general, de toda la maquinaria de promoción del arte, muy vinculada a artistas urbanos que se iniciaron en la calle y luego pasaron al papel”, añade.

“En el camino alternativo que recorren los ilustradores -desde el collage, pasando por témpera, pintura o birome, hasta el trabajo digital- hay una extrema libertad creativa”, que para Echavarría es parte de la esencia de un arte que no se encorsetará, debido a “los particulares sistemas y circuitos de difusión” que posee, los cuales, respaldados por un accionar autónomo de la Web por ejemplo, escapan al mercado tradicional del arte.

Ocurre que desde la aparición de Internet los jóvenes creadores de América Latina tienen nuevas formas de comunicación, al tiempo que “en nuestro país se multiplican espacios de arte no virtual”, que parecen reproducir el concepto de red asimilado desde la vritualidad de las redes sociales y Web.

A esto se suma que la ilustración suele acompañar y complementar otras expresiones creativas como la música -encargándose de tapas de discos-, o la literatura, generando relatos que refuerzan el texto, señala Echavarría.

“Cada vez hay más libros ilustrados y sellos dedicados al dibujo. Sobre todo en la literatura infantil, donde la imagen se despega de lo evidente, deja las lecturas lineales y enriquece el texto en un diálogo con el escritor, independizándose de cierta esclavitud del pasado”, reflexiona Echavarría.

La libertad de la ilustración hacia adentro de su campo expresivo y en el mapa general de las artes tiene que ver, además, con que “no precisa de una gran estructura, ni que sus autores asistan obligatoriamente a escuelas para aprenderla, porque cualquier recurso en este área es válido, siempre y cuando sea expresivo”, asevera Echavarría.

Algunas de esas paletas “son inconfundibles por sus texturas, referencias e íconos a los que aluden” y “en líneas generales muestran regiones muy diferenciadas”, añade.

“En Brasil y México –por ejemplo-, manejan planos de mucho impacto visual, mucha información y colores básicos intensos, saturados”, mientras que “un ilustrador argentino probablemente desarrolle más el relato, situaciones que en algún momento pueden parecer cinematográficas, y se aplique la ironía en cuestiones cotidianas”, grafica el académico.

La ilustración, subraya, se está generalizando en el continente, donde más allá de sus tradiciones plásticas visuales y de nombres como Mandrafina, Breccia, Quino, Sávat, Isol o Liniers, “muchos jóvenes se vuelcan a ella como una declaración personal que cruzan con el cómic, la comunicación, la publicidad y el diseño”.

Y, a diferencia de otros campos artísticos más consagrados, “no existe una tradición del deber ser, por eso la ilustración no pierde la frescura ni el humor, se mueve permanentemente y sorprende”, concluye Echavarría.

Télam


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