“Los autores intelectuales están en la fuerza”

Manuel Ibazeta habló de su hijo Cristian, asesinado en la Unidad 11.

Matías Subat

NEUQUÉN (AN).- Manuel Ibazeta es un obrero metalúrgico mendocino que llegó en 1992 a Neuquén desde Sierra Grande, tras el ocaso de Hipasam. Con la indemnización compró su casa. Junto a él vinieron su esposa, Aída, y sus hijos Paola, Cristian y Matías.

Cristian terminó la primaria en la escuela 1. Fue a un secundario en barrio Gregorio Álvarez, luego a una técnica, pero abandonó. Extrañaba Sierra Grande. Fue mozo de confitería, trabajó en “Casa Tía” e hizo tareas como soldador. Tiempo después cayó por robo.

“Creo que fue la junta, acá nunca trajo problemas”, sostuvo Manuel. En mayo de 2012 fue asesinado en la Unidad 11. Ese día la requisa le rompió las zapatillas nuevas (ver aparte).

Dos años antes, en febrero de 2009, Cristian denunció torturas que incluyeron “submarino seco”. El juicio contra los cinco policías acusados por este hecho concluirá el próximo martes. Ese día se incorporará por lectura su declaración.

Las otras víctimas, Ramón Mansilla y Marcelo Nuñez, coincidieron en que fueron golpeados ese verano mientras estaban en “buzones” (celdas a las que llevan a los sancionados).

Manuel relató que Cristian fue trasladado a Rawson, Buenos Aires, Chaco. “A donde iba lo castigaban”, dijo.

“Él los denunciaba de frente, aunque sabía que al otro día lo iban a estar mirando”, añadió.

Dijo que en las visitas Cristian “nunca se mostró abatido por estar detenido. Cometió errores, pero era una persona de corazón muy grande. Siempre con una sonrisa. Si estaba mal no lo demostraba. Siempre bromeando, te daba fuerzas.”

Precisó que antes del crimen había ido con Sergio, el hijo de Cristian, a verlo a la cárcel. Habían jugado a la pelota. Cristian se puso unas zapatillas viejas para cuidar las nuevas.

“En su muerte hay autores materiales e intelectuales. Le dije al fiscal Breide Obeid que esto no es tan difícil de investigar. No es un crimen en una ciudad que te encontraron a vos en la esquina, te pegaron un tiro y hay muchas personas para investigar. Los autores intelectuales, estoy seguro, están en las fuerzas. Si yo le doy un puntazo a alguien va a gritar, cómo nadie escuchó nada. Me decía: ‘Papi acá a veces tenés que dormir con un ojo abierto’. No era un pibe que había entrado hacía cuatro meses y lo podían agarrar descuidado”, señaló.

Contó que la mayoría de lesiones estaban en su cara. “Fue cruel lo que le hicieron”, dijo.

NEUQUÉN | CRIMEN DE IBAZETA


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