Macarena Montovi: exploradora de la música del mundo desde las orillas del Limay

P: En diez palabras ¿quién es Macarena?

R: Soy madre, cantautora, música, luchadora, soñadora. La que hizo todas las tareas y se reinventa a cada rato.

R: ¿Por qué la música?

P: En mi adolescencia tocaba el bajo, y no creía que podía cantar ni componer. Apenas terminé el secundario, me dediqué a otra carrera –soy abogada- y dejé la música por un tiempo. Cantaba acompañada de mi guitarra en la intimidad, pero mi vida había tomado otro rumbo. En un tiempo de la vida, debí transitar una situación extrema, y me perdí. En el momento más complejo, una amiga me anotó a un taller de canto, como terapia. Y ahí, simplemente, recordé. La reconexión con la música fue salvadora, y de a poco, ya no pude pensar en otra cosa.

P: ¿Cuándo le abriste la puerta de tu música al público?

R: Trabajando en otra profesión muy distinta y siendo madre de dos hijes pequeñes, encontré la manera de estudiar música y busqué la guía de muches maestres del canto. Fue una primera etapa muy intensa e introspectiva de formación y preparación. Recién a fines del 2015 comencé tímidamente a transitar los escenarios locales, de la mano de otras cantautoras que generosamente allanaron el camino. Poco después nacieron mis primeras composiciones.

P: ¿Sentís que encontraste una voz para tus canciones?

R: Encontré, con seguridad, mi forma de expresarme en la conjunción de melodías y palabras. No sólo componiendo, sino también interpretando esas creaciones. Pero deseo que la búsqueda de una voz no se termine nunca, ni para mí, ni para mis canciones. Para mí, porque la búsqueda de la voz es un camino de autoconocimiento que me entusiasma recorrer. Y para mis canciones, porque entiendo que uno las crea para que tomen vida propia. Ojala otres quieran cantarlas porque encuentran en ellas lo que quieren decir. Ojalá no sea una voz, sino muchas.

P: ¿Y qué hay de tus letras?

R: Vivo a orillas del Limay, en Balsa las Perlas. El paisaje se cuela, siempre, en mi poesía, que es feminista, por sobre todas las cosas. En las letras intento plasmar tanto mi sentir acerca de la vida, como denunciar aquello que ya no puedo callar. Que no debemos callar.

P: ¿Cuáles son tus influencias musicales?

R: La música que escucho desde la infancia es muy ecléctica , y va desde el rock y blues de los setenta de Jimi Hendrix y Janis Joplin; el rock nacional con el flaco Spinetta a la cabeza, y un periodo de intensa peregrinación por los recitales de los Redonditos de Ricota. Terminando la adolescencia descubrí la música africana, el jazz y con la llegada de internet me dediqué con pasión a explorar la música del mundo. Con la composición de mis canciones, la poesía naturalmente brotó en mi idioma, aunque antes de eso cantaba mayormente en inglés. Al mismo tiempo empecé a bucear en un repertorio latinoamericano, propiciado por los viajes que me acercaron aún más a nuestra música de raíz. Así, como semillas que brotaron, en mis canciones se pueden percibir elementos del folclore de Sudamérica, fusionadas con las músicas de otras latitudes que me acompañan desde siempre.

P: ¿Cuál es tu proyecto más reciente?

R: Suelo presentarme como solista, formato que me gusta mucho tanto por su libertad y espontaneidad como por los desafíos que me propone, siempre intensos y necesarios. Sin embargo mi proyecto más reciente y en el que estoy con mayor energía, es con M.M. Trío, que nació a fines del año pasado, junto a Rafo Grin en guitarra y Leo Toro en bajo. Compartir con músicos de su talento y trayectoria es una de las experiencias más gratificantes que me ha regalado el arte. Particularmente a mí, me empuja a un aprendizaje y crecimiento constante, por el que estoy muy contenta y agradecida. La afinidad tanto musical como humana que hemos descubierto, nos llevó a afianzarnos y proyectar todo un universo de sueños, entre ellos el disco que grabaremos en diciembre en los estudios Sonorámica (La Vela Puerca, Catupecu Machu) ubicados en Traslasierra Córdoba. La búsqueda de sonidos que nos identifiquen también nos acercó a otra gran música y persona, Florencia Olatte, quien nos acompaña en el bombo legüero y con quien ya grabamos un tema cuyo video está pronto a salir. Y, por si fuera poco, también participará en el álbum un referente importantísimo de la música regional y que ha compartido escenario con innumerables artistas internacionales: Mario Giménez.

P: ¿Existe una forma de la canción neuquina?

R: No sé si existe una forma precisa de la canción neuquina. Creo que el Valle es un semillero de innumerables artistas, y por suerte, cada uno con su impronta y su propia búsqueda. Lo que si me alegra mucho es la cada vez mayor cantidad de mujeres, músicas, compositoras, gestoras del arte que copan los escenarios y se organizan en la zona. Lo importante, entonces para mí, es que la canción neuquina tiene también voz de mujer.

P: En tu facebook dice «Música del mundo compuesta a orillas del río Limay, en la Patagonia argentina.» ¿Cómo es eso de música del mundo? Me vino a la mente aquella vieja categoría de World Music que tenían las bateas de las disquerías.

R: Justamente a esa categoría aludo cuando digo que es música del mundo. Y tiene que ver con la intención concreta de incluir en mis composiciones las influencias de la música que he descubierto a través de Internet, mi búsqueda y los viajes. Siempre me he sentido atraída por la música africana, aunque llegué a ella a través de otros artistas que mixturan sonidos o ritmos más occidentales con sonidos o cantos tribales. En mi adolescencia temprana era muy fan de Zap Mama, un grupo vocal afro pop de mujeres de distintos orígenes, y creo que desde ese momento quedé fascinada con las posibilidades infinitas que nacen de fusionar sonidos, instrumentos y cantos de diferentes culturas, tan diversas entre sí. Luego, conocí a Youssou n Dour, de Senegal, y más tarde a Amadou et Mariam, Fatoumata Diawara, Ahmed Ag Kaedi, Tinariwen… Todos exponentes del «sahara blues» o blues del desierto, con el que siento que vibro profundamente. Alguien muy querido me convidó la música de Nusrat Fateh Ali Khan y Abida Parveen, ambos de Pakistán, y se volvieron necesarios para mí. Y al mismo tiempo, me fascina la música celta, la música francesa… El año pasado estuve en Islandia y conocí a Valdimar, una banda maravillosa, y desde que volví casi no le doy respiro a sus discos… Soy una exploradora de la música. Es como un juego para mí, y al mismo tiempo me nutre, me hace viajar. Cuando voy a las disquerías, en esa batea de «World music» es donde les encuentro, y por supuesto me encantaría que allí también encuentren mi disco.


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